El Instituto Nuestra Señora de Las Nieves es una parte de la identidad del barrio de Liniers. Con más de 50 años de antigüedad, actualmente pasan por sus aulas más de 3200 alumnos. Los números del colegio son inmensos: con una plantilla de 500 empleados, hay 25 salas de Jardín de Infantes, 42 grados primarios, 30 aulas en el secundario y además hay cuatro carreras terciarias más un campus cultural por el que se dan clases de disciplinas extracurriculares —por ejemplo: computación, robótica e idiomas como el chino— para los estudiantes, sus familias y la comunidad de vecinos.
Esta pequeña ciudad está liderada por el sacerdote Adolfo Granillo Ocampo, que es rector del colegio desde hace casi diez años y, desde que llegó, impulsó un trabajo de modernización en la institución. Entre varios de sus proyectos exitosos, ha logrado que más de 450 estudiantes viajen a Estados Unidos y China en un programa de intercambio. “Los hago recorrer universidades y ciudades”, explicó, “con la intención de abrirles la cabeza y el juego para que tengan herramientas en su futuro”.
El Padre Granillo Ocampo visitó el auditorio de Ticmas en la Feria del Libro y habló allí del colegio, pero también de sus propias búsquedas en relación con la escuela y con los estudiantes. Una de las características que más destacó es como las redes sociales (en Instagram: @padreadolfo) sirven como vehículo para comunicar un mensaje pastoral a la vez que son una forma de vincular a las familias, que “no siempre tienen la posibilidad de entrar al aula”.
Campus cultural
En 2015, el colegio adquirió el terreno donde se levantaba una vieja panadería, remodeló el lugar y hoy funciona allí el Campus Cultural donde se dan cursos y talleres extracurriculares: idiomas, de artes, de redes, de programación. El espacio se abrió en etapas: la primera estaba pensada para los estudiantes que se encontraban cursando en el colegio, la segunda abarcó a las familias y la tercera, que es la actual, en darles un servicio a la comunidad.
“El campus”, dijo el padre Adolfo que se mostró muy contento por cómo se viene desarrollando la experiencia, “da la posibilidad de abrir puertas y seguir afianzando la educación recibida, y al mismo tiempo profundizar en otras áreas que no son parte de la currícula pero que son necesarias para el desarrollo futuro de nuestros alumnos”.
El desafío de acompañar a los estudiantes
“Lo que busco de nuestros alumnos”, dijo el padre Adolfo, “es que salgan no solamente bien formados en cuanto a lo académico, sino también con valores y principios humanos, y, al mismo tiempo, por cierto, con valores y principios fuertemente arraigados en cuanto a su vivencia de fe”. El Instituto Las Nieves cumple con la doble misión de la educación y la función pastoral y, por lo tanto, apunta a mirar a los estudiantes en toda su integralidad.
Pero cómo acompañar a estudiantes sin que se sientan avasallados o invadidos. “Es un desafío muy artesanal”, dijo el padre Adolfo, “y hay que hacerlo con la responsabilidad de cuidar y respetar el propio camino del joven, al mismo tiempo que, como adultos, tenemos la responsabilidad de transmitir una experiencia”.
En un colegio con más de 3200 estudiantes hay también otro factor de riesgo, que es olvidarse de la persona y ver sólo un número. Por eso, explicó el padre Adolfo, realizan una serie de actividades y eventos que reúnen a todos los alumnos, de manera que se pueda sostener y reforzar la individualidad. Estos eventos están asociados al calendario escolar y religioso y, entre otras actividades incluye el “pascuamento” —un campamento donde los niños de primaria pasaron una semana en la escuela—, la Pascua joven, los festejos por las fiestas patrias y las patronales, etc.
La identidad del barrio
Si bien el colegio fue fundado en 1965, la parroquia tiene ya 82 años en el barrio. Eso hace que Las Nieves sea parte fundamental de Liniers, una forma de su identidad, y por tal motivo, el instituto mira a la comunidad que la rodea con la intención de intervenir allí. “Buscamos la excelencia académica”, dijo el padre Granillo Ocampo, “pero también un compromiso con la sociedad y el lugar donde estamos”.
Es un diálogo en dos direcciones, que, a veces, puede ser complejo; en particular, cuando se produce alguna ola de inseguridad. El propio sacerdote vivió el problema en persona. “Sí, me asaltaron, pero no sé si puedo decir que lo hicieron. Me asaltaron justo enfrente de la parroquia y me salió decirles: ‘Yo soy el cura de acá enfrente, cómo me vas a asaltar justo en la puerta de la iglesia’. Y me devolvieron todo lo que me habían sacado, así que puedo decir que, hasta ahora, nunca me han asaltado en la vida”.
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