Según Florencia Freijo, las revoluciones de las mujeres han sido muchas —”por suerte”—. Las ideas feministas están hace años en la escritura y sería injusto pensar que solo ahora las mujeres alzan su voz: “Hace añares, las ‘novicias rebeldes’ hacían su revolución escribiendo desde la religión. Hemos participado de numerosos momentos clave de la historia Argentina y mundial. No podemos negar nuestra historia en la lucha universal”.
La autora de (Mal) Educadas fue una de las invitadas que participaron en el ciclo de entrevistas que Ticmas organizó en la última edición de la Feria del Libro. En diálogo con Patricio Zunini, Freijo abordó los distintos preconceptos y prejuicios con los que las mujeres —y los colectivos feministas— deben lidiar cotidianamente. “Hay un error conceptual”, dijo en cuanto a la invisibilización de las mujeres a lo largo de los siglos, “la historia donde las mujeres no aparecen, es la historia de los varones, reproducida por los varones: no es la historia universal”.
En la historia, que es de todas y todos, aparece una nueva ola que viene a denunciar injusticias: “La revolución de las ‘hartas’ se hizo global gracias a las redes sociales y a la amplificación de nuestros mensajes. Podemos verlo en el caso actual del retroceso del derecho al aborto en los Estados Unidos: todas salimos a apoyar a esas mujeres, lo mismo con Polonia en el Lunes Negro”. Antes, dijo, era impensado que una argentina pudiera estar metida en la lucha de una mujer de Polonia: hoy, sucede.
El sesgo de género afecta a niñas, niños, adolescentes y adultos: “Las concepciones de que los hombres son mejores para las ciencias exactas y que las mujeres son más amorosas, se construyeron sobre una mirada androcéntrica y forzada”. Para la politóloga, esta discriminación sigue presente en las aulas, que fueron conformadas desde esta misma concepción. “A las mujeres les enseñaban a tocar el arpa, a transcribir poemas. El pensamiento político, social y económico no se nos permitía”, dijo. “No se nos permitía alzar la voz”. Una posición que, al día de hoy, es difícil decir que se ha superado, porque la enseñanza formal suele perpetuar estereotipos: “En el patio, a los varones se les permite correr más porque está la idea de que necesitan ‘descargarse’. Después una se pregunta cómo un fallo judicial puede decir que un varón violó en manada por descargo sexual...”, siguió.
En cuanto al escrache y a la “cultura de la cancelación”, Freijo se preguntó si las redes sociales sirven, efectivamente, para intercambiar y debatir mensajes. “Actualmente”, dijo, “las redes sociales no reflejan el pensamiento crítico. Por el contrario, fomentan la emotividad por encima del pensamiento reflexivo. Es algo que debemos empezar a trabajar”. ¿Sirve la cultura de la cancelación? Es importante, dijo, diferenciar el enojo popular ante casos judicialmente probados de la cancelación gratuita. “Lo que me preocupa es que cancelemos sin matices: un pibe que dice una boludez en los medios de comunicación no es lo mismo que un violador”.
“Una cosa es pedir por el pago de un trabajo invisible, como es el doméstico; otra cosa es pensar que solo con eso seremos libres”
El encuentro, que fue interesantísimo, dejó mucho para seguir hablando. La última pregunta abriría un largo debate sobre la cuestión económica. “Una cosa es pedir por el pago de un trabajo invisible, como es el doméstico en la era capitalista”, dijo, “otra cosa es pensar que solo con eso seremos libres, cuando nuestra opresión pasa por distintos matices, no solo la económica. Hay una estructura social sexista muy difícil de cambiar, que encuentra muchas resistencias”. Para Freijo, si bien lo económico es relevante, también lo es que las mujeres se emancipen en lo corporal, lo sexual, que rompan con los mandatos.
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