“Llevar la filosofía al aula es una de mis obsesiones”, dice Tomás Balmaceda en el auditorio de Ticmas. Con una larga trayectoria dedicada a la investigación y la docencia universitaria, Balmaceda es doctor en Filosofía —se ha dedicado al post-cognitivismo y la Filosofía de la Mente—, pero nunca relegó la vocación de hacer aportes a la divulgación filosófica con libros que puedan ser leídos desde el secundario.
Así encontró en el pop —otra de sus obsesiones— un cruce muy productivo que le permitió abordar las diferentes preguntas de la filosofía clásica sin perder el rigor, pero quitando cierta aridez y complicación en la disciplina, para trabajar con una mirada más amplia e inclusiva. Hace unos años publicó Piénsalo (Ed. Lea), en el que tomaba como plataforma de despegue interrogantes como qué es la vida, por qué morimos y qué es el amor. Ahora presenta Filosofía on demand (Ed. Galerna), con el que da un nuevo paso en el camino de la divulgación, y analiza las consideraciones filosóficas de series de televisión, como Breaking Bad, Friends, Los simuladores, Stranger Things, Wanda Vision, etc. “A la hora de pensar en recursos para meter la filosofía en el aula, creo que las obras de ficción son un gran vehículo. Las series son un gran caballo de Troya”, dice.
—¿Cómo fue el trabajo de vincular cada serie con un concepto filosófico?
—Fue un cruce entre ciertas discusiones filosóficas más contemporáneas con otras más clásicas, de las que todavía se puede decir mucho. Busqué series que llamaran la atención, pero también volví a ver otras. Hay un capítulo de Buffy, la cazavampiros, una serie clásica de los 90, en donde ella fallece y la traen a la vida. Siempre me había quedado esa pregunta: si tuviéramos el poder de traer alguien a la vida, ¿no habría que preguntar antes? Yo soy nerd de Star Trek y sabía que que quería tratar un capítulo. Después fui buscando cada tema en las series más populares y cómo vincularlos. Filosofía on demand trata de retomar la discusión que se da con tu pareja, con tus hijos, con algún amigo, cuando ves una serie y empezás a decir “Este villano me cae bien”, “Yo hubiera hecho lo mismo”, “Eso es una traición”. El libro no tiene respuestas, tiene preguntas y tiene la visión de distintos autores que tocan un mismo tema.
La filosofía no es de la gente con toga que habla en griego en el siglo V antes de Cristo
—¿Cómo fue tu camino? Empezaste con ese costado pop y ahora te vemos como una figura relevante de la Filosofía.
—Yo siempre tuve muchas vidas, y en mis últimos cinco o seis años, empecé a unirlas todas. A mí siempre me gustaron las series, siempre me gustó la música pop, siempre me gustó discutir sobre lo que pasaba en redes, pero durante quince años mi trabajo filosófico estuvo dedicado a una área muy puntual de la filosofía, que es la Filosofía de la mente. Cuando eso me cansó un poco, empecé a pensar en otras formas y me di cuenta de que lo que me gustaba de la Tecnología podía servirme. Y, para participar en la discusión pública sobre la filosofía, me dediqué a la divulgación. La filosofía no es de la gente con toga que habla en griego en el siglo V antes de Cristo. Se pueden discutir las redes sociales, se puede discutir un robot sexual, se puede abordar cualquier cuestión contemporánea.
—Recuerdo un libro de José Pablo Feinmann en el que decía: “Nosotros somos licenciados en filosofía, pero cuándo vamos a ser filósofos”.
—Yo estoy totalmente en contra de esa división. Por un lado está el filósofo profesional, que es alguien que estudió y se valida en el sistema que se llama Academia, y, por el otro, hay personas que, si la filosofía es pensar conceptos y trabajar con palabras, podrían acceder a ese tipo de análisis. No es profesional, por decirlo así, pero es posible. Si para ser filósofo hay que llegar a una especie de iluminación, eso, para mí, es contrario a nuestra profesión. Si reservás el mote de filósofo a cinco iluminados que llegan a los 89 años, en vez de elevar la filosofía, la estás bastardeando, porque nosotros no podemos reclamar por los derechos laborales o no podemos, como sucede, hablar de boludeces en Twitter. Es valioso reconocer a las personas que hacemos filosofía en todas nuestras facetas.
Por qué todos los dispositivos con asistentes de voz tienen nombre, personalidad y voz de mujer: Siri, Alexa, Cortana
—En esas múltiples personalidades que tenés, hay una que tiene que ver con un movimiento político, que es reconocer los géneros. ¿Cómo convive con la filosofía?
—Todo mi trabajo del año pasado como filósofo fue justamente analizar la tecnología con perspectiva de género. Nosotros empezamos a llamarla “Perspectiva de género enriquecida”. Tiene que ver con ir más allá de los binarismos o ir más allá simplemente de la genitalidad. Los estudios de género en Filosofía son muy importantes. La Argentina tiene una larga historia: de María Lugones a Diana Maffia, pasando por Tamara Tenenbaum, Danila Suárez Tomé, Laura Belli. En mi caso, pensar el género desde la Filosofía de la Tecnología tiene que ver con cuestiones que pueden sonar tontas pero que no lo son, como que la manera del reconocimiento facial en las cámaras de subtes y trenes suele confundir los rostros femeninos y eso genera que haya más detenciones equivocadas o falsos positivos. O por qué todos los dispositivos con asistentes de voz tienen nombre, personalidad y voz de mujer: Siri, Alexa, Cortana. Muchas veces vemos replicadas las injusticias o inequidades de la sociedad en la tecnología. Está buenísimo llamar la atención desde la filosofía y también hacerlo desde América latina, para que no sean, como decía Feinmann, sólo debates de Europa o en Estados Unidos.
—Volviendo a Filosofía on demand, quería preguntarte qué capítulo es el que más te gusta.
—El de Friends. No tanto por la serie, sino porque hay un tema que me interesa mucho, que es preguntarse qué es la familia hoy. La serie es sobre los vínculos amistosos, pero si uno piensa en la familia de los protagonistas son todos de terror: la madre de Phoebe se suicida, los padres de Monica le hacen bullying por su cuerpo, el padre de Joey es infiel y lo pone a él como cómplice. Si empezamos a pensar que la familia puede incluir un lazo sanguíneo, pero también que hay familias ensambladas, triple paternidad, etc., por qué no pensamos que la familia pueden ser esos afectos, esas alianzas. Yo creo que las diversidades nos enseñan esas ideas: siempre lo veo con mis amigas lesbianas. Ellas tienen a su novia, su ex, la ex de la ex. Están todas juntas, no hay celos. Hay algo ahí de la familia más allá de la sangre que es un tema. En un país, además, donde la violencia intrafamiliar está muy presente.
El problema de la cancelación es que es una posición paternalista, una subestimación absoluta de la audiencia
—Abriste muchas ideas con Friends. Hace un tiempo salió una nota con chicos jóvenes que vieron la serie y le encontraron un discurso viejo, un poco homofóbico, un poco rancio. En tiempos de cancelación, ¿se puede ver Friends y entender que era la tele de los 90?
—Sí, totalmente. El problema de la cancelación es que es una posición paternalista. “Te voy a quitar esta imagen de Lo que el viento se llevó que incluye esclavitud porque vas a ver la película y automáticamente vas a ser esclavista”: es una subestimación absoluta de la audiencia. Si vos cuidás a alguien de que no se relacione con la diversidad, vas a hacer que le tenga miedo. Ese es el problema de la cancelación: creer que la mera exposición a una idea disonante o equivocada te va a cambiar la cabeza o te va a transformar. Es un poco más complejo.
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