Desde hace cinco años, Guadalupe Díaz Costanzo está a cargo del Centro Cultural de la Ciencia (C3), un museo interactivo que pertenece al Ministerio de Ciencia y Tecnología de la Nación. En ese espacio pudo combinar sus vocaciones, porque Díaz Costanzo es profesora universitaria en Gestión Educativa en Museos y doctora en Ciencias Físicas.
Guadalupe fue una de los tantos referentes educativos y culturales que dijeron presente en el auditorio que Ticmas montó en la Feria del Libro, y habló con Laura Marinucci sobre la función de la transmisión de las ciencias. Fue un diálogo de dos apasionadas, por momentos lleno de humor, pero siempre con el foco puesto en la precisión y la pertinencia de los saberes.
¿Por qué es importante contar con un Centro Cultural de la Ciencia? “Hay varias respuestas posibles a ese por qué”, dijo Díaz Costanzo y destacó que, por depender el C3 del Ministerio, “de alguna manera somos parte de las políticas públicas en ciencia”. Por lo tanto, en la comunicación pública de la ciencia, el C3 tiene la responsabilidad “de diseñar programas y acciones pensando en facilitar el acceso a la cultura científica, al mundo de la ciencia a todas las personas”.
La pandemia nos rodea
¿Cómo se toma desde el C3 la relación entre ciencia y cultura? “Es parte de nuestra filosofía institucional”, señaló Díaz Costanzo, “entendiendo a la ciencia como parte de nuestra cultura, que no está exenta de conflictos, de debates éticos y morales y dar a conocer un poco esa trastienda de la ciencia”.
Tal vez la pandemia haya servido de alguna forma para dar a conocer cómo se construye el conocimiento científico y cómo los científicos debían comunicarse con la sociedad. Pero, a la vez, Díaz Costanzo señaló que la pandemia les dio “un cachetazo” en cuanto a la manera en que se dirigían a la gente: si bien hoy hacen muchas actividades con una agenda virtual, la panemia, dijo, los obligó a replantear la idea de espacio de exposición donde se pone el cuerpo para “enfocarse en las metodologías y estrategias para seguir funcionando; en este caso, llevado a lo virtual”.
“¿Cómo no nos dimos cuenta antes?”, se preguntó, “si veníamos reflexionando, dándonos la cabeza para cómo facilitar ciertas experiencias a ciertos públicos que no estén de manera presencial”.
Uno de los proyectos más gratificantes para Díaz Costanzo nació en pandemia: la exhibición Océano: volverse azul. “Es el lema que expresa la metáfora a la cual queremos aportar”, dijo, y reflexionó cómo como país estamos de espaldas al mar. La exposición, justamente, fue pensada para analizar cómo es la relación con el mar argentino al que muchas veces no consideramos: “Por ejemplo el dulce de batata, la sustancia gelatinosa se hace a partir de las algas que están en nuestro Mar Argentino”.
Vivir la ciencia
“¿Se preguntaron alguna vez cuántas veces estamos aislados, aisladas de todos los sonidos?”, preguntó Costanzo a la audiencia del auditorio. “En el Centro Cultural de la Ciencia hay una cámara anecoica en la que participaron muchos ingenieros, y uno puede meterse y quedar aislado de todos los sonidos. Incluso vamos a poder escuchar sonidos de nuestro cuerpo a los que no estamos acostumbrados”. Es muy interesante lo que sucede en esa cámara, porque se da una situación en la que la falta de sonidos hace también perder el paso del tiempo.
Para cerrar el encuentro, Guadalupe dijo que conocer el Centro Cultural de la Ciencia es conocer el Polo Tecnológico que “marcó un antes y un después en la historia de la Ciencia en la Argentina, y un antes y un después urbanístico”.
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