Hoy es el día de la Pachamama, la gran divinidad andina que representa a la Madre Tierra que se vincula con la vida, la fertilidad, la creación. La fiesta de la Pachamama es una ceremonia para compartir, agradecer y pedir: en la diosa está presente el principio andino de la reciprocidad, de dar y recibir. La Pachamama da, pero también reclama. Y puede ser demandante, voraz, exigente.
“En relación a la ceremonia”, dice la antropóloga Alina Torcoletti, contenidista de la experiencia educativa Ticmas, “es importante pensarla no como un rito ancestral anclado en el pasado como una pieza de museo, sino que tanto la divinidad como la ceremonia están vivas, están vigentes; es una dinámica que se nutre y dialoga con cada contexto en el que se celebra”.
Esta es una de las claves para comprender la influencia que la Pachamama tiene con mayor intensidad en el noroeste, pero que se extiende por el resto del país: su presencia se va resignificando a través de los distintos colectivos que se la apropian. Hoy hay movimientos socioambientales y socioterritoriales que retoman a la Pachamama como idea y persiguen el cuidado de la tierra y la crítica del modelo extractivista.
“Pacha”, señala Torcoletti, “es una palabra quechua que tiene un significado mucho más profundo que solo hablar de la tierra”. Si bien está claramente asociada a este concepto, la Pachamama también es el espacio-tiempo, es el universo y la realidad. “En este sentido, no es solo un espacio tangible y tiempo lineal como el de Occidente. Por eso, en esta fecha se nos invita a que nos percibamos como una parte dentro de un todo en movimiento”. Durante la celebración se abre el espacio-tiempo. Es un momento de conexión con otras dimensiones, con el inframundo, con quienes que ya no están.
Una oportunidad para la educación
¿Cómo se puede trabajar la celebración de la Pachamama en el aula? El abordaje del rito en un contexto educativo puede ser una plataforma de despegue para incluir distintas perspectivas sobre la diversidad cultural y sugerir interrogantes en torno a otros modos posibles de habitar la tierra, otras cosmogonías y otros modelos económicos y productivos, que fomenten la dinámica de la reciprocidad y el respeto por el ambiente.
“La Pachamama”, dice Torcoletti, “también permite visibilizar y transformar relaciones desiguales basadas en el pensamiento colonialista que ordenó etnocéntricamente a la sociedad y sus prácticas religiosas”. Con la llegada de los españoles, uno de los intercambios más productivo entre las culturas se dio en la esfera espiritual y es frecuente el sincretismo entre la divinidad prehispánica y la Virgen María.
Por lo tanto, una cuestión crucial para llevar a la Pachamama al aula es no trivializar la creencia. “No hay que tratarla como una práctica exotizada o banal”, cierra Torcoletti, “si no que, al llevarla a la escuela, se deben tener en cuenta sus aristas y complejidades para investigarlas y resignificarlas”.
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