Martín Kohan, flamante ganador del Premio de la Crítica 2020 por el libro Me acuerdo (Godot), pasó por el auditorio de Ticmas en la Feria del Libro y habló con mucha soltura junto a Esteban Castromán de la literatura entorno a Malvinas. Podría pensarse, dijo justamente Castromán, que, a 40 años del conflicto, hay una literatura que toma las islas como escenario y otra en la que funciona como un telón de fondo, una resonancia, un eco.
“Se puede hacer una distinción”, dijo Kohan, “de las novelas que narran desde adentro, y, por lo tanto, tratan de recuperar o ficcionalizar las vivencias del combate. Aunque más que recuperar yo subrayaría ficcionalizar. Y están, como bien decís, relatos del afuera, de lo que podía estar pasando. La vida cotidiana fuera del escenario de guerra, pero durante la guerra”.
Cerca y lejos
Más allá de las variantes sobre cómo se posicionaron ciertas personas ante la guerra de Malvinas y sus reflexiones o cambio de pareceres a lo largo del tiempo, Kohan destacó que “hay un punto crítico que es que la guerra transcurría lejos. No sé si hablar de un remordimiento exactamente, pero sí algo que hay que procesar, que hay que elaborar. La guerra que no te toca, que en algún sentido te interpela, sobre todo en la adhesión, fervor patriótico, fervor nacionalista, causa antiimperialista, pero en todos esos matices, en todas esas diferencias, no deja de haber algo a resolver que es: la distancia”
Y agregó: “Hay algo que queda cifrado en el No bombardeen Buenos Aires, la canción de Charly; él detecta algo. En aquel recital que se hizo en Ferro, que termina además con escenografía de Renata Schussheim --una ficción del bombardeo en Buenos Aires-- que quizás hoy, a cuarenta años de distancia, puede parecer naif, pero que yo tenía quince años y estuve en ese recital, se veía como un despliegue impactante de transferir una dimensión vivencial a un escenario de escucha de música”. Kohan reflexionó, entonces, que la propuesta de Charly García logró justamente poner el acento en “La guerra en vos”.
Querer ir a la guerra
“Es interesante ver la figura del voluntario. Qué pasa con aquel que quiere ir a la guerra. En la ficción está tematizada y, en algunos casos, la figura del voluntario está parodiada”, destacó el autor de El país de la guerra (Eterna Cadencia, 2015). Y señaló: “Hay un cuento de Rodrigo Fresán, que se llama ‘El aprendiz de brujo’, que está en Historia Argentina, y que trata de un voluntario que va al frente de la guerra porque es fanático de los Rolling Stones y su plan es ir a la guerra, hacerse tomar prisionero, viajar a Londres y conocer a los Stones. Por lo tanto, la figura del voluntario se invierte y es exactamente lo contrario: lo que lo impulsa es su fervor por el rock inglés. Hay otro voluntario, en un cuento muy genial de Osvaldo Lamborghini, que se llama ‘La causa justa’, que es un grupo de oficinistas casi caricaturescamente argentinos; una tipicidad absoluta y en el grupo un japonés que se llama Tokuro y Tokuro es el que se anota como voluntario que adhiere a distancia”.
“Eso que percibió muy bien Charly García es ‘¿y si la guerra llega hasta acá? ¿y si me vienen a bombardear a mí?’. En un momento dice la letra: ‘Me van a tirar una bomba’. La guerra se vuelve un asunto personal porque detecta muy bien el problema que la distancia planteó para quienes estábamos siguiendo la guerra, pero no estábamos en la guerra”.
Narrar la guerra sin épica
Castromán sumó a la charla una lectura de Las islas, de Carlos Gamerro y Kohan destacó el trabajo de Fogwill: “En una relación muy rápida de vínculo con los acontecimientos, que es Los Pichiciegos, de Fogwill, que se publica en 1983; Fogwill la escribió en 1982 --durante la guerra-- y Fogwill quería que se publicara durante el mismo 82, con una ansiedad muy típica de Fogwill, pero además porque quería intervenir. Estoy mencionando Los Pichiciegos, porque Las islas se inserta en esa línea de la literatura argentina que, justamente, frente a la enunciación épica de la guerra heroica, plantea la alternativa paródica de la ironía y la sátira. Una guerra narrada no desde la épica ya la sacás del género”, señaló.
Pensando en ejemplos de guerras como Vietnam o incluso la guerra actual entre Rusia y Ucrania. Kohan aseguró: “Yo creo que hay algo con la guerra de Malvinas que no es la derrota, que no es la derrota en sí misma, porque las derrotas admiten épicas. Puede haber un héroe de la derrota, como hay una dignidad de la derrota, como hay un heroísmo posible en la derrota. Pero, en el caso de Malvinas, el punto no es que la guerra se haya perdido o que no hubiese otra chance que perderla. Cualquier analista lo mencionó así: no había posibilidad de que esa guerra no se perdiera; sino una especie de núcleo conflictivo para el propio emprendimiento de guerra y es que hubiera sido una desgracia política que esa guerra se ganara”.
Testimonios y lo silenciado
Al plantear la dificultad de darle épica a una guerra que “no convenía ganar”, Kohan pone el foco en los testimonios de los excombatientes a través de los textos de Federico Lorenz: “Tanto en sus textos ensayísticos como ficciones, hay una disposición a recuperar la dramaticidad que los soldados vivieron en el frente de guerra. Pero, en términos de componer una narración de la guerra como tal en su dimensión política, no ya en las vidas personales, Fogwill inmediatamente desaloja la épica porque no puede haber épica ahí y en su lugar poner la sátira, poner la picaresca”.
Incluso cuando Kohan piensa en su novela Ciencias morales, la guerra de Malvinas se ve como “un eco de un eco de un eco. Se hace presente en el libro por ausencia. Hay señales de que está ahí, y es tan notorio que es algo que está ocurriendo y de lo que no se habla que procure no que el silencio, sino lo silenciado --que no es lo mismo-- y el esfuerzo de silenciamiento es tan notorio que pensé que eso le podía dar en la novela a la guerra de Malvinas una presencia distinta y en algún sentido más intensa”.
Malvinas: ¿Queda algo por contar?
“Es difícil decirlo porque los ciclos de elaboración social de los hechos históricos son difíciles de adelantar y, si hay alguna perspectiva, yo todavía no la veo. Sí está claro que la literatura, como pocas veces, en la medida que se libera de relatos realistas, de mandatos documentales, de reproducir ficcionalmente una realidad abre perspectivas nuevas”, planteó Kohan. Y destacó: “Fogwill aceleró la elaboración colectiva. Los Pichiciegos, a mi entender, produjo una aceleración en la elaboración social de la guerra de Malvinas enorme porque fue vertiginoso lo que él abrió. Perspectivas que hubiesen llevado más tiempo para pensar la guerra en clave de absurdo”
“Me queda difícil pensar en qué perspectivas hay para contar, porque se agregaron capas. Por ejemplo, [Carlos] Godoy en La Construcción lleva la guerra a una construcción casi kafkiana; eso quizás no estaba”, indicó Kohan, que a la hora de pensar ciertas cuestiones nacionalistas reaccionarias sumó: “Los Pichiciegos fue un factor corrosivo de enorme valor”
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