Harvard es una marca registrada en el imaginario colectivo. Sin importar cuánto se la conozca, con solo mencionarla, se le atribuyen distintos rasgos: calidad, prestigio y cierta exclusividad. A lo largo de la historia, alrededor de 700 argentinos se graduaron en la que es la universidad más ilustre del mundo. El pasado 26 de mayo, 17 estudiantes más -dieciséis de posgrado y uno de grado- se sumaron a ese grupo selecto.
Seis de los graduados argentinos compartieron su experiencia con Infobae. Relataron sus historias, detallaron cuán exigente fue el proceso de admisión, describieron cómo fue estudiar en el campus y anticiparon a qué se dedicarán a partir de ahora, ya con el título en sus manos.
Ana Rocha - 28 años
Ana nació en Buenos Aires pero pasó gran parte de su infancia en San Martín de los Andes. Según cuenta, la pérdida de su padre a temprana edad, los vaivenes económicos de su familia por la crisis de 2001 y haber asistido a una escuela pública, la motivaron a estudiar Economía y dedicarse a la política.
A los 17 años ganó una beca del Rotary Internacional que le permitió terminar el secundario en Bélgica. Ya de regreso, obtuvo una beca completa en la Universidad Torcuato di Tella y luego otra para hacer una maestría en la Universidad de San Andrés. Allí trabajó en estrategias para bajar la pobreza en la Argentina y mejorar el capital humano, dos de sus grandes aspiraciones.
A Harvard también ingresó por una beca. El proceso fue el más complejo. Se extendió a lo largo de un año. Todos los días debió estudiar entre 3 y 5 horas para rendir los exámenes de ingreso. A eso se le sumaron las cartas de recomendación de sus jefes, que describieron el desempeño y el potencial de Ana. Un día antes de que se decretara la cuarentena en todo el país, recibió la carta de aceptación. “Si ese día nos cambió la vida a todos, a mí aún más”, comentó.
Ana, que es la presidenta de Asociación Argentina de Harvard, se graduó hace unos días en la Maestría de Administración Pública en Desarrollo Internacional. Su tesis se concentró en generar un nuevo esquema tarifario energético para que la Argentina sea menos desigual y sostenible a largo plazo. “Mis compañeros sueñan con ser presidentes, jefes de empresas con impacto o en cambiar el mundo. Las charlas en el almuerzo se convertían en discusiones de cómo hace uno para aportar a un mundo más justo. Termino esta etapa volviendo a América Latina con el deseo de aportar todo lo que aprendí en estos dos años”, expresó.
Mercedes Sidders - 31 años
A diferencia de sus compañeros, Mercedes Sidders cursó una doble titulación en Estados Unidos: el Máster en Administración Pública y Desarrollo Internacional en Harvard y el Máster en Administración de Negocios en el MIT. Las experiencias, dice, fueron complementarias. Mientras en Harvard adquirió mejores herramientas para diagnosticar problemas de política pública, en el MIT aprendió a desarrollar soluciones centradas en los usuarios y a utilizar métodos de evaluación sencillos.
“Elegí Harvard por la rigurosidad técnica del programa y la oportunidad que me brindaba de conocer y aprender de personas de todo el mundo. Tanto que el 80% de mis compañeros eran internacionales. Pero también elegí el MIT por su foco en innovación y emprendedurismo”, explicó.
Antes de su doble titulación, Mercedes había trabajado en distintas dependencias del Estado y también en ONGs como Acción Social o Unicef. El paso por dos de las universidades más prestigiosas del mundo le permitieron empezar su emprendimiento Abrazar, una organización que utiliza técnicas de aprendizaje automático y análisis predictivo para prevenir el abuso a niños y adolescentes. Tras varios programas de mentoría e incubación, obtuvieron 45 mil dólares de financiamiento para poner en marcha la start-up.
Ignacio Lafuente - 27 años
Ignacio nació y se crió en la zona céntrica de Buenos Aires, entre los barrios de Monserrat y Retiro. Desde siempre le llamaron la atención los nombres de las calles, las edificaciones, autopistas, líneas de colectivo. Ahí descubrió su pasión por el urbanismo. Al no existir una carrera de grado afín en Argentina, estudió Economía en la Universidad Torcuato Di Tella como una ciencia social lo suficientemente amplia que lo pudiera llevar hasta alguna especialización en ese rubro.
Años después, previo paso por el gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, ingresó al Máster en Planificación Urbana de la Facultad de Diseño de Harvard. Pero el proceso fue largo y desgastante: debió preparar los exámenes (GRE y TOEFL), escribir ensayos honestos y a la vez convincentes, y conseguir cartas de recomendación de gente que lo conociera bien y también tuviera jerarquía en la disciplina. Cada uno de estos pasos incluían también gastos en dólares sin la certeza de que fueran a llegar a buen puerto.
En marzo de 2020, no solo le notificaron que había sido aceptado, sino que le ofrecieron becarlo completamente el costo académico. Ya en la facultad, Ignacio era uno de los pocos no arquitectos. Alternó entre el atrevimiento de hacer materias de diseño y la comodidad de profundizar en aquellos aspectos del planeamiento que se emparentaban más con su experiencia previa.
Su plan es quedarse tres años más en Estados Unidos para trabajar y seguir formándose en un rubro cuyo nivel de especialización dista mucho de la que existe en América Latina. “Con esa oportunidad única me gustaría volver a la Argentina en condiciones de hacer consultoría de transporte brindando los estándares que se usan en aquellos mercados más desarrollados”, agregó.
Diego Lestani - 37 años
Diego nació y vivió hasta los 18 años en Norberto de la Riestra, un pueblo de alrededor de 7.000 habitantes en el centro de la provincia de Buenos Aires. Ni bien terminó la secundaria, dejó su tierra natal: se fue a estudiar Economía en Buenos Aires, en la Universidad de San Andrés. Después de recibirse, trabajó varios años en áreas de planeamiento y estrategia en el sector financiero y paralelamente se dedicó al voluntariado en TECHO y a la actividad académica.
Gracias a su labor en la ONG, donde pasó de construir viviendas de emergencia a desempeñarse en el área de hacienda, descubrió su interés por la estadística. Eso lo llevó en un primer momento a hacer una maestría en Econometría en la Universidad Torcuato Di Tella, donde también trabajó como asistente de docencia e investigación part-time.
Pero el paso de los años lo apartó de la estadística. Cuenta que cada vez se sentía más desconectado y que por eso le surgió la inquietud de especializarse en el campo de desarrollo económico. Allí se embarcó en su proyecto de estudiar en Estados Unidos. “Apliqué a cinco programas en distintas universidades, pero tuve el enorme privilegio de ser admitido a mi programa preferido, el Master in Public Administration in International Development de Harvard y fue, sin dudas, una de las mejores experiencias de mi vida. Además de haber tenido profesores de primera línea en el campo que elegí, hice grandes amigos de todo el mundo. Allí también pude ser asistente de profesores increíbles y pasé tres meses en Uganda donde hice una pasantía trabajando en temas de inclusión financiera”, recordó.
Hoy está trabajando en el área de Pobreza y Equidad del Banco Mundial, pero aspira a regresar al país. “En Argentina no se le da mucha importancia, ni por parte del Estado ni del sector privado a ayudar a los jóvenes que quieren estudiar afuera y entonces tenemos que remarla con mucha ayuda de nuestras familias. Creo que es muy importante fomentar a gente con talento y entusiasmo a tener este tipo de experiencias y volver a contribuir a nuestro querido país que tanto lo necesita”.
Daiana Fernández Molero - 36 años
Daiana es de la generación que vivió la crisis de 2001 en el secundario, en el Carlos Pellegrini. Esa etapa convulsionada de la Argentina despertó su interés por la política y la economía. Gracias a una beca pudo estudiar Economía, tanto de grado como de posgrado, en la Universidad Torcuato di Tella.
Una vez recibida, quiso hacer el máster en Políticas Públicas en Harvard, pero en ese momento se sumó al equipo económico de la Fundación Pensar, el think-tank del PRO, y prefirió quedarse. Cuando Cambiemos ganó las elecciones en 2015 empezó a trabajar en el gobierno nacional, primero como jefa de asesores en la Secretaría de Comercio y luego como subsecretaria en el Ministerio de Hacienda, en temas de evaluación de impacto de políticas con costo fiscal.
A fines de 2019, con el cambio de Gobierno, decidió que era un buen momento para retomar su sueño pendiente, la maestría en Harvard. “Más grande y ya con un hijo parecía imposible, pero la escuela de gobierno cuenta con un máster especialmente diseñado para profesionales con experiencia. Apliqué y fui seleccionada. El programa es maravilloso, no solo por lo académico, sino porque te permite acceder a una enorme red de contactos. Aprendí de colegas de todas partes del mundo, con historias de vida y perfiles profesionales muy distintos: emprendedores, ex ministros, senadores y hasta soldados de las fuerzas especiales. De mi camada se egresan una premio nobel de la paz y una dueña de equipo de la Premier League”, detalló.
“¿Y ahora?”, se pregunta. “Hoy, al igual que cuando terminaba el secundario, sigo creyendo que Argentina puede y debe cambiar. En mi regreso al país espero poder contribuir a esa tarea”.
Laureano Genin - 29 años
Laureano nació en General Belgrano, un pueblo de 20 mil habitantes de la provincia de Buenos Aires. A los 17, cuando terminó el secundario, se mudó a la Ciudad y estudió Abogacía en la UBA. Allí se convirtió en la primera persona de su familia en terminar una carrera universitaria. Al principio quería desarrollarse como diplomático -de hecho, fue pasante en Cancillería- pero al poco tiempo se pasó al mundo corporativo, donde trabajó en uno de los estudios más grandes del país.
Para acceder a Harvard, más concretamente a la maestría en Leyes, debió seguir al pie de la letra una serie de pasos: presentar el CV, escribir un ensayo sobre una problemática legal que afecte a su ciudad, país o región, un ensayo personal sobre su vida, un ensayo sobre intereses académicos, un ensayo sobre planes a futuro luego de Harvard, conseguir 5 cartas de recomendación, rendir una prueba de inglés, acreditar alto desempeño académico y promedio, y sumar experiencia en actividades extracurriculares que se asocien con un perfil de liderazgo.
Tras sortear el proceso de admisión, Laureano vivió en un dormitorio de la Facultad de Derecho rodeado de estudiantes de distintas partes del mundo. “La gran mayoría son increíblemente inteligentes, pero no solo eso. Hay mucha ambición, compañerismo, ganas constantes de hacer cosas nuevas y desafiarse, pero también de pasarla bien. Hace unos años cambiaron el sistema de notas (ahora solo es Low Pass, Pass, High Pass), para que que no haya tanta competencia entre estudiantes y baje el estrés”, comentó.
Durante su experiencia en el campus, expusieron jueces de la Corte Suprema de EEUU y del exterior, empresarios, entrepreneurs, CEOs, legisladores, socios de estudios, profesores invitados, políticos, escritores. Pero lo que más le sorprendió fue la modalidad de las clases. “Es un sistema socrático. El método es básicamente el profesor haciendo preguntas a los alumnos sin parar durante toda la clase. Las preguntas no son tanto explicar o repetir el material leído si no usarlo como base para reflexionar, criticar o ir más en profundidad. Se aprende muchísimo, pero es muy intenso. Las clases son muy dinámicas y los profesores increíbles”.
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