Para qué sirve (y para qué no sirve) la lectura

El autor de esta columna de opinión propone considerar a la literatura como un valor en sí mismo, sin otros objetivos ulteriores que no sean enfrentarse a una obra de arte

Pablo Bernasconi (foto: Jorge Wohlert)

1. Pablo Bernasconi decía en la presentación de Miedoso —su libro más reciente— que, cuando lo invitan a firmas de libros, le encanta encontrarse con chicos que llevan ejemplares arrugados, dibujados, rotos e incluso mordidos. Son señales, decía, de que ese libro había pasado por el corazón.

2. Alguna vez el escritor y director uruguayo Pablo Casacuberta soñaba con hacer un festival de literatura en una cadena de gimnasios: quería sacar a los escritores de las mesas largas y las jarras de agua, y llevarlos a la conquista de nuevos territorios. Cuando la literatura pasa por otras voces, otros ámbitos, gana una vitalidad asombrosa.

Cuando la literatura pasa por otras voces, otros ámbitos, gana una vitalidad asombrosa

3. Desde hace algunas semanas, gracias a un acuerdo con un grupo editorial, las estaciones de servicio de una petrolera tienen un pequeño espacio para la venta de libros. El catálogo es ecléctico: ficción, divulgación filosófica, memorias, psicología, humor político, etc. Todos muy populares, por el autor o por el tema. Encontrarse con libros en lugares improbables como estaciones de servicio es súper positivo: es una manera de romper con esa mirada solemne que se tiene hacia ellos.

(Shutterstock)

4. Como cualquier bibliófilo, me alegra ver libros en bares, farmacias, supermercados y ahora en estaciones de servicio. Los siento como la contraseña de un grupo en el que me reconozco. Y creo que aquellos que no le dan a los libros la misma importancia también reciben algo. No podría precisar qué, pero algo real y efectivo. El riesgo, sin embargo, está en que se los muestre de una forma que termine por cristalizar la solemnidad que se quería desarmar, al incluirlos dentro de un sistema de valores que habla más del imaginario de la lectura que de la propia lectura.

5. El cartel de las estaciones dice “Impulsando la lectura en todo el país”. Podríamos hacerle la crítica de que es más celebratorio del lugar que vende antes que del lector que compra, pero es un buen eslogan. Convierte la venta en una campaña de promoción de la lectura, a la vez que evita caer en lugares que hablen de la lectura como herramienta.

Hay que independizar la literatura de cualquier programa que tenga una intencionalidad pedagógica

6. Yo creo que hay que independizar la lectura de cualquier programa que tenga una intencionalidad pedagógica. No hablo de la lectura en la escuela; la comprensión lectora es una habilidad imprescindible para todo estudiante. Hablo de otro tipo de lectura, ese que piensa a la lectura como una carrera de postas. “Leer para” convierte a la lectura en una actividad subsidiaria, es un escalón para llegar a otro lado. Tal vez la lectura te haga más inteligente o más culto o te permita conocer nuevas realidades, pero, en todo caso —y habría que ver en qué medida— es un efecto y no un objetivo.

7. Miedoso es hermoso un cuento que narra la historia de un monstruo que vive debajo de la cama de una nena, pero que nunca sale de ahí. Bernasconi hace muchas preguntas, pero, como buen escritor, las contesta a medias. La literatura es un hecho artístico y, como tal, sus enseñanzas son siempre inefables.

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