Qué aprendieron los docentes en la pandemia

Maestros, profesores y directivos de instituciones públicas y privadas hablan de aquellos aprendizajes que les dejó la pandemia: desde el uso de la tecnología hasta una nueva confianza en el trato personal

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Los profesores debieron apostar a la resiliencia y el compromiso para afrontar los desafíos de la pandemia
Los profesores debieron apostar a la resiliencia y el compromiso para afrontar los desafíos de la pandemia

Optimismo. La palabra que mejor le queda al comienzo del nuevo ciclo lectivo que se avecina es optimismo. Porque, más allá de los problemas —políticos, económicos, laborales— que siempre asedian, da la sensación de que la pandemia está retirándose.

Vacunación mediante, el coronavirus pierde fuerza y, después de dos años de incertidumbres y tensiones, la escuela se prepara para arrancar el año que definitivamente va a decirle adiós a la cuarentena, las burbujas y los aislamientos preventivos. Es posible que todavía se den algunos sobresaltos, pero cada uno tendrá la sensación inevitable de ser el último, el que cierre la historia.

Estamos a las puertas de una nueva etapa. Pero este tiempo de desafíos dejó también saberes. Y los docentes llegan a la anhelada “nueva normalidad” con esos aprendizajes. En este artículo, maestros, profesores y directores de instituciones públicas y privadas cuentan qué es lo que pudieron rescatar de la pandemia.

"Entre todas las cosas que incursioné para llamar la atención de los pibes hasta daba clase con el perro", dice Ingrid Stegman
"Entre todas las cosas que incursioné para llamar la atención de los pibes hasta daba clase con el perro", dice Ingrid Stegman

Ingrid Stegman, profesora de Geografía en el Colegio Pellegrini:

Al principio de la pandemia me dio mucho miedo la tecnología, porque no soy de una era tecnológica y no sabía si iba a poder usarla. Pero, gracias a la ayuda de mis hijos, que son adolescentes, lo logré y después me entusiasmé y empecé a incursionar en aplicaciones y en formas de enseñar. En un momento incluso llegué a creer que era lo mejor que nos quedáramos en casa. Tenía miedo de enfermarme y creía que la virtualidad era lo mejor y que los chicos iban a tener que adaptarse. Hasta que volví al colegio. El día que volví me di cuenta de que me faltaba un pedazo de mi vida. Si bien considero que mis clases por Zoom eran buenas, son muchísimo mejores personalmente. Se comparte la mirada, la complicidad, las discusiones. Aprendí que no hay nada más importante que el vínculo. Y que no hay que tener tantos miedos.

“La pandemia reforzó en mí la importancia de los vínculos en los procesos de enseñanza y aprendizaje” (Agostina Pulice)

Agostina Pulice, tutora del Colegio La Salle:

La pandemia reforzó en mí la importancia de los vínculos en los procesos de enseñanza y aprendizaje. Creo que eso es lo que hace la diferencia a la hora de adquirir contenidos. El año pasado, primero con las burbujas y luego con los cursos completos, algo se repetía en el discurso de los chicos: la mayoría coincidía en que se aprendía más en la presencialidad. Siento que eso no está ligado a cuestiones metodológicas —es cierto que la virtualidad nos obligó a los docentes a reformular metodologías y buscar nuevas herramientas y recursos—, sino, más bien, me parece que da cuenta de la importancia del intercambio y de cómo a través del encuentro con otros somos capaces de construir pilares más sólidos. Y, por sobre todo, la importancia de la escuela en su función socializadora. Lo que es capaz de aportar más allá de los contenidos específicos de las asignaturas.

Fernando Leiva
Fernando Leiva

Fernando Leiva, director general del Colegio Ibarbourou:

En lo académico aprendí que es posible otra manera de enseñar, de llegar a los jóvenes y acompañarlos mientras aprenden con tiempos que no son los que impone la escuela en su rutina presencial, y aplicando tecnologías que nunca hubiese utilizado en el aula así, de golpe, si esto no ocurría. Y lo más sorprendente es que los jóvenes… aprendieron y se entusiasmaron. Muchos incluso a un ritmo mayor de aprendizaje. No voy a negar que adoro verlos en el aula desde que volvimos a la presencialidad, pero no hay que abandonar las prácticas digitales, sino potenciarlas en la nueva etapa que nos toca.

Desde lo personal, en mi rol de gestión directiva, pude hacer una introspección en estos tiempos de aislamiento total, desarrollando más tolerancia y sabiendo esperar a que cada uno pueda entender el cambio, a leer mejor las emociones que cada miembro de la comunidad educativa fue experimentando, cada uno con sus temores e incertidumbres. Pienso que eso nos fortaleció, nos quitó miedos, nos permitió planificar de otras formas el ciclo escolar dejando espacio para el contratiempo que pueda aparecer pero predisponiendo a todos con una actitud positiva, sensible y solidaria que nos permita resolver problemas en equipo y que nadie se sienta solo. Desarrollar y potenciar estas maneras de trabajo y sostenerlas en el tiempo es el verdadero desafío.

“Si tengo que decir dos aprendizajes positivos: la capacidad de resiliencia y la capacidad de reinventarse según las circunstancias lo ameriten” (Ivana Gambarrutia)

Ivana Gambarrutia, rectora del Colegio Boston:

Desde lo personal, la pandemia me dejó como enseñanza que los tiempos que corren son más cambiantes que nunca. Si bien hubo una aceleración en los últimos treinta o cuarenta años —y es una aceleración exponencial—, la pandemia trajo cambios con un vértigo aún mayor. En los últimos dos años tuvimos que adaptarnos a una escolaridad completamente distinta en cuanto al modo, los tiempos, las certezas e incertidumbres.

A la vez, tuvimos que convivir con cambios constantes que se tomaban en relación a lo sanitario y, en consecuencia, en relación a lo educativo. El ser humano se guía por un cierto orden y una cierta rutina; más todavía los adolescentes. El año pasado, entre marzo y julio, se establecieron cinco sistemas completamente distintos que cubrían tres semanas de trabajo y luego cambiaban en las tres semanas siguientes y así sucesivamente. Eso desordenó muchísimo a los chicos y también a los docentes, por lo que hubo que trabajar mucho con ellos. Por eso, para cerrar, si tengo que decir dos aprendizajes positivos: la capacidad de resiliencia y la capacidad de reinventarse según las circunstancias lo ameriten.

Javier Rincón
Javier Rincón

Javier Rincón, rector del Colegio Bayard:

Uno de los grandes desafíos desde el comienzo del lockdown en 2020 era cómo transformar la educación tradicional en algo sin precedentes. Si bien había experiencias de universidades online, nunca estaban condicionadas por una cuestión sanitaria de esta gravedad. Por lo que hubo que apuntalar anímica y psicológicamente a docentes y alumnos. Hubo que hacer una adaptación curricular, recortar contenidos, replantear ritmos; hubo que adaptar la exposición del docente para que los chicos no estuvieran siete horas delante de la pantalla recibiendo clases de manera tradicional. Hubo que dar tiempos, desarrollar nuevas estrategias, grabar clases, dictarlas en modalidad asincrónica y ser muy disciplinados en la revisión de la efectividad de estas estrategias para hacer ajustes casi semanales. Abrimos canales de discusión, de observación, de diálogo y de contención con alumnos y con profesores. Se puso el esfuerzo en sostener el vínculo para que siguieran sintiendo que pertenecían a una institución. Yo creo que esas formas de diálogo son buenas y van a quedar.

“Aprendí que en la virtualidad se podía tener vínculos profundos a pesar de las pantallas” (Gabriela Ocaño)

Diego Devia, director del Colegio Manuel Belgrano. Destaco como aprendizaje el desarrollo de la capacidad de reflexión en cuanto a la flexibilidad de los procesos de aprendizaje. De ir pensando y repensando la propuesta didáctica en función a cómo se iban desarrollando los acontecimientos respecto de los tiempos que tuvo la pandemia. Y, por otro lado, cómo acompañar las trayectorias diversas de aquellos niños, niñas, jóvenes y adolescentes que por algún motivo fueron discontinuando la participación o tuvieron que mantener más desde la virtualidad el sostenimiento de la trayectoria pedagógica. La pandemia también nos vino a confirmar la importancia que tiene la escuela como lugar de contención para el acompañamiento emocional, para el desarrollo y crecimiento emocional de nuestros niños, niñas, jóvenes y adolescentes.

Gabriela Ocaño, ex profesora de Informática en el Colegio Nacional Buenos Aires. Con la pandemia aprendimos a apreciar pequeñas cosas como la proximidad y poder responder una consulta cara a cara. Pero también aprendí que en la virtualidad se podía tener vínculos profundos a pesar de las pantallas. Hemos trabajado proyectos muy lindos con un grupo que en 2020 tuve nada más que una clase presencial y todo el resto del año trabajamos en forma virtual. Y también se pueden aprender temas que parecen difíciles, como programar. Se puede enseñar y se puede aprender a pesar de la no presencia física. Todo andaba súper bien.

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