Puerto Libertad es una pequeña localidad sobre el margen oriental de la provincia de Misiones. Con una población de alrededor de 7.000 habilitantes, es la última localidad que conecta la Ruta Nacional N° 12 antes de llegar a Puerto Iguazú, que está a unos 30 km. Allí, desde hace casi tres décadas, funciona el Instituto Puerto Bemberg, una escuela con nivel inicial y primaria al que asisten 350 estudiantes; el 20% de ellos desde zonas rurales.
“Para esos niños es un gran esfuerzo venir a la escuela”, dice Jorge Fernández Morel, director del instituto, “porque, por ejemplo, en las épocas de lluvia, por la fisonomía y el relieve las de la provincia, los caminos se hacen imposibles de transitar”.
El Bemberg tiene un colegio gemelo en Eldorado con el que no solo comparte el ideario sino los desafíos y las expectativas. Y han encontrado en el uso de la tecnología una posibilidad que les permite estar más cerca de los estudiantes a la vez que tener una conexión más profunda con los docentes, quienes están usando un módulo de formación docente para capacitarse y actualizar sus prácticas, pero, sobre todo, re enamorarse de su profesión.
“En pandemia fuimos buscando distintas alternativas para llegar a los estudiantes”, sigue Fernández Morel, “y una de las cosas que me encantó de Ticmas es el nivel de acompañamiento, no solo en el contenido, sino también en las estrategias metodológicas y el seguimiento”. Como esta herramienta tiene un área específica de formación para educadores, el director señala que ellos mismos vivieron la experiencia como estudiantes: “Nos estamos metiendo de lleno, porque empezamos a aplicar las pautas de capacitación profesional no como una utopía sino como la aplicación concreta que va desde nuestros docentes hacia nuestros estudiantes”.
—¿Cómo ven el uso del teléfono como herramienta educativa?
—Es muy importante, porque hay que tener presente que muchos de nuestros estudiantes no tienen PC de escritorio ni notebook. El teléfono celular da un mayor acceso a los procesos de enseñanza aprendizaje. Habíamos visto otras plataformas, pero, por no contar con una plataforma para celulares, prácticamente dejaban afuera al 60% de nuestros estudiantes.
—¿Cómo es el uso habitual de los chicos que viven en las zonas rurales?
—La mayoría de esos niños sus padres tienen teléfono, porque hoy el teléfono no solo un medio de comunicación, sino también laboral. Los padres que trabajan en el ámbito agrícola tienen las ferias francas o tienen que coordinar la cosecha, ir a los secaderos. Por eso tenemos la posibilidad de que nuestros niños accedan a los contenidos.
—¿Cómo toman las familias el uso del teléfono?
—Hay que romper el mito. Se habló mucho de la tecnología en relación a los padres, los padres lo ven como algo bueno, es una posibilidad. Y no ven al uso del teléfono como pérdida de tiempo. Al contrario. Si queremos sacar una enseñanza de la pandemia es que nos dio la pauta de que cuando el niño agarra el celular no es sólo para jugar un videojuego, sino que podemos darle un instrumento para aprender.
—¿Cómo es el trabajo con la plataforma en la escuela?
—Empezamos a trabajar con Ticmas en la sala de Informática. Valoramos muchísimo la diversidad de estrategias, los modos de abordar el contenido, que es más ameno y atractivo. Esta generación de niños y adolescentes tienen el impacto permanente de lo multimedial y la escuela tradicional estaba a mil años luz. Por eso nos renueva las expectativas. La verdad es que los niños realmente se entusiasman.
—¿Cambia la forma de dar clases a partir de la tecnología?
—Sí, bastante. Ahora estamos en un proceso de capacitaciones: estamos en esa etapa de aprender y desaprender. Nosotros tenemos el concepto del aprendizaje por valores y competencias. No miramos al contenido como un fin, sino como un medio. Es un cambio de paradigma, en el sentido de que ya no se busca la acumulación del conocimiento, sino que el conocimiento tiene que servir para aprender cómo resolver problemas diarios.
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