Texto escolar por excelencia, recitado y aprendido por miles y millones de estudiantes, el Martín Fierro es uno de los grandes clásicos de la literatura argentina. Escrito en 1872, el Martín Fierro operaba sobre la Argentina en formación y para el primer Centenario, con el aval de Lugones y Ricardo Rojas, estaba considerado como el gran poema nacional.
A lo largo de la historia, muchísimas voces se han ocupado de las desventuras del gaucho y muchos escritores se han enfrentado a él como un espejo con el que medir fuerzas. Borges le escribió nuevos finales; Beatriz Sarlo lo considera, junto con el Facundo, como una de las obras fundamentales de la literatura a la altura de las grandes epopeyas; Martín Kohan, siguiendo a Martínez Estrada, reescribió la historia en clave de amor homosexual y Gabriela Cabezón Cámara imaginó la vida de la mujer de Fierro; David Viñas, Horacio González y Josefina Ludmer —entre otros— lo leyeron como manifiesto político. La lista se estira y se puede mencionar la película de Torre Nilsson con el protagónico de Alfredo Alcón el libro ilustrado por Fontanarrosa y hasta las canciones de Juana Molina.
A 150 años de su publicación, escritores, intelectuales, docentes y editores se plegaron al desafío de recordar los pasajes más convocantes del poema.
Daniel Divinsky, editor
Me gusta la que dice: “Tal vez en el corazón / lo tocó un San Bendito / a un gaucho que pegó el grito, / y dijo: —«¡Cruz no consiente / que se cometa el delito / de matar ansí un valiente!»”. Es cuando la partida policial lo cerca a Martín Fierro y es un elogio de la amistad hasta en las peores circunstancias.
Y también están los consejos del Viejo Vizcacha siempre llenos de sabiduría: “Cuando veas a otro ganar / a estorbarlo no te metas” es una especie de defensa de la iniciativa privada; no hay que molestar al que le va bien. Y la que dice: “Al que nace barrigón / es al ñudo que lo fajen” implica que, de alguna manera, no se puede cambiar a la gente.
Ana López, escritora y librera
El primer recuerdo del Martín Fierro es en la voz de mi abuela materna. “Hay hombres que de su cencia / tienen la cabeza llena; / hay sabios de todas menas, / mas digo, sin ser muy ducho: / es mejor que aprender mucho / el aprender cosas buenas”.
Mi abuela me cuidó hasta que entré a la primaria y recitaba de todo. Y, entre las cosas que recitaba, decía unas cuantas estrofas del Martín Fierro. Yo era bastante chiquita, pero me acuerdo en especial de esta porque me causaban gracia las palabras “cencia”, “ducho”, “menas”. Todas cosas que no sabía qué quería decir.
Silvina Goldfischer, directora de Contenidos de Ticmas
Me gusta mucho la de “los hermanos sean unidos” porque se puede transpolar al trabajo en equipo. Literalmente habla de los hermanos, pero también se puede llevar a las comunidades, a los países. Me gusta pensarla en relación a cómo nos hemos juntado en la pandemia, cómo trabajamos en las organizaciones. “Los hermanos sean unidos” puede pensarse como un montón de metáforas para trabajar, para potenciar, para cuidarnos entre todos.
Eugenia Zicavo, periodista
“¡Y qué indios, ni qué servicio, / si allí no había ni cuartel! / Nos mandaba el coronel. / Y lo pior de aquel enriedo /que si uno anda hinchando el lomo / ya se le apean como plomo... / ¡Quién aguanta aquel infierno! / Si eso es servir al gobierno, / a mí no me gusta el cómo”.
Me llama la atención lo vigentes que iban a estar esos versos 110 años después de publicado el Martín Fierro, cuando en 1982 la dictadura militar reclutó a la fuerza a los colimbas para pelear en Malvinas. También hoy resuenan en la obra de un escritor contemporáneo, El gran surubí, de Pedro Mairal, que puede pensarse como una reescritura libre de esa escena, también en verso, donde jóvenes que juegan al fútbol son conminados a sumarse al ejército.
Maximiliano Crespi, crítico y editor
El Martín Fierro es —qué duda cabe— un texto cuya riqueza autoriza múltiples abordajes. De Noé Jitrik a Josefina Ludmer hay un sostenido hilo de lectura sumamente atendibles. En mi manera de leerlo y releerlo siempre prima la perspectiva ideológica. Por eso siempre termino subrayando un pasaje no muy atendido de La vuelta:
“Mas quien manda los pesares / manda también el consuelo: / la luz que baja del cielo / alumbra al más encumbrao, / y hasta el pelo más delgao / hace su sombra en el suelo”.
Veo ahí toda una declaración principios de clase, un pasaje de síntesis ideológica donde el narrador asume un lugar en el mundo y un punto de vista dentro de una modelo de poética representacional. Me parece en ese sentido el momento más auténtico y más francamente confesional del poema de Hernández, de su concepción del mundo y su concepción de la manera en que la ficción se realiza en el mundo.
Sebastián Noejovich, docente y especialista en el Martín Fierro
El año pasado, un alumno de 5to. año se tatuó “Los hermanos sean unidos / porque es la ley primera”, emocionado de que una parte de la letra de trap de un artista que a él le gusta mucho citara estos versos, que no sabía que eran del Martín Fierro. Es muy frecuente que los chicos traigan anécdotas de abuelos y padres que recitan fragmentos del libro y que ellos no conocen hasta que empiezan a trabajarlo en clase. Eso da la pauta de que es un ícono cultural incluso entre las familias no lectoras.
Mis versos preferidos son los últimos de la primera parte, que voy a tratar de recitar de memoria: “Y daré fin a mis coplas / con aire de relación; / nunca falta un preguntón / más curioso que mujer, / y tal vez quiera saber / como jué la conclusión. // Cruz y Fierro de una estancia / una tropilla se arriaron; / por delante se la echaron / como criollos entendidos, / y pronto sin ser sentidos / por la frontera cruzaron. // Y cuando la habían pasao, / una madrugada clara / le dijo Cruz que mirara / las últimas poblaciones / y a Fierro dos lagrimones / le rodaron por la cara”.
Esos últimos versos me parecen preciosos. Preciosos. Siempre me emocionan. Esas estrofas son centrales porque representa una renuncia radical por parte de Fierro y de su amigo Cruz. Abandonan la civilización. Pueden sentirse más seguros viviendo entre salvajes que con la civilización que los ha expulsado.
Ivana Gambarrutia, rectora del colegio secundario
“Si uno aguanta, es gaucho bruto; / si no aguanta es gaucho malo. / ¡Dele azote, dele palo, / porque es lo que él necesita! / De todo el que nació gaucho / ésta es la suerte maldita”.
Esta estrofa resume el destino inexorable del gaucho, siempre fuera de la ley y del sistema, siempre considerado una escoria. Uso la palabra con toda la implicancia que tiene, porque lo que critica José Hernández es esa visión tan parcial de la sociedad, de considerar al gaucho como un salvaje imposible de educar. Es una frase sumamente sintética de cómo la sociedad posiciona al gaucho y la poca movilidad que se le concede a él y a su familia.
Josefina Delgado, escritora y ex subdirectora de la Biblioteca Nacional
De memoria, lo que me quedó toda la vida es la escena del baile, cuando Fierro ve llegar al negro con la negra en ancas. “Al ver llegar la morena / Que no hacía caso de naides / Le dije con la mamúa: / —«Va... ca... yendo gente al baile.» // La negra entendió la cosa / Y no tardó en contestarme / Mirándome como á perro: / «Más vaca será su madre.»”. Es una escena que me llamó la atención aún desde los comienzos de la escuela secundaria.
Pero, sobre todo vuelvo a leer y a releer y a recordar al Martín Fierro a través de Borges. Borges pone al poema realmente en el eje de lo que es y debe ser. Me gusta lo que dice en “Martín Fierro”, que está en El hacedor, que dice que “en una pieza de hotel, hacia mil ochocientos sesenta y tantos, un hombre soñó una pelea. Un gaucho alza a un moreno con el cuchillo, lo tira como un saco de huesos, lo ve agonizar y morir, se agacha para limpiar el acero, desata su caballo y monta despacio, para que no piensen que huye”. Esto pensando que Hernández también fue soldado.
Flavia Pittella, periodista, escritora y docente
Debo decir que sé de memoria varias estrofas del Martin Fierro, pero no porque haya elegido recordarlas, sino porque, en el colegio secundario, nuestra profesora de literatura, en un arranque de nacionalismo que al día de hoy estoy tratando de entender, nos lo hizo estudiar todo o casi todo. Con el tiempo lo fui olvidando. Tengo una relación muy particular con el Martín Fierro, tengo el registro de que es el poema nacional y no hay vez que lo lea y no me pregunte por qué. Después encuentro cosas divertidas, muy picarescas, que están en la coyuntura de lo que somos como país. Pero no logro hacérmelo piel. Me hago piel y carne de poemas y cuentos de Borges, de la poesía de Alejandra Pizarnik, de Roberto Arlt. Pero con el Martín Fierro a veces lo disfruto, a veces me enojo. Igual voy a recitar una parte que me acuerdo, a ver si me sale.
“No me hago al lao de la güeya, / aunque vengan degollando, / con los blandos yo soy blando, / y soy duro con los duros, / y ninguno en un apuro / me ha visto titubiando”. Me encanta, me gusta mucho. Y otro: “Yo no tengo en el amor / quien me venga con querellas, / como esas aves tan bellas / que saltan de rama en rama, / yo hago en el trébol mi cama, / y me cubren las estrellas”.
Santiago Llach, escritor y promotor cultural
Al final de la primera parte, la Ida, el cantor se despide con rulos de sus personajes y de su canto, y en la anteúltima frase asesta: “Es un telar de desdichas / cada gaucho que usté ve.” Telar de desdichas: una metáfora a la vez simple y profunda, con ecos homéricos, para la gran pregunta de la literatura: ¿qué es un ser humano?
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