“Acompañar a los estudiantes a descubrir su vocación”. Ese fue el título con el que participó Flavia Pittella en el Congreso Internacional de Innovación Educativa (#CongresoTicmas) que se realizó en la Ciudad de México y contó con la presencia de alrededor de 50 invitados de América Latina.
La ponencia de Pittella hizo foco en cómo se revela una cierta presión inconsciente sobre el futuro de los adolescentes cuando ellos están terminando los estudios. “La escuela”, señaló, “tiene una vocación por inculcar la Academia y, entonces, les preguntamos a los chicos qué van a estudiar, asumiendo que seguirán una carrera universitaria. Esto lleva a dos grandes preguntas: por un lado, si los chicos tienen la edad suficiente para saber qué quieren estudiar —porque de eso se desprende qué quieren ser, como si ser abogado fuera una condición del ser y no una profesión—, y si la escuela provee las herramientas necesarias para que esos chicos puedan saber qué quieren ser”.
Los niños siempre dicen que quieren dedicarse a las profesiones que comprenden. Un chico de 5 o 6 o 7 años dirá que de grande querría ser bombero, camionero, piloto de avión o recolector de basura antes que ingeniero naval o abogado especializado en derecho penal. Estos trabajos encierran una abstracción muy grande para ellos. “Pero muchas veces”, continuó Pittella, “en el secundario pasa algo que en cierto sentido se parece a esto y entonces es muy común que los chicos elijan aquellas profesiones de las que se habla mucho, que son más masivas, que son interesantísimas pero no son las únicas”.
La propuesta de Pittella está lejos de restarle importancia a las carreras universitarias —”Yo soy el resultado de la universidad pública en la Argentina”, dijo, “me cambió la vida y soy una fiel defensora, sobre todo, de la universidad pública”—, pero sí de quitarle la presión a los estudiantes de tener que definir un rumbo académico estricto y definitivo. “El universo de posibilidades laborales y vocacionales”, dijo, “es tan amplio que la escuela debería trabajar mucho más el concepto de vocación. Con tanto acceso a la información, nuestros chicos están un poco mareados con respecto a qué quieren ser. La escuela debería tener el rol fundamental de gestar espacios en donde los chicos puedan descubrir su vocación. Nadie puede saber que le gusta cantar si no canta o que le gusta el arte si no entra en un museo”.
Pittella, entonces, contó que desde hace quince años viaja con un grupo de estudiantes a punto de egresar a la ciudad de Buenos Aires con la idea de ver de forma distinta el universo del trabajo: “Desde que nos subimos al tren les pido que miren todo con ojos de vocación. Aquí hubo alguien que diseñó el tren, alguien que se especializa en vías, alguien que conduce el tren, alguien que está detrás de cada una de las cosas que miramos. Los chicos vuelven con la enorme sensación de tener el mundo por delante, que van a poder ser felices haciendo aquello que emprenden, y que no pasa nada si estudian una carrera y se dan cuenta de que esa no es su vocación”.
“El rol de la escuela en el siglo XXI”, cerró, “es ayudar a cada uno de nuestros alumnos a que encuentren qué los haría felices hacer para mejorar el mundo”.
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