No es novedad que la pandemia y el covid pusieron en crisis al sistema educativo. Como tampoco es novedad el enorme esfuerzo que durante ese tiempo pusieron los docentes para afrontar los desafíos a superar. Fueron dos años con el énfasis en sostener las urgencias del trabajo cotidiano, sin descuidar la función de la educación. Maestros y profesores, entonces debieron pensar en cómo resolver los problemas que se daban en el pasaje del aula a la no presencialidad sin dejar de pensar en la formación de jóvenes para que alcancen la autonomía y la preparación para la vida.
Ahora, que un nuevo ciclo lectivo que comienza, con todos los aprendizajes de este tiempo y con la “nueva normalidad” tan cerca que parece que ya estamos viviendo en ella, es un buen momento para pensar el futuro, para “volver al futuro”. La experiencia educativa Ticmas invitó a importantes referentes a participar en dos jornadas de diálogo y debates para avanzar en todo lo que involucra la educación a largo plazo.
En el primer encuentro participaron Manuel Vidal, jefe de Gabinete del Ministerio de Educación de la Ciudad de Buenos Aires, y Santiago Bermúdez, director de producto de Ticmas. El encuentro fue moderado por Patricio Zunini y estos son algunos pasajes de la charla:
—Antes de hablar del futuro, les pregunto por el pasado: ¿qué aprendieron en la pandemia? Es una pregunta abierta: puede ser a nivel personal, laboral, de gestión, etc.
Manuel Vidal: Lo primero que descubrimos es que algunas cosas que creíamos que la tecnología podía resolver por sí misma, en términos educativos no era tan así. Creo que, incluso muchos de los que creíamos que la tecnología iba a ser un factor absolutamente disruptivo en la educación descubrimos que, para determinado segmento etario, siguen siendo necesarias instancias de presencialidad, que tienen que ver con el bienestar emocional. Dicho esto, pienso a la vez que la pandemia resultó ser un factor catalizador espectacular para muchísimas cosas que, sobre todo en Argentina, hubieran tardado muchísimos años en suceder. Estábamos trabados en una burocracia del miedo, y la pandemia resultó un catalizador para acelerar procesos que en otras partes del mundo ya venían sucediendo, y que, sin duda, nos dejan un terreno fértil para hacer pie y avanzar en términos de inclusión tecnológica.
Estábamos trabados en una burocracia del miedo y la pandemia resultó un catalizador para acelerar procesos que en otras partes del mundo ya venían sucediendo (Manuel Vidal)
Santiago Bermúdez: Un punto a destacar es que nuestros docentes son muy resilientes. Que, con acompañamiento y formación mediante, pueden adoptar herramientas de tecnología, y que hoy esas herramientas se aprovechan no solo en la no presencialidad, si no también en la presencialidad. Desde ese lugar, hay un aprendizaje muy rico sobre cómo trabajar la adopción de la tecnología en la formación de docentes, estudiantes y otros miembros de la comunidad. En ese sentido, los que trabajamos en tecnología educativa nos dimos cuenta de que había algo que no hacíamos de la mejor manera en cuanto al acompañamiento: creíamos que tenía que ser simple y libre, y quizás debe tener un poco más de compañía, de formación, etc. Y agrego algo más: aprendimos que algo muy único sucede adentro del aula, es una experiencia vivencial irremplazable. Y lo que tenemos que buscar es cómo emular esa experiencia, no solo en el contexto áulico sino también en otros contextos.
—Hay una idea que es casi un lugar común: suele decirse que la mitad de los trabajos que existirán en diez años todavía no se han creado. Debo decir que es una frase que escucho desde hace por lo menos veinte años, pero ¿qué habilidades se deben abordar con los estudiantes para que estén abiertos a esa posibilidad?
Manuel Vidal: En la Argentina tenemos, para hablar en términos económicos, un problema de flujo y un problema de stock. Tenemos que pensar en el futuro, pero, como diría el Indio Solari, el futuro llegó hace rato. Entonces hay que trabajar en las habilidades del presente que muchos de nuestros alumnos todavía no tienen, y también hay que trabajar para que muchos de los adultos puedan reconvertir sus perfiles ante trabajos que van a desaparecer. Porque, cuando se creen, aquellos trabajos en parte van a reemplazar a los que existen. No solo necesitamos trabajar con lo que viene, sino con lo que ya tenemos.
" Pero claramente también hay que pensar en ese futuro. Nosotros tampoco conocemos el mundo que viene. Sabemos muy poco sobre el futuro; sólo sabemos que la tecnología va a ser cada vez más protagonista. Por lo tanto, es fundamental derribar algunos miedos que hay en torno a la tecnología. Las personas le tienen miedo a la tecnología porque consideran que ese futuro no los incluye y, entonces, se resisten. Es muy lógico. Si nosotros no logramos que los docentes —que son la piedra angular, los verdaderos agentes de cambio en las escuelas— se apropien de estas herramientas y tecnologías, no vamos a lograr que se bajen esas barreras. Hay que dejar de considerar a la tecnología como un muro que me excluye, para verla como un puente que me une con otras posibilidades. Hay que desmitificarla, hay que bajarla del pedestal. Uno piensa que la tecnología es para eruditos. La tecnología no es para las élites: justamente la enorme disrupción que generó es porque se democratizó, porque puso el conocimiento al alcance de la mano de todas las personas, con un teléfono celular.
Hay que trabajar con qué nos pasó en estos dos años, cómo nos afectó en nuestro cuerpo, en nuestro corazón, en nuestra mente. Es una discusión que se tiene que dar en las aulas. Dejemos abierto ese espacio aún cuando regresemos en completa presencialidad. (Santiago Bermúdez)
Santiago Bermúdez: Coincido con Manuel. A mí también a veces me dan miedo algunos avances porque no los conozco, no los entiendo. Yo suscribo enormemente este punto que decías, que gran parte de los trabajos que hoy existen no van a existir en el futuro, y que, en cambio, va a haber otros, con otro tipo de valor agregado, y van a requerir otro tipo de habilidades. Lo primero que hay que remarcar —y lo decía Manuel— es que los verdaderos agentes de cambio de la educación son los docentes. Los docentes siempre están un paso más allá de lo que hacemos en ministerios y compañías de tecnología educativa. Hay mucho para aprender de ellos y de cómo están bajando estas nuevas realidades y estos nuevos conocimientos y estas nuevas habilidades necesarias a sus estudiantes.
" Después de ese ejercicio, hay algunos puntos en donde creo que ya todos estamos de acuerdo. Tenemos que desarrollar mucho más las habilidades más blandas; por citar algunas, el trabajo en equipo, el pensamiento crítico, la habilidad de aprender a aprender, la creatividad. Creo que hacemos esfuerzos desde todos los sectores de la educación para desarrollarlas cada vez más. En ese punto vuelvo a lo que decía antes: yo creo en una educación más vivencial y en trabajar los entornos en los cuales esa educación se puede llevar adelante. Qué más podemos hacer o en dónde más podemos hacer. Qué otros entornos educativos podríamos tener más allá del aula o el zoom o el meet. Y, tomando algo de lo que decía Manu, más allá de mirar al futuro, es importante mirar al hoy. Hay que trabajar con qué nos pasó en estos dos años, cómo nos afectó en nuestro cuerpo, en nuestro corazón, en nuestra mente. Es una discusión que se tiene que dar en las aulas. Dejemos abierto ese espacio aún cuando regresemos en completa presencialidad.
—¿Qué prácticas deberían abandonarse o, por lo menos, trabajar para que se abandonen en un futuro cercano?
Manuel Vidal: Es una pregunta difícil. Seguro, una de las grandes claves que dejó la pandemia fue entender que hay momentos para la presencialidad y que el vínculo entre las personas es importante y que, sobre todo cuando los chicos están dando sus primeros pasos, necesitan aprender con el otro. Además, lo que vimos en Argentina es que las brechas de desigualdad hacen que uno no pueda plantear una educación virtual como un modelo perfecto, porque depende del contexto habitacional en el que uno vive, depende no solo de la posibilidad de tener conexión a internet y el equipamiento, si no también del acompañamiento. Y había chicos de primer, segundo y tercer grado, cuyos padres o madres tenían que salir porque tenían un trabajo que se realizaba necesariamente de forma presencial.
" Durante la pandemia, nosotros vimos un boom de capacitación. Los docentes eligieron como nunca antes capacitarse. Tuvieron una demanda mucho mayor que en la presencialidad porque no había horarios, recibían comunicaciones de los padres a cualquier hora, además de los problemas cotidianos que ellos tenían, y, sin embargo, eligieron capacitarse. Muchas veces en cursos autoasistidos, que fue un modelo que trabajamos con Santiago. No lo tenía la Ciudad de Buenos Aires, y empezamos a desarrollar módulos de capacitación autoasistida para que el docente, de forma asincrónica y en el tiempo libre que tenía, pudiera completarlos sin la necesidad de un tutor. A su vez, eso te permite llegar a muchísimos más docentes. A una escala mucho más grande a un costo más bajo. O al mismo costo de un curso con el que llegabas a un número limitado de docentes. Yo hablaba del factor catalizador: si antes uno hubiera planteado este modelo, habría parecido que uno quería ahorrar recursos. Pero, en realidad, lo hicimos por necesidad y descubrimos que era mejor.
Eso es lo que tenemos que hacer: utilizar la tecnología como una herramienta para las nuevas formas de aprender y las nuevas formas de enseñar (Manuel Vidal)
" Y no pasó solamente los docentes. Vimos un crecimiento de alumnos que dicen haber cursado distintos trayectos en su casa. Además de las clases, siete de cada diez jóvenes dicen haber llevado adelante algún tipo de curso virtual. Eso, evidentemente es una enorme oportunidad. Tenemos que pensar algunas cosas para salir del papel: salir de las cosas que por ahí resultan un poco aburridas y considerar que los chicos pueden, por ejemplo, aprender a leer y a escribir utilizando la computadora. Nosotros, también con Santiago, estamos trabajando en un módulo que tiene que ver con mejorar las prácticas del lenguaje. Hay un serio problema de alfabetización entre primer y tercer grado, y, como vemos que los chicos querían usar la computadora, encontramos la forma de que, al usarla computadora, aprendan a leer y escribir.
Santiago Bermúdez: Como no soy funcionario, puedo decir esto con un poco más de libertad: yo aboliría las clases magistrales. Pero esto es en la teoría, porque yo también soy profe y me cuesta un montón y siento que necesito mucho entrenamiento para salir de ahí. En este sentido, lo que estamos haciendo en conjunto con el gobierno de la ciudad en cuanto al aprendizaje basado en proyectos es un montón. Nosotros proveemos una tecnología, pero lo que hacen es mucho más grande. Me gustaría que Manu pueda contar un poquito de eso.
Manuel Vidal: Lo que tratamos de hacer es que los docentes de distintas disciplinas puedan encontrar en una plataforma diseñada a medida para los contenidos de la ciudad de Buenos Aires la forma de interactuar para que los chicos puedan trabajar con proyectos. Salir de la lógica más tradicional de las asignaturas para ir a una lógica más multidimensional. Esta idea venía de un cambio curricular que tiene que ver con la secundaria del futuro, pero logramos plasmarlo junto a Ticmas en una serie de módulos sumamente atractivos, y que los propios docentes nos están diciendo que son espectaculares para su uso. Eso es lo que tenemos que hacer: utilizar la tecnología como una herramienta para las nuevas formas de aprender y las nuevas formas de enseñar. Tenemos muchas expectativas puestas en este proyecto que está funcionando y que ojalá pueda escalarse al resto del país.
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