Sindey Carolina Bernal Villamarín lleva el pelo violeta: es lo que la identifica como integrante de la Línea Púrpura, un grupo colombiano con cero tolerancia a la violencia. “Llevo en mí el mensaje”, dice. Bernal lleva con orgullo su compromiso por la inclusión y la diversidad al aula: con casi quince años de experiencia, ha sido seleccionada como una de las 50 mejores docentes del mundo por el Global Teacher Prize y el año pasado recibió el premio a la Mejor docente iberoamericana.
Maestra de la escuela pública, desarrolla junto con sus estudiantes “Semilleros de Investigación” desde los que se llevan adelante proyectos apuntados a mejorar la calidad de vida de las personas con discapacidad. En estos años, ha impulsado más de un centenar proyectos que incluyen software, hardware, materiales didácticos y aulas virtuales. Y, entre los diferentes productos que ella misma ha creado, se pueden mencionar un sistema que reconoce la voz y la traduce a lenguaje de señas, y un sistema que reconoce las señales del electroencefalograma y las traduce al lenguaje verbal-escrito.
“Yo creo que los estudiantes que salen de la escuela secundaria y media con estos elementos son superfuertes para continuar la universidad”, dice
Sindey Bernal fue una de las invitadas más destacadas del 6° Congreso Internacional de Educación de Tucumán. Su conferencia abundó en cómo darle un enfoque social a la enseñanza de la tecnología. Su clase tiene cuatro momentos bien definidos: indagar para reconocer el contexto, proyectar la solución, vivir la experiencia y valorar el proceso.
El trabajo de los estudiantes tiene una lógica similar al diario de campo de investigación. “Ellos van a los cursos de sus compañeros más pequeños, observan la realidad, y luego vuelven y cuentan si hay niños con síndrome de Down o con dificultades de aprendizaje”, explica. “Hacen un primer reconocimiento y luego hablan con los niños. Es algo que puede tomar seis meses; no es que se conocen poco”.
Con todo ese background, comienza la lluvia de ideas y la decisión de avanzar con un proyecto. Y ahí también empieza la incertidumbre. “Los chicos piensan qué crear y nosotros no siempre sabemos qué hacer. A veces me dicen que quieren hacer un dispositivo con Arduino. Yo no sé qué hacer, pero tengo amigos profes que nos pueden enseñar y entonces aprendemos algo nuevo. Aprendimos a modelar en 3D, aprendimos a hacer videojuegos. Yo creo que los estudiantes que salen de la escuela secundaria y media con estos elementos son superfuertes para continuar la universidad”.
—¿Cómo manejan el fracaso? Debe haber proyectos muy ambiciosos que no terminan por tiempo, por conocimiento, por otras cuestiones.
—Pues, antes de llegar a ese fracaso, invito a mis amigos profesores de la universidad para que mis estudiantes les presenten la idea y ellos les dicen “Oye, mírale, bájale un poquito”. Entonces entre todos les llevamos a que no sea algo tan inmanejable desde el principio. A veces, también les pasa que no consiguen terminarlo, pero nosotros les explicamos que están haciendo un prototipo y que pueden seguir mejorándolo. Para cada dificultad siempre hay una oportunidad.
“La educación pública te permite cumplir sueños”, dice
Entre los proyectos de los estudiantes de Sindey, hay uno muy conmovedor: Natalia, una adolescente de 16 años, hizo un producto para que su tío, que había perdido las manos en un atentado, pudiera usar la computadora. Ella diseñó una vincha y con un lector óptico el hombre apuntaba a la pantalla podía mover el puntero o usar el teclado. Esa chica, poco después, fue invitada por el gobierno de Corea para profundizar sus estudios.
“Seguimos muy unidos con la familia de Natalia”, dice Sindey. “Ellos siguieron muy de cerca el proyecto. En el colegio no tenemos recursos, así que la situación no es tan fácil, pero los papás de Natalia hicieron rifas y vendimos cosas para recolectar la plata de los materiales. La educación pública te permite cumplir sueños”.
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