Alberto Barbieri está a dos meses de terminar su gestión al frente de la Universidad de Buenos Aires. El 31 de julio dejará el rectorado tras ocho años de mandato. En una larga mesa para reuniones, que colinda con su despacho, dice que volverá a dar clases, a dirigir su equipo de investigación en la Facultad de Ciencias Económicas, y se entusiasma con la posibilidad de ejercer, con o sin cargo, como un embajador de la UBA en el mundo para seguir estrechando lazos.
De hecho, uno de los logros que lo enorgullece es el crecimiento de la UBA a nivel nacional e internacional. Reflejo de ello es el avance de la institución en los rankings: pasó del puesto 209 en 2014 al puesto 69 en 2021 en una de las clasificaciones más consultadas, con un presupuesto muy menor a las principales casas de estudio. “Si nosotros solo duplicáramos el presupuesto, estaríamos entre las 20 mejores universidades del mundo. Eso te lo firmo”, aseguró en una entrevista con Infobae.
-¿Con qué universidad se encontró cuando asumió en 2014 y qué universidad deja ocho años después?
-Encontré una universidad que estaba saliendo de una crisis institucional muy fuerte que se produjo en 2006 y que todavía tenía coletazos en 2014. No había un diálogo muy fluido entre todos los actores de la universidad. En estos ocho años fortalecimos ese vínculo. Logramos que la universidad tenga un reconocimiento a nivel nacional e internacional muy fuerte. Dejamos una institución en franco crecimiento.
-¿Cuál diría que es la mayor dificultad para gestionar una universidad tan grande como la UBA? ¿Problemas presupuestarios, dificultad para aunar voluntades?
-La UBA es una institución muy compleja hacia adentro y una organización con mucha repercusión hacia toda la sociedad. Por un lado, tenés la volatilidad histórica de la economía que influye en la gestión del rector. Es muy difícil planificar en un contexto en el que te cambian las variables y las políticas todo el tiempo. Creo que esa cuestión la hemos transitado con bastante éxito. Por otro lado, tenés factores internos y externos que hacen que tengas conflictos. El administrar esos conflictos, poder charlar con todos los actores, tratar de explicarle a la sociedad cómo se traducen esos conflictos a nivel interno. Hay que hacerlo porque suele haber confusiones.
-¿Confusiones de qué tipo?
-En general, salvo los que estamos dentro de la universidad, se cree que es un espejo la política nacional y la universitaria y en realidad no tiene absolutamente nada que ver. Hay algunos puntos de contacto, pero no se reproducen exactamente los partidos políticos. En la medida que pasa algo en la UBA, inmediatamente lo quieren relacionar con lo que pasa en la política. Eso hubo que salir a marcarlo. Salir a los medios a explicar cuáles son las fortalezas y las necesidades de la universidad.
-¿Cree que persiste esa idea en la sociedad de que a la universidad pública, en este caso la UBA, los estudiantes van a hacer política en lugar de estudiar?
-Hay algunos sectores que lo hacen en forma intencionada o tienen intereses creados para que le vaya a la educación pública. Y hay otros sectores que lo hacen por desconocimiento, pero son mínimos. La gran mayoría tiene una visión muy positiva de la universidad pública y sobre todo de la UBA. La universidad no solo forma profesionales con conocimientos, sino que forma ciudadanos con espíritu crítico. Para eso se necesita confrontar ideas, el debate plural. Sería un buen modelo que se tomara el ejemplo de tolerancia en las universidades a nivel nacional.
-¿Los hechos de violencia que salen a la luz son marginales?
-Te voy a dar un ejemplo concreto. Acá votaron más de 200 mil estudiantes en 13 facultades durante una semana sin ningún tipo de regulación externa. Para que la gente tenga idea, sería como una elección en una provincia sin fuerza policial, sin fuerzas armadas, sin la justicia... y no hubo un solo incidente. Fue un ejemplo de democracia. Después aparece un hecho de violencia entre dos agrupaciones por unos carteles y se quiere hacer un mundo. Se trató de un hecho que involucró gente que nada tenía que ver con la universidad.
-¿En estos ocho años pudieron mejorar algunos indicadores de eficiencia interna, por ejemplo la tasa de graduación?
-Esa es otra falacia que es bueno desmitificar. Nosotros estamos entre las mejores universidades del mundo, entre otras cosas, por la tasa de graduación. La famosa tasa de graduación en la UBA está entre el 64 y 65 por ciento de los que entran a la carrera.
-Pero ese porcentaje se recibe más allá del tiempo teórico de la carrera.
-¿Cuál es el tiempo teórico de la carrera?
-Cinco años generalmente.
-Y eso depende. Cada vez más las universidades del mundo estipulan que los alumnos hagan la carrera de acuerdo a su propia posibilidad y armando junto a sus tutores el trayecto académico. Entonces una misma carrera puede tener distintas trayectorias. Con todo, de ese 64%, más del 70% lo hace en los plazos que marca el plan de estudios. Lo que sucede es que esos planes están diseñados para estudiantes full-time. En esta universidad más de la mitad de los alumnos trabaja y estudia, lo que le da un diferencial positivo. Otras instituciones necesitan hacer práctica profesional. Nuestro diferencial está dado por la calidad académica, por la posibilidad del debate permanente de ideas, por la mezcla social que hay en las aulas y porque la mayoría trabaja. Cuando se gradúan, demuestran otra versatilidad.
-O sea que la tasa de graduación no es una preocupación.
-No, en absoluto. En los rankings estamos de la mitad para arriba en ese aspecto. Lo que pasa es que en general se toma el sistema argentino en general y hay algunos opinólogos sin trayectoria académica que hacen estudios y tratan de sacar algún mensaje marketinero. Cuando lo empezás a desgranar, se contradice con lo que mandan los estándares internacionales.
-¿Con qué nivel llegan los chicos a la universidad? En los años que lleva en UBA, ¿percibe una degradación de la escuela secundaria?
-Yo hace años que lo vengo diciendo, desde que era decano de la Facultad de Ciencias Económicas, cada vez más nuestro sistema de educación primario y secundario se está degradando. Los estudiantes que ingresan a la universidad tienen falencias graves, sobre todo en lo que es comprensión lectora.
-¿En qué lo ven puntualmente?
-No entienden un texto. Leen y no saben interpretarlo. Algunos hasta no saben leer con fluidez. Es imposible hacer una carrera universitaria si no entendés lo que leés. El otro tema es la lógica matemática. Más allá de cuál sea la carrera, la lógica te sirve para cualquier disciplina.
-¿Qué puede hacer la universidad con chicos que llegan con tantos déficits de arrastre?
-Lo máximo que podemos hacer es ayudarlos, pero hay una cosa que es clara: lo que no aprendiste de cultura general en la primaria y secundaria, no te lo va a dar la universidad. La universidad te va a dar una especialización sobre un área de conocimiento. Más allá de eso, con los años, el CBC fue mutando y tratando de nivelar lo que nos viene de la escuela, con tutorías, con apoyo. Con todo eso logramos que se queden menos en el camino de los que se quedarían. Dos tercios de los que se anotan al CBC terminan entrando a la carrera.
-Es poco más del 30% que termina abandonando. ¿Con el CBC tradicional muchos más quedarían en el camino?
-El CBC no es una fotografía. Es una película. Vino a cubrir un momento después de la dictadura militar en la que los alumnos no tenían consciencia lo que era la Constitución, los poderes del Estado. No tenían la menor idea porque no se les enseñaba en el secundario. Hubo que cambiarles la cabeza. Con el correr del tiempo, fue mutando y cada carrera fue agregando cosas de acuerdo a las necesidades. Por ejemplo, hace unos años pusimos para Ingeniería y Exactas la materia de pensamiento computacional.
Salvo los que vienen de algunos colegios de élite, el resto llega con muchos problemas. Y cuando digo colegios me refiero a públicos y privados. Son malos los que vienen de escuelas públicas y también de las privadas. Pero hay una cosa que es muy importante: a medida que avanzan en la carrera se emparejan.
-Hablando del CBC, hace unos días se publicaron los últimos datos de ingreso para 2022. Se observa un crecimiento en las carreras tecnológicas e ingeniería y una retracción sostenida de las facultades de Sociales y Filosofía y Letras. ¿Es un signo de época?
-Nosotros creamos dos carreras que son trascendentes: Ingeniería en Petróleo y Ciencias de Datos. La época, la realidad de lo que está pasando, hace que los nuevos estudiantes vean posibilidades en su vida laboral. Es positivo en cuanto a que la universidad se puso delante de las necesidades y las carreras fueron totalmente aceptadas. Claramente nuestro país, en la era del conocimiento, necesita más profesionales dedicados a las carreras de tecnología aplicada.
-Desde hace décadas la UBA tiene miles de profesores que trabajan ad honorem. ¿Por qué se mantiene esa mala tradición?
-Hay un problema estructural que tiene que ver con la importancia que le damos los argentinos a la educación. Yo tengo casi 50 años de docente. Empecé mi carrera ad honorem. Cobré por primera vez cuando gané un concurso de profesor adjunto. Esto no es bueno. Cada vez es más difícil compararnos con otras universidades del mundo. En cualquier lugar sería impensado. No hay otro país que tenga profesores ad honorem. El prestigio de la UBA hace que todavía la carrera docente sea así, pero va a ser imposible sostener una educación de calidad sin un presupuesto acorde. Necesitás tener a todos remunerados y no solo remunerados. Hoy tenés muchos salarios casi simbólicos. Necesitamos profesores full-time bien remunerados. Ese es uno de los rasgos negativos que nos marca el ranking.
-¿Hubo una mejora con el tiempo o sigue habiendo la misma cantidad de docentes no remunerados?
-Se mantiene por más que hubo algunos cambios. Imaginate que tenemos 35 mil profesores y alguien dice que van a dar 200 cargos nuevos. Es una gota en el mar. Aparte entramos en una contradicción: si yo soy titular de cátedra y te digo que vengas de auxiliar, no te puedo exigir el mismo compromiso porque es ad honorem. Cuando tengas que trabajar, posiblemente no vengas. Ahí sumo otro auxiliar. Conclusión: la masa de gente que tenemos es irreal. No sabemos cuántos deberíamos rentar. Hay un sistema que es malo y se administra como puede.
-Cuando participa de foros internacionales, ¿ve que otros sistemas universitarios de la región avanzan más que el nuestro?
-Nosotros en eso somos una singularidad. La UBA ronda los 300 o 400 millones de dólares en presupuesto de acuerdo al tipo de cambio que elijas. La de San Pablo tiene 4 mil millones de dólares. Diez veces más. Nosotros tenemos 320 mil alumnos de grado y 35 mil de posgrado. San Pablo tiene 60 mil alumnos de grado y 30 mil de posgrado.
Pese a eso, los principales rankings nos ubican como la mejor universidad de Iberoamérica. La UBA es un milagro. Cuando nos miran en el mundo no lo pueden creer. Yo siempre digo que si existieran acciones de la UBA, habría que comprarlas. La rentabilidad que tiene, tomando en cuenta la inversión y el producto final, ni Harvard ni el MIT te la dan. Sin embargo, con estos presupuestos no se cómo vamos a seguir haciendo frente a la sociedad del conocimiento. Siempre decimos que lo más importante es la educación, pero cuando viene el debate presidencial la educación dura un segundo. Cuando se trata el presupuesto, educación ocupa un espacio mínimo.
-¿Es un tema de prioridades o que las crisis recurrentes llevan a que el presupuesto se siga diezmando?
-Es claro que es un problema de fondo que tiene la Argentina. La educación se fue deteriorando con el tiempo y nosotros no ponemos a la educación en el nivel que debería estar. Hay muchos discursos, pero el presupuesto es donde vale la cosa. Yo sé que no solo es un problema de recursos, sobre todo en primaria y secundaria, pero que nos faltan recursos es evidente. Si nosotros solo duplicáramos el presupuesto, estaríamos entre las 20 universidades del mundo. Eso te lo firmo.
-¿A qué lo destinaría principalmente?
-A más investigación. En el sistema universitario la inversión en educación y ciencia y tecnología van de la mano. Por eso, cuando un gobierno dice que sostuvo la inversión en educación, pero ves y bajó el presupuesto en investigación… existe un desbalance. No hay universidad si no hay generación de conocimiento. Lo que puede haber son escuelas con títulos de universidad. Y la inversión tiene que ser sostenida. En educación no apretás un botón y sacás un ingeniero en petróleo, por ejemplo. Necesitás seis años para que se forme.
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