Hoy se cumplen 70 años de la muerte de María Montessori. La pedagoga italiana ofreció un nuevo modo para enseñar en el aula: invirtió el lugar del alumno y el del docente. Tal fue su impacto que, más de un siglo después de la publicación de su primer libro sobre educación, su método se sigue impartiendo en distintos rincones del mundo. Y la Argentina no es la excepción.
Como directora de una clínica psiquiátrica asociada a la Universidad de Roma, Montessori observó un fenómeno que marcó un cambio de paradigma en campo pedagógico, que aún hoy se discute: según ella, los niños tienen dentro sí un patrón para su propio desarrollo, son ellos mismos y no los maestros los que dirigen su proceso de aprendizaje, los que construyen al fin y al cabo de su propia personalidad.
Esa premisa se convirtió en un método educativo. A los adultos ya no se los menciona como maestros sino como guías que estimulan a los chicos a descubrir su propio potencial, los ayudan a desarrollar confianza y a acercarse al aprendizaje. Pero siempre el protagonista del proceso es el mismo niño.
Con todos los cambios sociales, culturales y tecnológicos que hubo desde la creación del método hasta hoy, ¿sigue siendo vigente? “La gran fortaleza del método Montessori es estar cimentado sobre los fundamentos de la naturaleza humana. Por eso, no ha habido que hacer grandes adaptaciones. De todos modos, la Association Montessori Internationale, creada por la propia pedagoga para la difusión y preservación de su legado, tiene un Comité Científico Pedagógico para la revisión permanente”, respondió a Infobae Constanza Carballo, cofundadora y directora ejecutiva de la Fundación Argentina María Montessori (FAMM).
Cuando la fundación empezó a formar en la metodología, apenas había 3 escuelas Montessori en el país. Hoy son 50 proyectos educativos los que trabajan con el método. Su día a día es muy distinto al de una escuela convencional. Los chicos trabajan manipulando materiales concretos, muchas veces fuera del aula, en espacios abiertos y sin un maestro que está por delante de ellos dando una clase magistral, sino como acompañante. Para Montessori, la alegría del niño debía ser tomada como un indicador de éxito del sistema educativo.
De hecho, los cursos tradicionales tampoco existen. Los chicos se organizan en cuatro grandes grupos: de 0 a 3 años, de 3 a 6 años, de 6 a 12 años y de 12 a 18 años. Es decir, los niveles tradicionales -maternal, inicial, primario y secundario- trabajan todos juntos, sin distinción de edad.
En los primeros años de vida, la educación Montessori se concentra en el desarrollo del habla, el movimiento coordinado y la independencia. Entre los 3 y los 6 años, además de la parte sensorial, el currículum abarca lenguaje y matemática. Ya con edad de primaria el plan de estudios incluye cinco de lo que denominan “lecciones”: desarrollo del universo y de la tierra, desarrollo de la vida, desarrollo de los seres humanos, comunicación por signos e historia de los números. En la adolescencia, por su cercanía con la adultez, el método pretende acercar al joven al “mundo real”, tanto dentro de un entorno social como profesional.
El guía presta atención a las necesidades de cada chico. Su labor es ofrecer oportunidades de aprendizaje acorde a los intereses o dificultades que muestran. Pero al fin y al cabo el objetivo es que intervenga cada vez menos, que su presencia se vuelva cada vez menos necesaria y sean los propios estudiantes quienes lleguen por su cuenta a aprender. De ahí la controversia que suele generar este método.
Previo a convertirse en guías, los adultos deben pasar por una formación en un centro Montessori. Según comentan desde FAMM, no siempre son docentes quienes se interesan por esa forma distinta de enseñar y aprender. “Aquellos que son ya docentes, al llegar por motus propio, encuentran respuestas a intuiciones o desencantos que tenían en el ‘sistema tradicional”', lo cual no quita que sea un desafío. Pero también hay personas que no necesariamente estuvieron frente de un aula. Esta variedad enriquece muchísimo ya que proceden de distintas disciplinas”, explicó Carballo.
Uno de los cuestionamientos que suele recibir filosofía es que su acceso está destinado a grupos de alto poder adquisitivo, al menos en la Argentina. “No es así”, expresó Carballo. “Hay espacios Montessori en los sectores público, privado y social. Hay de hecho espacios gratuitos en sectores vulnerables. Cuando la educación pública abrace la educación Montessori podrá ser masiva y gratuita. Mientras tanto celebramos que haya algunas personas pioneras, líderes y arriesgadas que apuesten por la educación M y la ofrezcan a través de sus escuelas”, agregó.
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