“La fuerza del equipo es cada miembro individual. La fuerza de cada miembro es el equipo”. Esta es una declaración que se le atribuye a Phil Jackson, el entrenador más ganador de la historia de la NBA, una de las ligas más prestigiosas del mundo.
La frase resuena en mi cabeza y me lleva a pensar de qué manera esta definición tan exquisita que el entrenador realiza en base a su vasta experiencia con equipos de deportistas de alto rendimiento puede, efectivamente, llevarse a la práctica. ¿Cómo lograr un juego equilibrado —valga la metáfora— entre individualidad y grupalidad en el marco del trabajo en equipo? Para esbozar una respuesta me parece oportuno comenzar clarificando qué es y qué no es un equipo de trabajo.
Un equipo de trabajo no debe confundirse con un grupo, ya que la mera agrupación no garantiza la conformación de un equipo. Pensemos en nuestra trayectoria educativa y los denominados “trabajos en grupos” en los cuales a veces llevábamos la batuta y otras, bueno, no teníamos mucho tiempo o ganas para hacerlo y siempre había alguien que lo terminaba haciendo por nosotros. ¿Un grupo? Quizás. ¿Un equipo? Definitivamente, no.
La interdependencia positiva demuestra que trabajando juntos se obtienen mejores resultados que a partir del trabajo individual
Hablamos de un equipo cuando sus integrantes dependen de la interacción entre ellos para llevar adelante su trabajo y, en este punto, estamos ante lo que considero el ingrediente secreto del trabajo en equipo: la interdependencia positiva. En el libro El aprendizaje cooperativo en el aula (1999), David Johnson, Roger Johnson y Edythe Holubec señalan a este fenómeno como uno de los elementos principales y claves para que exista una verdadera cooperación en el marco del trabajo en equipo.
Pero, ¿en qué consiste, exactamente, la interdependencia positiva? Implica reconocer que es indispensable el aporte de todos y cada uno de los miembros de un equipo para lograr los objetivos propuestos. Significa aceptar y poner en práctica aquel principio básico que expresa una de las corrientes de la psicología, la Gestalt, a través del cual afirma que “el todo es más que la suma de las partes”. La interdependencia positiva es un concepto abstracto que, al materializarse en la práctica, viene a demostrarnos que trabajando juntos se obtienen mejores resultados que los que podríamos obtener a partir del trabajo individual.
En la medida en que el nivel de interdependencia positiva sea elevado, mayor nivel de responsabilidad compartida experimentará el equipo y esto, cual efecto dominó, terminará incidiendo en la motivación de cada uno de sus miembros. Es quizás, con estas reflexiones, que creo entender un poco más la declaración de Jackson.
En línea con la alusión gastronómica presente en el título de este artículo, así como los buenos platos suelen tener un ingrediente secreto que realza o les da ese toque especial de sabor, el mismo ingrediente por separado no tendría ese impacto. Con esta metáfora intento expresar que, así como se ha resaltado la importancia que tiene la interdependencia positiva en el marco de un equipo de trabajo, existen otras variables que también pueden contribuir al buen funcionamiento de un equipo: les propongo explorarlas en las próximas notas.
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