“El 65% de los chicos que empiezan hoy el colegio van a trabajar en algo que hoy no existe”. La frase de Ariel Urcola retumbó en el auditorio de Ticmas con fuerza inusitada: ¿está preparada la escuela para que más de la mitad de los chicos la educación formal trabaje en algo que no aún no se conoce? ¿Qué habilidades se deben que desarrollar? ¿Cómo hace frente la educación a un tipo de formación que necesita ser ágil y flexible? ¿Qué va a pasar con los estudios universitarios?
Todas estas preguntas se desprenden de aquella frase: hablar de educación y futuro es necesariamente hablar de educación y presente. Y Urcola, es una de las personas que con más interés piensa ese presente. Formado en la UBA, con un MBA por la Universidad de Belgrano y una Maestría en Economía Internacional por L’Ecole Nationale des Ponts et Chaussées de París, Urcola se desempeña como director de Educación Ejecutiva de la Universidad de San Andrés.
Si bien es cierto que la idea de que los empleos del futuro todavía no existen es casi un lugar común —todas las generaciones crecieron con la sensación de que todo estaba cambiando—, estamos ahora ante una aceleración de ese cambio. “La estimación del 65% es del World Economic Forum”, dijo Urcola, “y tiene cinco años de antigüedad”. Este cambio afecta de manera directa cómo se enseña y cómo se aprende, ubicando fuertemente al estudiante en el centro de atención. “Si empezamos a pensar en aprendizaje”, continuó Urcola, “lo que importa es que aprenda el alumno. Y si lo que importa es que aprenda el alumno, quizás hace falta un educador. O quizá no”.
Lego Learning
Diferentes modelos de enseñanza rompieron el esquema tradicional de la formación académica. Si históricamente la formación implicaba cuatro o cinco o seis años de estudios superiores y luego el alumno salía a hacer su camino en el ambiente laboral, hoy, el mercado impulsa una manera de trabajo que no necesariamente puede esperar ese tiempo sino que, por sobre todo, requiere de una formación continua. Urcola usó la metáfora de los bloques de Lego: formaciones más breves y muy enfocadas sobre un tema que permiten el desarrollo laboral, y que se van sumando como en una pared de bloques a lo largo de la vida.
Dos ejemplos: Soy Henry y Arbusta. Ambos tienen capacitaciones precisas que dan salida al mundo del trabajo —o de los trabajos: lego works—. “Aprender pedacitos de cosas que te sirven para aprender pedacitos de trabajos, y así cada vas encontrando caminos. Hoy somos más líquidos”.
—Estas plataformas apuntan sobre todo a personas de bajos recursos o clase baja. ¿Quiere decir que la universidad es para la clase alta?
—La universidad no es para la clase alta, pero hay un montón de elementos que provocan que las personas humildes no lleguen a la facultad, aunque sea gratis. La universidad no es para los ricos, pero los modelos económicos no fueron exitosos en tomar a toda la población y lograr que a ese bien, que es la escuela pública, puedan acceder todas las personas humildes porque hay otros factores previos a los que llegar. Los Estados y las empresas tienen que ponerse de acuerdo para resolverlo. Mientras tanto, cada uno tiene que tomar su cuarto de milla, como hacen Arbusta y un montón de otros emprendimientos, que dicen: “Yo no puedo arreglar la educación de Argentina, pero voy a arreglar a 400 personas por bimestre”. Y si muchos arreglan de a 400 personas por bimestre, se arreglan muchas cosas.
En la pandemia se dio un fenómeno que se llama “La gran renuncia”: en Estados Unidos cuatro millones y medio de empleados renuncian por mes a sus trabajos
—Cuando se empezó a usar la tecnología en las empresas, se decía que las máquinas nos iban a dejar a todos sin trabajo.
—Por eso me encanta no hablar de futuro: porque el presente te sorprende. El World Economic Forum decía que el 55-60% de los trabajos iban a ser reemplazados por cuestiones mecánicas. Un ejemplo muy sencillo era el del cajero del supermercado: en Estados Unidos se preguntaban qué iban a hacer los cajeros cuando todo fuera automático, porque, con los lectores de código de barras de los productos, pasás con el carro y ya te factura. Pero vino la pandemia y se dio un fenómeno que se llama “La gran renuncia”: cuatro millones y medio de empleados renuncian por mes a sus trabajos. Los primeros que renunciaron son los que hacían ese tipo de trabajo. Todos pensaban que no iba a haber trabajo para los cajeros del supermercado y hoy están buscando cajeros porque todavía no llegaron a automatizarlo.
—¿Podemos hacer una clasificación entre oficios y otros trabajos que implican un aprendizaje más sostenido en el tiempo?
—Definitivamente hay una desigualdad enorme, pero en el mundo de la tecnología, una persona que termina el secundario con dos a seis meses de aprendizaje puede empezar a progresar en su trabajo. Ya no hacen falta cuatro años. Es verdad que hay muchos trabajos manuales que están menos remunerados, pero se ve una tendencia bastante grande —y en eso soy optimista— en que no va a faltar tanto para que muchos trabajos empiecen a estar muy remunerados. Los maestros, las enfermeras van a ganar más plata: en el mundo desarrollado está pasando; acá va a tardar más, pero va a suceder. Si me preguntás sobre el lego life, lego learning, lego working: todos nosotros podríamos estar preparados para el futuro si nos tomáramos una o dos horas por día para aprender algo. Si nunca nos consideráramos un producto terminado, sino como uno en proceso.
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