¿Es necesario dinamitar el sistema educativo?

“Debemos hablar de una nueva educación”, dice la autora de este artículo. “Una que combine las bondades de un sistema que en su momento funcionó con los conocimientos nuevos que la ciencia nos presenta, para llegar a alumnos de este siglo. Muchos docentes siguen enseñando como ellos aprendieron, y de esta manera, enseñan para un mundo que ya no existe”.

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Laura Lewin
Laura Lewin

Todos venimos “formateados” para ser seres curiosos y activos. Tenemos una especie de interruptor que ya viene, por default, encendido de fábrica. Pensemos en un niño que abre cajones, da vuelta cajas, se cae, se ríe y se vuelve a levantar. Esto es lo más natural para los chicos.

Cuando nuestros alumnos dejan de ser personas curiosas, activas y ya no están ni emocional ni cognitivamente involucradas, tenemos que preguntarnos qué sucede. ¿Qué fue lo que ocurrió que ese interruptor se apagó? ¿Será posible pensar, tal vez, que sea la misma escuela la que apaga el interruptor?

Los sistemas educativos nacionales nacen en los albores de la Revolución Industrial con el claro objetivo de formar mano de obra para el trabajo. Esa intención primaria, lamentablemente, sigue vigente y a contramano de los cambios del mundo actual.

Cuando la enseñanza está basada en el docente, el alumno muchas veces no sólo pierde la iniciativa por aprender, sino que además lo disfruta menos, y ¡aprende menos! Para que los alumnos aprendan necesitamos generar estrategias de aprendizaje activos y esto comienza con la curiosidad. Es decir, generando oportunidades en donde los alumnos puedan hacer preguntas y buscar soluciones. El aula tradicional y las clases expositivas fueron pensadas para un mundo que ya no existe. Está claro que los alumnos de hoy, con tantos estímulos a su alrededor, no pueden limitarse a aprender mirando y escuchando a un docente. Ese tipo de enseñanza caducó. Esperamos que nuestros alumnos sean innovadores y autónomos en un sistema que los pone en una cubetera. ¿Cómo los ayudamos a desarrollar su creatividad y curiosidad cuando se los limita a escuchar y anotar? ¿Cómo hacemos para motivarlos cuando muchos no le encuentran sentido a la educación que reciben?

El aula tradicional y las
El aula tradicional y las clases expositivas fueron pensadas para un mundo que ya no existe (Shutterstock)

En un contexto saturado de información, en el que lo que deseamos conocer está a un clic de distancia, ¿la enseñanza debe continuar basada en la transmisión de información o debemos enseñar por habilidades? Nuestros alumnos no solo deben adquirir conocimientos, sino que también deben saber qué hacer con esa información: dónde, cuándo y cómo utilizarla. Esto no significa que el contenido no sea importante; lo es, y mucho. Pero debemos poner el foco en que los alumnos puedan aplicar la información, no simplemente recordarla.

Este sistema continúa dándole mucho más crédito a las materias tradicionales que a otras, alejando a muchos niños y jóvenes de sus pasiones o fortalezas. Muchos de ellos terminan sus estudios sin siquiera saber qué les interesa. Poco autoconocimiento para un mundo en donde, como decía Carl Jung, nacemos originales y morimos copia.

Una clase relevante empodera al alumno para que utilice su conocimiento y pueda resolver situaciones reales que tengan más de una solución posible. Una clase relevante es aquella en donde se trabaja lo que el docente considera importante, pero a su vez, teniendo en cuenta los intereses de los alumnos. ¿Cómo puede ser que nunca nadie les haya preguntado a los alumnos sobre qué quieren aprender?

Enfocarse en estrategias que enfaticen el trabajo de habilidades resulta imperioso. Todos deseamos alumnos que puedan pensar por sí mismos, pero en la práctica sigue siendo todo un desafío. Nos entristece ver cómo muchos alumnos universitarios no pueden leer o comprender párrafos de mediana dificultad, o copian y pegan información de internet. De hecho, muchos estudiantes hacen trampa en los exámenes porque el sistema educativo valora más las calificaciones que el aprendizaje.

Cuando los docentes ponen el foco en que sus alumnos aprueben exámenes, pero no les dan las herramientas para pensar de manera crítica o creativa, están enviando un mensaje claro: el objetivo de la escuela es aprobar. ¿Es ese, realmente, el objetivo de la escuela?

Cuando los docentes ponen el foco en que sus alumnos aprueben exámenes, pero no les dan las herramientas para pensar de manera crítica o creativa, están enviando un mensaje claro: el objetivo de la escuela es aprobar. ¿Es ese, realmente, el objetivo de la escuela?

Necesitamos empezar a avanzar y dejar atrás la idea de que el contenido es lo único importante. Enseñar a pensar es clave para aprender. Pero un requisito imprescindible para enseñar a pensar es que el docente sea consciente de los procesos de pensamiento que demanda o promueve en su aula. Esto se denomina capacidad metacognitiva. Docentes más metacognitivos favorecerán un alumnado más metacognitivo. Más que repetir conceptos de memoria, debemos darles a los alumnos la oportunidad de resolver problemas, de crear, de fusionar el contenido académico. Debemos poner foco en un aprendizaje más integral y trabajar una cultura de pensamiento en el aula en donde se valore el pensamiento y abunden oportunidades para pensar.

Para lograr esto, debemos, como docentes, dar un paso atrás. Esto es, descentralizar la clase y permitirles a nuestros alumnos tomar el control de su propio aprendizaje; deben sentir que tienen las herramientas y habilidades para autogestionar sus propios aprendizajes.

¿Debe implosionar el sistema educativo? ¿Debemos barajar y dar de nuevo?

No. Pero sí debemos hablar de una nueva educación. Una que combine las bondades de un sistema que en su momento funcionó con los conocimientos nuevos que la ciencia nos presenta, para llegar a alumnos de este siglo. Muchos docentes siguen enseñando como ellos aprendieron, y de esta manera, enseñan para un mundo que ya no existe.

Para que los alumnos aprendan, deben estar involucrados no sólo física, sino también cognitiva y emocionalmente, es decir motivados por aprender. Pero, motivar a los alumnos, ¿es tarea exclusiva del docente?

Pensar la educación del siglo
Pensar la educación del siglo XXI: romper los paradigmas de épocas anteriores (Shutterstock)

Ya lo decía Aristóteles: “Las raíces de la educación son amargas, pero los frutos son dulces”. Aprender implica dedicarle horas a leer, completar actividades, o a resolver problemas. Claramente, jugar con los amigos es más divertido. Pero ¿cómo vamos a aprender a enfocarnos, concentrarnos, priorizar, o tomar buenas decisiones si todo lo que se hace en la escuela es afable para el alumno? Aprender también implica desarrollar aquellas habilidades que les van a permitir memorizar (sí, algunas conocimientos hay que memorizarlas para practicar otro tipo de habilidades) o leer un texto largo prestando atención. O desarrollar la resiliencia para volver a entregar un trabajo que no llegó al nivel esperado.

Desarrollar en los alumnos habilidades como el auto conocimiento, el valor del esfuerzo y la perseverancia serán claves para que el alumno pueda aprender, aunque no se trate de su tema favorito. Es decir, hay una parte que le corresponde al docente (el presentar el contenido de una manera interesante, relevante y significativa), pero otra parte que le corresponde al alumno.

Y otra, a la familia. Los padres o tutores construyen el pilar sobre el cual se apoyan los valores y si bien no deben reemplazar al docente, pueden ser grandes influencers y ayudar a sus hijos a aprender a través del desarrollo de habilidades como la concentración, la organización, la empatía, el manejo del tiempo, la impulsividad, y el respeto, entre otras.

Y hablando de respeto, la clave para que la educación de excelencia sea posible está en el respeto. Necesitamos que el sistema, los padres y los propios alumnos respeten a los docentes. Si bien cuando éramos chicos la autoridad se imponía a través de la edad o del cargo, hoy la autoridad no puede imponerse en ningún ámbito. Se la deber construir, día a día, a través de la idoneidad, del respeto y la credibilidad.

La calidad del sistema educativo no puede ir más allá de la calidad de sus docentes. Cada día se hace más evidente la necesidad imperiosa del reciclaje continuo de los profesionales de la educación. Habilidades como el upskilling (mejorar las habilidades propias) y reskilling (incorporar nuevas) ya no son optativas.

Sea cual fuere nuestro ámbito de trabajo y la edad del alumnado al cual nos dirigimos, los continuos cambios en la sociedad y en las relaciones personales, así como los avances curriculares y de las ciencias de la educación modifican rápidamente los conceptos y elementos condicionantes de nuestro quehacer cotidiano.

¿Podría actuar un médico del siglo XIX en un hospital de hoy? ¿Y un maestro del siglo XIX en una escuela actual?

La formación docente siempre ha sido, al igual que los diferentes diseños curriculares, un tema de “actualidad”, ya que la escuela debe avanzar al mismo tiempo que lo hace la sociedad. Es común que se plantee la necesidad de una formación permanente desde el siguiente planteo: ¿podría actuar un médico del siglo XIX en un hospital de hoy? Decididamente no. Los instrumentos y tecnología actual le demandarían mucha capacitación antes de poder utilizar los recursos del siglo XXI.

Ahora bien ¿y un maestro del siglo XIX podría hacerlo en una escuela actual? Todos podemos coincidir en que tendría una mayor facilidad de intervención en la escuela que el médico en el hospital. Y todos tenemos claro que la escuela, la sociedad, los alumnos, etc., han cambiado de manera radical en este siglo, y mucho más aun, en estos últimos dieciocho meses. La pandemia nos enseñó que todo puede cambiar en segundos. Las habilidades de adaptación y resiliencia toman una nueva dimensión. Necesitamos ofrecerles a los alumnos oportunidades para que desarrollen aquellas habilidades que los van a empoderar para poder aprender siempre, aún mucho después de su tiempo en nuestras aulas.

Dentro del campo de la enseñanza es necesario un proceso de acomodación a nuevos parámetros, métodos y conceptos, pero sin abandonar lo que necesitamos en el aula para aprender: respeto, disciplina, y auto-motivación. Todos debemos involucrarnos, propiciando contextos para que los chicos puedan estar ilusionados y motivados por aprender. Los equipos directivos desde su liderazgo, los docentes con su rol de guías, las familias como colaboradores imprescindibles y los alumnos con su implicación y esfuerzo. Para preparar a los alumnos para el mañana, necesitamos transformar la educación hoy. Cuanto antes comencemos, mejor.

Laura Lewin es autora, capacitadora y especialista en educación. Es oradora TEDx y ha escrito numerosos libros, entre los cuales podemos destacar Que enseñes no Significa que Aprendas (Ed. Bonum), y su más reciente libro, La Nueva Educación, (Editorial Santillana, 2020). Facebook: @LauraLewinOnline - Instagram: @lauralewinonline

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