Cómo será crear un colegio desde cero. Cuánto tendrá esa experiencia de excepcional y maravilloso. María Fernanda Paredes y Megan Ramírez son, respectivamente, directora del nivel inicial y primario y rectora del secundario del Instituto Andrés Guacurarí que comenzó a funcionar en marzo de este año: hace poco más de cuatro meses.
Inaugurar una escuela es, sobre todo, proponer una definición de Educación en un aquí y ahora específico: un proyecto que se interroga cómo debería ser la enseñanza y el aprendizaje. Y el Andrés Guacurarí responde: con tecnología.
Con la propuesta de aulas maker, la enseñanza de informática y robótica, y el uso curricular de las TICs (Tecnologías de la Información y Comunicación), entre otras apuestas, los docentes buscan abordar los contenidos de cada materia, a la vez que darles herramientas a los estudiantes para que puedan usar la tecnología de manera adecuada.
“Tenemos profesores muy jóvenes”, agrega Paredes, “que acompañan las nuevas ideas y llegan con nuevas formas de plantear la educación. Las TICs son muy útiles para la motivación”.
El colegio está en Cerro Azul, una localidad de Misiones que, en el último censo —habrá que esperar los resultados del nuevo—, tenía poco más de 3.000 habitantes y se destaca por las plantaciones de durazno. El instituto recibe a niños tanto de la zona urbana como de la ruralidad. Si bien hay otros jardines y escuelas primarias, en la oferta de Cerro Azul el Andrés Guacurarí es el segundo secundario de la localidad y el único que tiene una propuesta educativa atravesada por el uso de la tecnología.
En este primer año, el instituto tiene 95 alumnos y usan la plataforma Ticmas, con la que abordan las secuencias didácticas de cada disciplina. “Yo soy del área de Historia”, dice Ramírez, “y muchas veces me han dicho que es una materia aburrida, pero con videos, imágenes, virtualidades y otras herramientas interactivas, los estudiantes pueden relacionarse de mejor manera con los contenidos. Sin dejar de lado los libros, claro. Una conjunción entre lo virtual y lo cotidiano”.
La plataforma les permite trabajar los contenidos en el aula y continuar luego en casa. Además de plantear una manera diferente de la evaluación y una comunicación más cercana con las familias, uno de los puntos más fuertes del Instituto. “Es un diálogo es agradable y fluido”, dice Paredes, “y tienen una gran presencia en la escuela. A veces nos vemos desbordados por la cantidad de padres que vienen a ver a los niños en las actividades curriculares y en los actos escolares. N sentimos muy acompañados por las familias y el trabajo con la plataforma nos va a mantener más conectados aún”.
—¿Cómo imaginan el futuro de la escuela?
—Personalmente —dice Ramírez— creo que vamos por buen camino. Vamos a tener lo mejor de la educación tradicional incorporando el nuevo paradigma de las TICs y la informática. Tengo la fantasía de que lo vamos a lograr. Es un gran desafío, pero ajustando algunas cuestiones vamos hacia un nuevo paradigma de educación.
—Mi sueño es lograr una nueva forma de educación que contemple la educación emocional —dice Pareces—. Romper con la estructura antigua de las aulas, donde podamos organizar actividades fuera del aula, donde se pueda salir y ser libres. Alcanzar una nueva forma de educación que tenga en cuenta todas las ideas, todas las emociones, toda la creatividad de los niños y las niñas.
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