(Enviado especial)
Desde hace varios años, se dice que el aula ya no está limitada por las paredes que la definen: la tecnología entra en ella con la fuerza de un viento inusitado que sacude las ventanas. Pero, entonces, ¿por qué no aprovechar esas ventanas y abrir una más —una de Zoom o Meet o Teams— y llevar el aula al mundo y el mundo al aula? Esta fue la pregunta que se hicieron Jeimi Jhojana Venegas David y Oscar Mauricio Delgado, profesores de Inglés del Colegio San José de Las Vegas.
A veces una simple pregunta provoca, como el aleteo de una mariposa, un huracán.
Venegas y Delgado lograron convertir su clase en un puente entre culturas. Así, los niños mantuvieron contacto con científicos, docentes y también con otros niños de su misma edad, provenientes de lugares tan distantes como Egipto, Taiwán, Estados Unidos, Países Bajos. “Desde el 2019, nos embarcamos en la aventura de llevar a nuestros estudiantes al mundo”, dice Delgado. Y sigue: “Queremos que nuestros estudiantes sean ciudadanos digitales”. ¿Cómo son las reacciones de los chicos? “Son niños y niñas con el corazón latiendo a mil”, dice Venegas. Y cuenta que algunos terminaban llorando de emoción por haber hablado con una alguien de la India o de Francia.
En el marco del V Congreso Tesol, que desde el miércoles se desarrolla en la sede de la Universidad de La Sabana, en Chía, Venegas y Delgado fueron distinguidos con el premio al mejor proyecto de tecnología educativa del año. “El proyecto”, decía el jurado, “representa la aplicación práctica de una metodología actual de aprendizaje o enseñanza de idiomas, que utiliza la tecnología para romper fronteras e integrar la competencia global”.
Acompañados por los directivos Clemencia Mejía y Oscar Muñetón, Venegas y Delgado recibieron el premio y luego visitaron el living que Ticmas armó en el congreso.
—¿Cómo son las experiencias de traer el mundo al aula?
—El inglés es un elemento fundamental como herramienta de comunicación —dice Venegas— y nuestro principal objetivo es brindarles a los estudiantes prácticas auténticas. Eso lo hacemos trayendo docentes y estudiantes de otras partes del mundo, y compartiendo experiencias y conocimientos. Trabajamos en proyectos que pretenden crear la conciencia de hacer del planeta una mejor casa para convivir. De esta manera, los estudiantes ponen en práctica el idioma, pero también aprenden cómo conectarse con el mundo a través de la tecnología y el inglés.
—La tecnología fue nuestra caña de pescar —dice Delgado— porque, teniendo el recurso lingüístico del inglés, teníamos muchas herramientas digitales para elegir. En el universo digital, y dependiendo de las condiciones de nuestros contactos y sus zonas horarias, siempre buscamos la manera en la que los distintos elementos fuera la más apropiada para el publico que llevábamos a visitar y el público que nos venía a visitar.
—Durante años, la educación subestimó a niños y niñas —dice Clemencia Mejía López, rectora del colegio—, y ellos tienen inmensas potencialidades que permiten que, a través de un clic, puedan mostrar la mejor versión de sí mismos, y hablan de tú a tú con maestros, científicos y expertos, y así reconocen que los problemas del mundo son comunes y que lo que a ellos les preocupa en Medellín quizás es lo mismo que le preocupa a su compañero de la India. Eso, como hallazgo, es bien hermoso.
—El diálogo con niños de lugares tan alejados —retoma Venegas— es una de las cosas que no estaba en sus mentes, y que ahora viven de manera real. Y junto con eso ven la importancia de aprender el idioma. No es ya predicarles por qué es importante, sino que lo vivan.
—¿Se puede medir el impacto del proyecto?
—Sin dudas marcó un antes y un después —dice Delgado—, por la apertura del grupo de trabajo hacia el mundo. Queríamos que el planeta, con sus realidades, con sus complejidades y tensiones, estuviera en la clase.
—Además —agrega Venegas—, el impacto no ha sido sólo a nivel de la escuela, sino que se dio a nivel mundial. Ha sido muy gratificante que nuestros compañeros nos digan, por ejemplo desde Taiwán, que nuestros niños hicieron que los suyos no sean tan tímidos frente a una cámara. No sólo aprendieron inglés sino que, con su espontaneidad, hicieron que los otros chicos enfrenten la cámara sin tanto miedo. Generar esas emociones en ellos y a la vez tener esa satisfacción y esas alegrías, nos motiva a hacer más. Es el combustible. Estamos motivados, hay una satisfacción: por ende, es un buen resultado.
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