¿Qué factores determinan el apoyo o el rechazo a la presencialidad escolar? Un nuevo estudio intentó responder ese interrogante y encontró que el mayor determinante fue la afinidad partidaria con el gobierno nacional y el nivel de disrupción que ocasionó el cierre educativo en el hogar. Tanto los padres oficialistas como los trabajadores que pudieron sostener sus salarios pese a sumar la responsabilidad de acompañar a sus hijos en los estudios son los que más rechazan las clases presenciales.
Los datos surgen de un informe que publicó en las últimas horas el Centro de Evaluación de Políticas basadas en Evidencia (CEPE) de la Universidad Torcuato Di Tella. A esos dos condicionamientos -la polarización ideológica y el impacto en los ingresos- se suma la cuestión de género. Las mujeres, en general, son las más preocupadas por que sus hijos tengan clases presenciales.
Las diferencias por género tienen una explicación sencilla. La encuesta muestra que el impacto de la pandemia y el cierre educativo recayó en las mujeres. Ante la pregunta por el grado de afección que significó la falta de presencialidad en una escala de 4 categorías de intensidad, la respuesta más recurrente fue “mucho”. En la gran mayoría de los hogares, las madres se hicieron cargo de la educación remota, relegando horas de trabajo y hasta teniendo que renunciar a sus empleos.
Del estudio también se desprende otra conclusión que, aunque previsible, no deja de resultar paradójica. En el debate por presencialidad sí o presencialidad no, el tema educativo, la preocupación por los aprendizajes y el vínculo con la escuela, aparece poco y nada. Las respuestas están atadas a la cercanía al gobierno nacional y a la estabilidad laboral-salarial.
“Hay muchos especialistas que creen que la presencialidad pasa por el debate educativo, cuando en realidad no es así. El debate educativo cae en las garras de la polarización ya no ideológica, sino más bien partidaria o tribal. Es otra forma de la crisis educativa argentina: la visión de la educación ya no pasa por cuestiones puntuales subjetivas, sino por lo que dice el líder”, advirtió a Infobae Eduardo Levy Yeyati, director del CEPE y coautor del estudio.
Respecto a los distintos perfiles vinculados a la presencialidad, Levy Yeyati planteó que los asalariados “tienden a apoyar menos porque pueden reducir sus horas de trabajo sin reducir su sueldo”. En tanto, en las mujeres también prima la afinidad partidaria. Pese a ser las más afectada por la pandemia, las madres oficialistas se muestran reticentes a las clases presenciales.
“Quienes apoyan al gobierno nacional estuvieron en promedio más a favor del cierre de escuelas durante la pandemia, mientras que los opositores se mostraron más a favor de la reapertura. Esta polarización partidaria del debate sobre la presencialidad es pronunciada a la luz de los datos”, resalta el informe.
En la Argentina, las clases presenciales se suspendieron el 15 de marzo de 2020 ante la aparición de los primeros casos locales de coronavirus. Si bien el cierre en principio se extendía por dos semanas, la medida fue prorrogada una y otra vez hasta completar un ciclo lectivo entero con la gran mayoría de los chicos en sus hogares. En 2021 la presencialidad se recuperó, aunque en forma irregular y con asistencia alternada.
En el estudio de Di Tella surge que los padres de chicos que van a nivel inicial apoyan enfáticamente la reapertura escolar. “A menor edad del niño, mayor es su demanda de atención y cuidado”, razonan sus autores. En primaria y secundaria el apoyo se manifiesta con menor intensidad porque el acompañamiento no resulta tan desgastante.
A su vez, los resultados reflejan un sujeto social especialmente castigado por el cierre escolar: los trabajadores independientes, que necesitan el dictado de clases presenciales para preservar sus horas laborales y, por consiguiente, su fuente de ingresos.
“Es el sujeto social que más necesita que la educación funcione porque delega mucho del cuidado de los chicos en un Estado que está cada vez más ausente. Es el sujeto que más huérfano de representatividad está en el país porque a los asalariados los protege el sindicato, a los muy pobres se supone que los defiende la organización de base, pero la vieja clase media pauperizada queda colgada de un pincel”, sostuvo Levy Yeyati.
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