Cuando se plantea la incorporación de la tecnología en la educación suele hacerse presente una serie de presupuestos, imaginerías, pensamientos a veces profundos y otras tantas veces mágicos. El desafío es abordar a la tecnología educativa desde una mirada integral, entendiendo sus límites, sus beneficios y los efectos que provoca.
La inclusión de tecnología en el ámbito educativo es uno de los debates más urgentes de la actualidad y el Congreso Internacional de Innovación Educativa (#CongresoTicmas) le dedicó varios encuentros. En el primero de ellos, que se realizó en la jornada inaugural, participaron Eduardo Yáñez —quien, con una amplia trayectoria en el sector público, hoy se dedica a articular proyectos públicos con SmartLearning—, Pilar Remis —con una experiencia de casi una década y media en ambientes multiculturales, presta servicio a proyectos de adopción de nube, big data, inteligencia artificial, y actualmente es account manager en Amazon Web Services—, y Santiago Bermúdez —director en Ticmas y miembro fundador de la Asociación de Emprendedores Argentinos (ASEA)—.
Aspectos de la inclusión tecnológica
“La inclusión tecnológica”, dijo Remis, “es la manera en que vamos a hacer llegar el aprendizaje a las diferentes comunidades, sin importar la edad de los estudiantes, el género, la localidad, si es una zona urbana o rural”. La especialista que hoy trabaja para el sector de Educación de AWS señaló que, si bien el desafío es solucionar el acceso de este tipo de aprendizaje —ya sea por ausencia de dispositivos o por problemas de conexión a internet—, esto implica “una intersección entre el gobierno, la industria privada, las universidades y todo el sistema de educación para generar programas y hacer llegar la enseñanza a estos estudiantes”.
“Yo agregaría”, sumó Yáñez, “que en el tema de la inclusión como política pública tiene que ver mucho la capacitación que se dé a los padres de familia, que se dé el conocimiento de qué es la innovación tecnológica”. Para Yáñez, no alcanza con proveer a la población de smartphones, tabletas y plataformas, sino que hay que capacitarlos en el uso. “Hay tantísimo contenido”, señaló, “pero necesitamos ir a la parte central de quién nos capacita a entender lo que hay. Nos falta desarrollar la educación digital; no sólo saber de redes. Necesitamos conocer y desarrollar las capacidades de los alumnos, los docentes, los padres de familia. No basta con digitalizar contenidos: necesitamos desarrollar competencias para el uso de la tecnología y entender el uso de la tecnología”.
En tanto Bermúdez destacó un rasgo central de la inclusión educativa, y es que “permite entender que cada estudiante es único y desde ese lugar todos los estudiantes son iguales”. La concepción de igualdad, pluralidad y multiculturalidad propia de América Latina queda en primer plano: “Tenemos que llevar un dispositivo a cada chico, tenemos que llevarles conectividad, pero sobre todo tenemos que entender qué es lo que sucede en cada una de sus comunidades, en cada lugar donde habitan. La tecnología tiene que ir acompañada del entendimiento de su cultura”.
En este sentido, contó el ejemplo de la comunidad muisca en Colombia, que, a través de un programa de inclusión educativa, recibieron computadoras adaptadas para usar su propio alfabeto. “No tenemos que usar la tecnología para colonizar con un alfabeto, como tampoco tenemos que llevarla solo para el chico acostumbrado a ciertos estándares que llamamos la norma. Hay muchísimos chicos y chicas con capacidades diferentes de escucha y de vista, y todas esas realidades tienen que ser atendidas. La tecnología nos puede ayudar a hacer un recorrido personalizado de aprendizaje que haga una educación más rica para cada individuo, atendiendo las necesidades de cada sociedad en general”.
El futuro llegó hace rato
De la mano con los desafíos expuestos va la pregunta sobre cómo adaptarse a los avances tecnológicos. “Los analistas confirmaban que lo que estamos experimentando ahora es lo que íbamos a vivir entre el 2025 y el 2030″, señaló Remis. Este adelantamiento impacta directamente en la manera en que nos relacionamos con dispositivos y conectividad, pero también con modelos de aprendizaje. “En este tiempo, por ejemplo, nació lo que se llama ‘Aula invertida’, en donde se le deja al niño la tarea de estudiar y los treinta minutos de la plataforma digital se utilizaban para debatir el tema que se había estudiado. En este tiempo hemos visto la adopción de la tecnología para aprender de una manera que nunca antes lo hubiéramos imaginado”.
“Es un lindo el ejemplo”, dijo Bermúdez. “El mensaje de este tiempo en el ámbito educativo tiene que ver con cómo educamos y qué educamos. Cada vez es más fuerte el trabajo de aula invertida como el del aprendizaje basado en proyectos. Pero si realmente queremos una educación inclusiva en región: ¿estamos trabajando en una educación para el desarrollo sostenible?, ¿estamos trabajando en una educación que deje en nuestros niños, nuestras niñas los valores de inclusión que conversamos acá?, ¿estamos trabajando para que la educación sea una educación que cuide más el planeta? Es importante que todos los que somos responsables de generar plataformas y contenidos trabajemos para que nuestras plataformas y nuestros contenidos se debatan en el aula, para que los docentes adquieran las capacidades de generar estos nuevos debates. Y es una responsabilidad colectiva: pública, privada, del Estado, de las empresas, de los padres, de las familias”.
“El interrogante”, dijo Yáñez, “es cómo capacitamos a aquellos que llevan la educación a nuestros hijos. Así como se entregan libros de texto gratuitos en México, también tenemos que entregar plataformas y teléfonos inteligentes. Hoy tenemos muchísima información, pero de qué sirve tenerla si no la potenciamos. El desafío está en desarrollar competencias y capacidades”.
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