En un sábado récord de visitantes en la Feria del Libro, el ministro de Educación de Tucumán, Juan Pablo Lichtmajer, estuvo en el auditorio de Ticmas presentando el ensayo que escribió a partir de la figura de Juan Bautista Alberdi, autor intelectual de la primera Constitución del país en 1853. “En lo personal”, dijo Lichtmajer, “después de tantos años de venir como lector, llegar hoy como autor es una emoción muy grande”.
Pero aún con el foco puesto en Alberdi, la noble igualdad (Penguin Random House, 2021), el encuentro derivó varias veces hacia la situación política del país, la desigualdad económica y los desafíos en materia de educación que enfrentan tanto la provincia y como la Argentina toda.
“Todos tenemos motivos para admirar la Constitución de Alberdi“, comenzó Lichtmajer en relación a la frase de Cristina Kirchner, que el viernes en Chaco dijo que admiraba la Constitución de 1853.
“Primero, porque es la firme decisión de ordenar al país”, continuó. “Recordemos que la Argentina había tenido cuarenta y tres años sin encontrar el punto de equilibrio, que es lo que busca Alberdi. El motivo de las guerras civiles era eminentemente económico; en términos contemporáneos, era una disputa sobre la distribución de la riqueza. En términos de Alberdi era ‘la distribución de los ingresos que generaban las exportaciones’. La Constitución mantiene tres demandas centrales de las catorce provincias argentinas de entonces: la primera era la libre navegación de los ríos, que era una demanda asociada al litoral; la segunda era tener una Capital Federal; y la tercera, que los impuestos de las exportaciones no quedasen exclusivamente en el puerto de Buenos Aires sino que fuesen distribuidos en toda la Argentina. La distribución equitativa que permita el desarrollo integral de la Argentina en el sentido federal tiene hoy absoluta vigencia.
—¿La coparticipación es el eco de aquella distribución que pedía Alberdi?
—Alberdi decía que no podemos importar modelos; que tenemos que desarrollar un modelo propio inspirado en el romanticismo alemán y en la idiosincrasia de los pueblos. Pero no hay desarrollo posible si no hay una mirada regional o multipolar de la Argentina. Cada una de las cinco regiones de la Argentina tiene un potencial único e irremplazable. Lo que hace falta es permitir que se generen las herramientas de desarrollo local, desde los municipios a las provincias y a las regiones para que la Argentina se desarrolle de manera multipolar. Nunca ha funcionado un modelo de desarrollo anclado en un punto, porque eso genera un centro y una periferia, y no es ese el modelo de desarrollo que necesitamos.
—El 9 de julio de 1816 se declara la Independencia en la Casa de Tucumán: ¡dos casas al lado vivía Alberdi! Y él, cuarenta años después, le da un orden a la Nación. ¿Cómo son esos cuarenta años para él?
—Alberdi nace en 1810; ese es otro dato interesante. Nace con la Revolución de Mayo y tiene en su vida tres etapas. La primera es una etapa de pensar la ley como el gran ordenador. Es decir: la que nos hacía falta, la ley de leyes. Hay que recordar que la Constitución de Alberdi es rechazada por Buenos Aires. El Congreso de San Nicolás de los Tres Arroyos aprueba la Constitución de Alberdi, pero la Provincia de Buenos Aires no la acepta y así tenemos a la Argentina dividida casi diez años. Alberdi explica los problemas de la Argentina, no como un problema de la falta de leyes, sino como un problema económico. Eso le permite decir que no hay un enfrentamiento entre civilización y barbarie, sino que es una civilización versus otra civilización. Ese es un tema absolutamente central. Alberdi desplaza el eje biologicista o más racial, que decía que en el interior había un problema biológico. Y, luego, hay una tercera etapa en la que se involucra con la manera en cómo contamos nuestra historia, que es poco conocida y está muy trabajada en el libro. Entonces ya no es el debate con Domingo Faustino Sarmiento sino con Bartolomé Mitre, en torno a la historia de Belgrano.
—Te interrumpo porque ahí quería llegar: ¿por qué Alberdi sí y Mitre no?
—Yo le escapo a las dicotomías. Creo que las complejidades son más superadoras que las dicotomías. Hay que entender el porqué del debate Alberdi-Mitre. Me parece que Alberdi da en la tecla al correrse de la civilización y la barbarie, y plantear con total conocimiento, que, en realidad, no se trataba de orden versus anarquía, sino que había en disputa dos órdenes posibles. Mitre lo plantea en términos más dicotómicos, en términos de que había una voluntad constitucional, republicana, liberal de --decía él-- la “Atenas del Plata”, que estaba rodeada de un desierto de barbarie. Alberdi supera eso y plantea una integración de la Argentina que tenga en cuenta las demandas de las Provincias; un planteo, dicho en términos actuales, federal.
—En Estados Unidos, el Norte que ganó la guerra civil. Hace varios años, José Pablo Feinmann, que era muy admirador de Alberdi, retomó esa lucha y dijo que en la Argentina había ganado el Sur. Quería preguntarte cómo se estructuró el país y por qué, aún con la Constitución de Alberdi, la economía está al revés.
—La organización federal de la Argentina es todavía un tema pendiente. Suponte que yo desde Tucumán quiero viajar a Chubut, tengo que venir a Buenos Aires para ir a Chubut.
—Peor: si desde Tucumán querés ir a Misiones, tenés que pasar por Buenos Aires.
—Nosotros tenemos un país tremendamente centralizado y eso tampoco es bueno para la ciudad de Buenos Aires o para lo que ahora se denomina el AMBA. No puede haber desarrollo con una ciudad rica y una Argentina pobre. Alberdi son “las bases” y la idea de la Constitución, pero, en realidad, el proyecto alberdiano fracasa. No es el proyecto que triunfa en 1862. Y luego ya en 1880, cuando el país se unifica, toma el parangón que hace José Pablo Feinmann respecto de la guerra de Estados Unidos --vaya siempre el tributo y el honor al pensamiento profundo y filosófico de José Pablo Feinmann-- y la organización nacional a la medida de Buenos Aires ya ha triunfado. En 1870 se termina la última posibilidad de la organización de la Argentina federal en serio con la muerte de Felipe Varela.
—Pasaron ciento cincuenta años: ¿no hay ningún cambio?
—Estructuralmente me parece que no. Hay una serie de cambios en cuanto al planteo retórico y han ocurrido algunos cambios que sería injusto no reconocer en la Constitución del 94. Ha habido cambios en términos políticos, ha habido cambios en términos discursivos. Ha habido idas y vueltas, pero estructuralmente la Argentina sigue adoleciendo de una política verdaderamente federal. Y cuando digo estructuralmente no me refiero solo a lo económico, me refiero también a toda una serie de subordinaciones culturales presentes en la Argentina de hoy.
—¿Cómo hace el Ministerio de Educación de Tucumán para sostener la identidad de los tucumanos en relación a la identidad nacional?
—¡Enseñando! [Se sonríe] Tucumán tiene un programa muy importante de formación continúa para las y los docentes con un eje central en educación e identidad. Si sos profesor de Biología o maestra de grado en Naturales, podés enseñar Biología con las especies autóctonas de nuestra flora y nuestra fauna. Si sos profesor o profesora de Física, podés tomar alguna de las grandes obras de infraestructura de Tucumán: El Cadillal, sus diques. Si sos profe de Historia, ni hablar. Si sos de Matemáticas podés hacer cálculos sobre la base de la altura de los cerros, el nivel del mar… Desarrollamos una serie de contenidos transversales para las distintas asignaturas, que es una característica de la educación actual. Enseñamos permanentemente en las aulas un orgullo tucumano que no es cerril --no es el orgullo de la autoindulgencia, que es muy peligroso; ni el de “El mundo somos nosotros, empieza y termina acá”--, pero sí partimos de la base de que un pueblo que no tiene orgullo, está condenado al fracaso.
—Decís “el mundo no termina acá” y pienso que estuviste varios años en Inglaterra. ¿Qué aprendiste allá?
—¡Aprendí la puntualidad! [Se ríe] Allá descubrí el Oriente. Nosotros estamos muy anclados en el Occidente, y desde Europa, y particularmente desde Inglaterra, descubrí el Oriente: todo lo que significa en nuestra vida, en nuestra formación como sistema global. Luego descubrí a Ernesto Laclau: fui a buscarlo, fui a estudiar con él. Descubrí el postestructuralismo como un lenguaje teórico, una herramienta de análisis que permite conjugar la deconstrucción en términos filosóficos, la lingüística estructural, el psicoanálisis, la filosofía postanalítica y, por supuesto, la teoría política. El libro es un libro de historia con su propia historia. Este libro se origina en Inglaterra, en la tesis doctoral.
—Antes de empezar me decías que estabas recorriendo muchas escuelas. ¿Qué clase de futuro imaginás para los estudiantes de la provincia y qué pasos están dando para llegar a él?
—El primer punto es recuperar la sensación y la idea de que hay futuro…
—Suena que lo que estás diciendo tiene una carga negativa muy grande.
—Hicimos una evaluación en el peor momento --en julio y agosto de 2020-- y teníamos un nivel de desvinculación total o parcial de alrededor de unos 25mil alumnos. Tucumán tiene 498mil alumnos en su sistema educativo. Es la provincia más pequeña en superficie, pero la más densamente poblada. Son mil quinientas escuelas, medio millón de alumnos, 36mil docentes.
—Y perdieron un 5%...
—Que hoy está de vuelta en las aulas. Pero yo digo volver a construir. Todo pasó de un viernes a un lunes. La diferencia es que los adultos tenemos mecanismos de defensa, tenemos resiliencia; nos caemos y nos levantamos. No entendemos algo y buscamos cómo explicarlo. Yo creo que con los chicos --desde los más chiquitos hasta los jóvenes en edad de egresar-- hay que reconstruir la idea del horizonte posible que sólo se alcanza con la educación. La pandemia deja muchas enseñanzas; la primera es que un mundo con este nivel de injusticia no es sustentable; eso ha quedado claramente sobre la mesa. Lo otro es que hay una serie de valores presentes en la cotidianeidad como el éxito económico, el éxito asociado a la fama, el éxito asociado al poder y ninguno pudo con la pandemia. Lo que pudo vencerla fue la vacuna. Y la vacuna sale de un laboratorio y en un laboratorio hay científicas y científicos que la han vencido. Lo que permite que la especie humana siga con vida es el conocimiento. Ese es un tema central: no hay herramienta más poderosa que tenga el ser humano como el conocimiento. Ahora hay que reconstruir, caminar. Las escuelas son un hecho territorial, no son un hecho teórico y no hay dos escuelas iguales. Vaya mi gratitud al sistema educativo argentino que, en un momento de absoluta zozobra no se detuvo.
—¿Qué se necesita hoy para que haya una verdadera federalidad? ¿Conectividad, rutas, una redistribución de la economía?
—Yo lo resumiría en inversión. Los ítems que mencionabas, a los cuales se podrían sumar otros, tienen que ver básicamente con poner las prioridades claras de un país. La educación es el nombre del bien común de un país. Parece una frase hecha, pero los clásicos por algo lo son. Creo que hay un hecho de inversión bien orientada, de inversión bien administrada, que tiene a la educación como una actividad absolutamente central, y esto también tiene una legislación que lo avala. La Argentina tiene leyes que estructuran, que son la columna vertebral del sistema educativo. Hay que avanzar en el cumplimiento de esas leyes. Habiendo pasado lo que nos ha tocado pasar, hay que retomar el camino de la inversión. Pero, vuelvo al libro, no puede haber libertad sin igualdad. Entonces hay que hacer una inversión equitativa.
—El jueves estuvo aquí el Ministro de Educación de la Nación, el Dr. Perczyk. Dio la entrevista, se subió a un avión en Aeroparque y se fue a Tucumán. ¿De qué hablan? ¿Qué le pedís al ministro de la Nación? ¿Cuáles son los acuerdos?
—Quiero rescatar el hecho de que el ministro Perczyk, como todos los ministros y ministras de la Argentina, camina el territorio. Más que pedirle, lo que trato es de dar. El federalismo no se construye de arriba hacia abajo sino desde abajo hacia arriba --aunque no me gusten las dicotomías--. En el Consejo Federal de Educación, que es un organismo democrático y resolutivo, las decisiones se adoptan generalmente por unanimidad. Hay cuatro o cinco cosas en las que están los grandes temas de la educación. El primero es la extensión de jornada: es decir más horas de clase, que es más conocimiento, que es más vínculo...
—Ciudad de Buenos Aires tiene 192 días de clase. La ley marca 180. ¿A cuántos días de clase está llegando Tucumán?
—Yo estoy hace seis años y medio como ministro. Salvo en 2020 y 2021, que han sido de transición, cumplido 182 días de clase todos los años. No hemos tenido paros, por los consensos. Y este año aspiramos, como ha sido definido en el Consejo Federal, a llegar a los 190 días de clases. Pero con la medida que ya se ha anunciado y que se está trabajando en todas las provincias, de sumar una hora en todas las escuelas primarias de la Argentina, se dan treinta y ocho días más de clases. La extensión de jornada acorta brechas entre la educación de gestión privada y la educación pública. Hay que mitigar las divisiones.
LEER MÁS