Con casi 18 años de servicio en la Universidad de La Sabana —y una amplia experiencia en la gerencia de proyectos públicos y privados—, Juan Carlos Camelo se desempeña como director de Proyección Social y Aprendizaje Práctico, un área clave que tiene el objetivo de lograr que la universidad se vincule con el entorno y genere un impacto positivo en la sociedad, a la vez que una realimentación continua en la transformación educativa.
Camelo tiene un discurso cristalino y aplomado. Se expresa con el deseo de ser entendido y hace un silencio atento cuando escucha. Hace unos días estuvo en el living que Ticmas montó en el Congreso Tesol de Colombia y habló de un tema crucial como es la relación entre universidad y sociedad, universidad y empleo.
—¿Cómo es el impacto que se genera desde la universidad?
—La educación es un motor de movilidad social. Desde ese punto de vista, las universidades están encargadas de transferir las capacidades de docencia e investigación al entorno. Son múltiples las formas en que la universidad puede generar impacto. Una muy evidente es a través de los graduados, que, por supuesto, con su actuar salen a transformar el mundo. Pero luego hay una variedad de posibilidades, incluyendo el desarrollo del conocimiento científico y los resultados de investigación. Hay otras tareas, como la docencia-servicio y el voluntariado universitario. Por la naturaleza propia de la universidad, hay muchas formas de impactar. Los grandes retos son cómo podemos poner eso al servicio de la sociedad.
La universidad no está sola en el mundo, por lo cual debe desarrollar alianzas con actores del sector público y privado
—En cuanto a la relación entre universidad y trabajo, ¿cómo se evita que los estudiantes abandonen la carrera? Sobre todo, cuando el mundo del trabajo copta rápidamente a los estudiantes talentosos y puede correrlos del estudio.
—El desafío más evidente es cuando el estudiante decide emprender, y tiene el reto doble de terminar sus estudios universitarios y sacar adelante su emprendimiento. Hay varias tareas que tenemos que hacer desde las universidades. La primera: mucha flexibilidad. Los currículos deben adaptarse al estudiante; hay que acompañarlo con una formación personalizada y adecuada a los propósitos que tiene para su desarrollo profesional. La universidad tiene que actuar dentro de un ecosistema: no está sola en el mundo, por lo cual debe desarrollar alianzas con actores externos y, en términos de vinculación con el mercado laboral, todos los procesos de articulación con actores del sector público y privado son de gran importancia. El mundo cambia, los estudiantes quieren aprender de manera práctica y desarrollar habilidades que les permitan moverse con facilidad en el nuevo mundo laboral.
—Además del trabajo, mencionó el impacto social, y la universidad puede llegar a ser un lugar alejado del contexto social. Esta universidad, además, tiene un campus que podría moverse con sus propias reglas. ¿Qué estrategias ponen en marcha para que los estudiantes no se olviden del impacto?
—Las universidades estamos trabajando fuertemente en modelos que permitan una inclusión importante en términos sociales. En esta universidad casi el 50% de las personas son de poblaciones más vulnerables, de estratos más bajos. Eso pone unos retos enormes para robustecer los procesos de aseguramiento del aprendizaje. En otros términos, yo creo que la universidad debe ser una guía. En la Universidad de La Sabana venimos con un proceso de años en la transformación hacia la universidad de tercera generación.
—¿Qué implicancias tiene la universidad de tercera generación?
—Muchos autores han hablado de un cambio de era. Yo considero que es relevante acercar a los estudiantes a la realidad de nuestra sociedad y de sus entornos más próximos. Es algo necesario para que se sientan conectados con la necesidad de generar impacto. Y luego, es determinante relacionar esa tarea a las de docencia e investigación, porque es así como estudiantes y profesores se pueden vincular con la solución de temas tangibles.
—Permítame volver a la relación entre universidad y trabajo. Si la universidad entrega estudiantes al mundo del empleo, ¿cómo se hace para que el mercado no intervenga o defina el plan de estudios?
—Ese es uno de los grandes retos que tenemos todas las instituciones que nos dedicamos a la labor educativa. Lo primero es garantizar la pertinencia de los programas educativos; eso requiere de la articulación permanente con actores externos para tener flexibilidad y dinamismo en la transformación de los currículos y los programas. La mejor forma de hacerlo es a través de relaciones muy robustas que permitan ser un vehículo para la co-formación. Pongo un ejemplo muy sencillo. En Colombia es usual que la Salud se enseñe de manera muy práctica desde etapas tempranas. Se dan componentes teóricos —una tarea que no se puede olvidar y que requiere de mucho rigor— pero los estudiantes salen a la acción y los terminan formando los médicos que los acompañan en ambientes de aprendizaje reales; es decir, en los hospitales. Yo creo que hacia allá va la Educación. Vamos a tener que co-formar en distintos ámbitos y con distintos actores y permitir que los estudiantes puedan salir a ambientes de aprendizaje más reales conscientes de los actores externos de la necesidad de participar de los proyectos de formación.
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