El récord de contagios, a pocos días de terminar el año, no modificó la idea del gobierno nacional de cara a la educación para 2022: presencialidad plena para todos los niveles desde marzo. Y en ese premisa ingresan las universidades, que salvo retornos puntuales funcionaron los dos años de pandemia a distancia, y hoy también miran con cautela el próximo ciclo lectivo.
Ayer el ministro de Educación, Jaime Perczyk, ratificó la intención de volver a una dinámica presencialidad equivalente -o al menos parecida- a la de 2019, cuando aún no había pandemia. Volvió a mencionar la ya palabra compuesta “presencialidad plena” en un acto que reunió a la mayoría de los rectores de las universidades nacionales y que puso en marcha un plan de obras.
“La obra pública tiene una finalidad concreta que es mejorar las condiciones de infraestructura para volver a la presencialidad plena en el mes de marzo, pero también tiene una potencialidad virtuosa que tiene que ver con la recuperación económica. Ese es el impulso reactivador que la argentina necesita y el restablecimiento del trabajo fortalece la universidad. Creemos, y en sentido trabajamos, que la actividad económica tiene que ir de la mano con el presupuesto educativo y universitario”, destacó Perczyk.
La frase del ministro no fue casual. Conocedor del sistema -es el rector en licencia de la Universidad de Hurlingham y hasta hace cuatro meses se desempeñaba como secretario de políticas universitarias- fue una manera de empujar la reapertura de las altas casas de estudio, que gozan de autonomía y prefieren avanzar más despacio.
El plan de infraestructura anunciado, “Obras complementarias”, consistió en una convocatoria a la que se sumaron 54 universidades nacionales por un monto de 2.500 millones de pesos. El objetivo justamente es reacondicionar los edificios para promover un regreso total a las aulas. Son en total 189 obras, que implican mejorar la ventilación, accesibilidad y evacuación, adecuar las instalaciones eléctricas, de iluminación, redes informáticas, gas y sanitarias y acondicionar los espacios exteriores para actividades académicas.
Sin embargo, del relevamiento que hizo Infobae surgen miradas mucho más cautelosas, ideas de regresos graduales a las aulas y preocupación por el aumento de los contagios. El retorno a la presencialidad plena desde el inicio del año académico, en marzo, parece difícil, por no decir inviable.
En el Consejo Interuniversitario Nacional (CIN), que nuclea a todos los rectores, explicaron que no hay una posición común, que se respeta la autonomía de cada institución, pero que el plan de infraestructura del Gobierno no exige un retorno total, sino que “ofrece esa posibilidad”.
En la UBA, que tiene a más de 300 mil estudiantes, la idea era avanzar hacia la presencialidad plena, pero en forma “gradual y cuidada”. Ahora observan con preocupación el ascenso exponencial de los casos y esperarán hasta marzo para saber cuál es la realidad sanitaria por entonces.
Por su parte, la Universidad Nacional de Córdoba (UNC) también tenía la misma intención, pero hoy advierten que el escenario cambió y reina la incertidumbre, más aún con la explosión de contagios a nivel local. En la Universidad de La Plata (UNLP), la otra de las instituciones de mayor alumnado, hablan de “avanzar hacia la mayor presencialidad posible en tanto las condiciones sanitarias lo permitan, teniendo a la virtualidad como un complemento”.
En tanto, en las instituciones privadas va a primar la asimetría. Según adelantó Rodolfo De Vincenzi, presidente del Consejo de Rectores de las Universidades Privadas (CRUP), hay casas que volverán a la presencialidad plena desde marzo, pero muchas otras que promoverán una dinámica híbrida, que combinará clases presenciales y virtuales. Incluso, señaló, habrá asimetrías dentro de cada universidad: facultades, carreras y hasta docentes elegirán la modalidad de enseñanza que crean más conveniente. No seguirán una línea uniforme.
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