La secundaria sigue siendo el nivel educativo más traumático en la Argentina. Allí es donde se registran las mayores tasas de abandono escolar y son muy pocos los chicos que luego se reincorporan al sistema. De acuerdo a un nuevo estudio, tan solo el 5,5% de los jóvenes que no terminaron la secundaria se anotan en la modalidad de adultos para concluir sus estudios.
Los datos surgen de un informe del Observatorio Educativo y Social de la Universidad Pedagógica Nacional (UNIPE), realizado por las investigadoras Florencia Finnegan, Delia González y Daniela Valencia. El reporte muestra que, si bien 1 de cada 5 egresados de la secundaria pertenece a la Educación Permanente para Jóvenes y Adultos (EPJA), la modalidad solo alcanza a un porcentaje ínfimo de sus estudiantes potenciales.
En 2019, el último año del que se dispone información, 176.435 alumnos cursaban el nivel primario y, más del triple, 580.402, el secundario en EPJA, que suelen adoptar la modalidad de escuelas nocturnas. En la última década se observa una caída en la matrícula de primaria y una suba del 11% en secundaria.
Sin embargo, la tasa de escolarización -calculado sobre los jóvenes de más de 21 años con secundaria incompleta- es muy baja. De la población objetivo total, tan solo el 5,5% cursaba en la modalidad de adultos en 2019. “Si la EPJA constituye un circuito educativo orientado al cumplimiento de la escolaridad obligatoria fuera de las edades teóricas, la población objetivo se encuentra aún cuantitativamente lejos de acceder a él, lo cual pone en evidencia la magnitud del desafío que enfrentan las políticas estatales en este sentido”, advierte el informe.
La última Encuesta de Hogares refleja una asimetría evidente: entre los jóvenes de 20 a 29 años del mayor quintil de ingresos, el 93% tiene el secundario completo contra apenas un 51% del quintil de menores ingresos. “Quienes asisten a EPJA pertenecen a sectores populares, con condiciones de vida sumamente adversas para sostener procesos educativos”, le dijo a Infobae Florencia Finnegan, coordinadora del equipo de jóvenes y adultos de la UNIPE.
Más allá del ingreso, agregó la especialista, la otra cuestión a considerar se vincula a la propia oferta del sector. “La EPJA se plantea un propósito que es de enorme complejidad: que aquellos sectores sociales que no completaron los niveles obligatorios puedan completarlos como adultos. Pero paradójicamente los programas ocupan un lugar subalterno dentro del sistema educativo, siempre fueron una oferta remedial, de segunda categoría. Gran parte de las políticas y los presupuestos están centradas en la educación común”, planteó.
Casi toda la oferta de nocturnas es estatal. De hecho, la comparativa de la matrículas con la educación común es muy clara. En primaria el 99% de los adultos cursan en gestión estatal contra el 73% de los chicos en la educación común. En secundaria, si bien es menor la diferencia, se mantiene una brecha pronunciada: el 92% de los adultos asiste a nocturnas estatales contra el 71% de los chicos que lo hace en escuelas comunes públicas.
Para Finnegan, es el Estado quien debe impulsar los esfuerzos para recuperar a los jóvenes que no terminaron su educación obligatoria. Un primer paso, dice, sería flexibilizar las modalidades de cursada. El formato tradicional sigue siendo la nocturna, con gran carga horaria, que impide que jóvenes que ya tienen responsabilidades laborales y familiares puedan sostener su trayectoria educativa.
“Habría sido interesante que la evaluación de la continuidad pedagógica también se hubiera hecho en la modalidad para adultos porque allí también hubo discontinuidades importantes. Es muy difícil pensar en una EPJA totalmente por medios virtuales, especialmente por la falta de recursos. El espacio de encuentro, de contención y compartir saberes es parte del potencial de la modalidad, pero se necesitan más alternativas para facilitar la permanencia de los jóvenes”, señaló.
Aún a falta de datos oficiales, la pandemia -y el cierre prolongado de las escuelas sumado a la crisis económica- se sabe que impactará en el abandono escolar. Las estimaciones hablan de entre un millón y un millón y medio de chicos que no volverán al colegio. Con ese futuro inmediato en el horizonte, la modalidad de adultos aparece como una instancia a fortalecer, con mayor inversión y planificación.
Según la especialista, para traer de vuelta a los chicos se necesitarán “políticas integrales y sostenidas”, que sean transversales a los distintos gobiernos de turno, y que además de lo estrictamente educativo comprendan programas de salud, trabajo y equipamiento tecnológico. Una vez dejada atrás la pandemia, el desafío será doblemente difícil.
SEGUIR LEYENDO: