La apuesta es atrapar a los estudiantes con clases interesantes. “Que de ninguna manera significa divertida”, aclara, “sino que genera algo que te dan ganas de estar”. La que habla es Laura Lewin, una de las especialistas en educación más renombradas de los últimos tiempos. En su trabajo como escritora, mediadora y consultora propone hacer el acto heroico de correrse de la escena y dejar a los chicos en el centro: hay que revolucionar la educación, dice.
Este mes salió el nuevo libro de Lewin, que, con el título Las sillas no son para sentarse, son para pensar (Santillana) recoge los textos que escribió durante el tiempo en que la pandemia empezaba a ceder y las aulas encontraban la oportunidad para reconfigurarse. Con la excusa de la publicación, Laura Lewin pasó por el auditorio que Ticmas tuvo en la Feria del Libro y dejó una serie de consejos para plantear una educación más desafiante y atrayente.
“Tenemos que repensar una educación que tenga que ver con lo que está pasando en estos tiempos”, dijo. “Siempre cuento una pequeña historia: Mariana está en la cocina de su casa cocinando una colita de cuadril y, como cada vez que cocina una colita de cuadril, le corta los extremos a la carne antes de ponerla en el horno. Y el esposo la mira y le pregunta por qué los corta, y ella dice que así le enseñó la madre. Y un día llaman a la madre y le preguntan para qué hay que cortar los extremos y la madre dice que en la casa siempre se hizo así. Y entonces llaman a la abuela y la abuela les dice: ‘Yo los corto porque si no, no entra en la asadera’. Me parece que en la educación hay mucho de esta inercia que no nos deja avanzar”.
—En 2020 y 2021, para seguir con tu metáfora, ya no había más horno. ¿Cambió todo?
—Yo creo que. Seguís yendo a los colegios y seguís teniendo a un docente parado delante del pizarrón transmitiendo contenidos. Si cambiar fuese tan fácil, no sabés lo flaca que estaría yo. Creo que para cambiar se necesita de mucho más que una pandemia: se necesita voluntad, se necesitan ganas, se necesita tener un norte y tener líderes que vayan acompañando. Por eso la idea del libro: las sillas no son para sentarse, son para pensar. Basta de estar mirando para adelante recibiendo contenido, porque en el mundo de hoy, esto ya no va más. Pensá que el celular, que es una computadora súper poderosa y que te entra en el bolsillo del pantalón, te dice todo: cómo llegar de un lugar al otro, qué significa tal cosa. Hoy ya no estamos en la era de la información, hoy estamos en la era de qué hacemos con esta información. Cómo la aplicamos, como la fusionamos. Se viene un mundo diferente al que conocemos, que está cambiando a pasos agigantados. Todo lo que se pueda automatizar se va a automatizar, y eso te pide chicos que puedan pensar de maneras diferentes. No que tengan que recordar, sino que puedan pensar.
“El problema nunca es el celular, el problema es qué se hace con el celular”
—Hoy el celular es un tema de trabajo en el aula.
—El celular es maravilloso, y hay muchos docentes que todavía siguen quejándose del celular en el aula. El problema nunca es el celular, el problema es qué se hace con el celular. Y eso tiene que ver un poco con el rol del docente en el aula. Si el docente dice: “En este momento no se usa”, y el alumno lo usa igual, bueno, pueden estar pasando varias cosas en el aula: que alguno se esté aburriendo, que tal vez no haya desarrollado un vínculo con el docente. El celular nunca es el problema. El tema tiene que ver con la relación: sin relación no hay resultados. Por eso es tan importante entender que el celular con fin pedagógico es una maravilla. La comunicación cambió. Cuando nuestros alumnos nacieron, Google ya existía: ¡estos son chicos que no se preguntan cómo usar la tecnología: la usan! No necesitamos pensar en la tecnología como un fin, sino como un medio y de esa manera podemos acercar a los chicos a un montón de contenido de una manera más lúdica, más interesante.
—¿Qué es un aula segura?
—No podemos tener un aula en donde los alumnos puedan pensar si no se sienten seguros. Si pensás que te van a exponer, a humillar, que el docente no te quiere, va a ser muy difícil que puedas desplegar todo tu potencial creativo. Por eso siempre digo que el docente es custodio de la autoestima de los alumnos, y tiene que generar un espacio sano. Un aula sana es un lugar donde nadie puede interferir con el aprendizaje de otro alumno. Es un lugar donde naturalizamos, desdramatizamos y capitalizamos el cometer errores; entendiendo que el cometer errores es parte del proceso de aprendizaje.
Un aula sana es un lugar donde naturalizamos, desdramatizamos y capitalizamos el cometer errores; entendiendo que el cometer errores es parte del proceso de aprendizaje.
—¿Nos das un consejo para aplicar mañana en el aula?
—Fácil, fácil: para empezar a practicar la metacognición y a meterse para adentro, podemos agregar una palabra: “porque”. Si el alumno dice: “No estoy de acuerdo”, preguntarle por qué. El porque es una manera facilísima de empezar a pensar más profundo. Y sumá el trabajar con momentos metacognitivos: en cualquier momento, que el alumno pueda completar alguna afirmación como “lo que más me costó fue… porque…”, “tuve problemas con el punto a, pero pude solucionarlo gracias a …”, “lo que más me interesó…”. Y, si el docente, en el momento en el que los chicos están trabajando, pudiera acercarse a un alumno por vez, agacharse y decirle “¿Cómo lo estás resolviendo? ¿De qué otra manera podrías haberlo hecho?”, ya ese es un momento metacognitivo en general que ayuda a generar vínculo y a ver cómo están pensado los alumnos.
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