Casi un año completo de escuelas cerradas en 2020 y una lenta reapertura, con cierres intermitentes incluidos, en 2021. La Argentina pre-pandemia ya atravesaba una crisis severa de aprendizajes. Por caso, el 72% de los chicos terminaba la secundaria sin los saberes suficientes en matemática. La estrategia educativa pandémica, coinciden los expertos, recrudecerá esa debacle educativa.
Todavía no hay datos oficiales. Recién llegarán el año que viene cuando se publiquen los resultados de las pruebas Aprender que se tomarán en diciembre. Pero el corolario es evidente: menos aprendizajes y más disparidad entre alumnos aventajados y pobres, entre quienes se pudieron conectar con la escuela y fueron acompañados por sus padres y quienes no tuvieron esa posibilidad.
“En términos generales, lo que reportan familias y docentes de todo el país es que se perdieron muchos aprendizajes. Muchos saberes esperados no se lograron y estos dos años van a dejar secuelas. Se necesitarán recomponer las trayectorias escolares. Ya veníamos de un sistema educativo con grandes problemas de calidad en los aprendizajes, en especial en los sectores más desfavorecidos. Todo indica que estos problemas se van a acentuar”, le dijo a Infobae Melina Furman, doctora en educación y profesora de la Universidad de San Andrés.
Irene Kit, presidenta de la Asociación Civil Educación para Todos, coincide en que los problemas se acumulan desde mucho antes de la pandemia. “Las evaluaciones previas nos mostraban un panorama desolador, que requería intensas acciones para superarlas. Acciones que no se anunciaron para el inicio del ciclo lectivo 2020. La pandemia nos trastocó todo. Solo queda saber la magnitud del deterioro”, señaló.
Cuando el cierre de las escuelas dejó de ser una medida transitoria y pasó a ser regla del ciclo lectivo 2020, tanto el ministerio de Educación nacional como las carteras provinciales anunciaron planes de contenidos “priorizados”, es decir, una reducción de las currículas en pos de que los alumnos al menos adquieran las capacidades básicas para su edad.
Para Kit, no hay señales claras de que se haya priorizado el desarrollo de capacidades elementales como comprensión lectora, pensamiento científico, resolución de problemas, entre otras. “Más bien se trató de dosificar contenidos, y ponerlos en otros formatos (virtuales). Todo el proceso en la pandemia, aquí y en todas partes, se trató de ‘salvar la ropa’”, consideró.
Los aprendizajes se dispersaron y la brecha se agigantó entre quienes pudieron sostener algún vínculo con la escuela y quienes no. Gustavo Zorzoli, profesor y ex rector del Colegio Nacional de Buenos Aires, se animó a estimar porcentajes. Los desconectados, según su mirada, solo pudieron incorporar un 20% de la currícula mientras que los conectados, siendo optimista, alcanzaron un 50% de los contenidos.
Además, Zorzoli agregó otra variable de influencia: la edad y la consecuente autonomía. “Va a estar muy segmentado el aprendizaje en niños y adolescentes. Cuanto más chicos, menos saberes. El nivel más perjudicado fue el inicial claramente y el primer ciclo de primaria. Antes de la pandemia ya había chicos que terminaban el primer ciclo sin saber leer ni escribir. En el conurbano hay pibes con 9 o 10 años que todavía no están alfabetizados y eso se multiplicó de forma tremenda en estos dos años”.
Esa es una de las problemáticas que se está observando. Tras un año sin presencialidad, los maestros se reencontraron con chicos con aprendizajes disímiles. En segundo o tercer grado hay alumnos que ya leen y escriben con fluidez mientras que hay otros aún no alfabetizados. El otro escenario traumático se dio en los saltos de nivel: adolescentes que empezaron la secundaria en pandemia todavía tienen dificultades para incorporar los hábitos de “ser estudiante”, de adaptarse a las rutinas y los tiempos de estudio.
Cómo se empieza a salir de la crisis
Si bien ya hay iniciativas locales, los especialistas aún no ven claro un plan para la pospandemia, que justamente no implique volver a las prácticas de 2019, cuando no circulaba el Covid-19. “Lo que me preocupa enormemente es que no acordemos una solución técnico pedagógica y de construcción de sentido compartida para la pospandemia. Volver a la normalidad es tal vez volver a recitar contenidos, a tomar pruebas de memoria a libro cerrado cuando en la pandemia el copy-paste fue generalizado, entre estudiantes y también entre docentes”, planteó Irene Kit.
Según la pedagoga, la pospandemia debe tener plazos: una duración que al menos iguale la extensión de la pandemia, con un plan de enseñanza riguroso y ordenador, que convoque e interese a las familia.
Ese plan, para Furman, debe contener tres patas claves:
-Más horas de clase, con foco en aquellos contenidos que quedaron pendientes. Hay distintas alternativas: sumar lecciones los sábados, abrir clases de verano, formar grupos más pequeños dentro del horario escolar para focalizar en aprendizajes esenciales y que luego se reincorporen al resto del curso.
-Lograr que los que volvieron a la escuela no se vayan. Aún sin cifras oficiales, el abandono escolar se disparó, especialmente en la secundaria. Además de ir a buscar a ellos, el desafío radica en retener a los que efectivamente retornaron al colegio pero con trayectorias débiles. Con ese objetivo, algunas escuelas emprendieron espacios de consultas entre docentes para hacer un seguimiento personalizado y reforzar el diálogo con las familias.
-Dotar con más recursos y capacitación a los docentes de las escuelas más vulnerables. A mediano y largo plazo, con incentivos salariales y simbólicos, allí deberían estar los mejores maestros.
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