Desde siempre se ha reconocido que el éxito académico de nuestros alumnos está basado en el triángulo: alumno, escuela y familia. Los estudios demuestran que, cuando la familia y la escuela trabajan en conjunto, los alumnos tienen mejor rendimiento académico y también les va mejor en sus vidas adultas.
Sin embargo, y aunque el acompañamiento de las familias es clave para que los alumnos puedan desarrollar su máximo potencial, construir ese vínculo no es una tarea sencilla. Cuando la escuela es inabordable y a los padres les cuesta acercarse, utilizarán cualquier medio disponible para expresarse: desde una nota en el cuaderno de comunicados, el famoso grupo de whatsapp, o el dimes y diretes en la entrada del establecimiento. Es decir, lo que no les permitimos decirnos en la cara, lo harán a nuestras espaldas.
¿Qué puede esperar la escuela de las familias? ¿Y las familias de la escuela? Por lo general, desde la escuela se convoca a las familias casi exclusivamente para abordar alguna inquietud de la institución en relación con el desempeño (aptitudinal o actitudinal) de los alumnos; o para invitarlos a ferias, concerts, muestras, actos y otras “demostraciones”.
Es necesario alentar otro tipo de encuentros con las familias. ¿Por qué, por lo general, se contacta a la familia solamente cuando se trata de abordar un problema y no para conversar, por ejemplo, sobre los logros de los chicos, o algún otro motivo de orgullo? ¿Qué pasaría si, en lugar de acercarse a la escuela solo cuando se trata de las notas, los padres se acercaran a la escuela para conocer el desempeño de sus hijos en otros aspectos de la vida institucional, como por ejemplo, si están bien integrados, si los extrañan cuando faltan, si suelen ayudar a sus docentes o a sus compañeros, si reciben ayuda, si juegan felices en los recreos, si participan activamente de las propuestas que se les hacen?
Es tan importante para los padres estar al tanto de la trayectoria académica de sus hijos como de saber si ellos se sienten queridos, aceptados e integrados. Es necesario preguntarse, entonces, cómo es posible alentar este tipo de acercamientos. En los boletines o libretas de calificaciones deberían tener peso tanto las cuestiones cognitivas como las relacionadas con las actitudes y potencialidades e incluir sugerencias o cursos de acción para mejorar estos aspectos. ¿Cómo es posible que el mejor alumno sea elegido solo por sus calificaciones?
¿Podría un alumno ser considerado el mejor por sacar 10 en todas las asignaturas si no es solidario o acosa física o verbalmente a algún compañero? Los logros en base al esfuerzo, la perseverancia, la participación en clase, la solidaridad, la empatía y otras habilidades socioemocionales deberían ser tan importantes como los contenidos del currículo. Sin embargo, nuestro sistema educativo sigue poniendo el foco en la nota antes que en este tipo de habilidades.
Cuando un alumno llega al aula, se sienta atrás, no se saca los auriculares y se muestra apático o desafiante, ¿a quién hacemos responsable? ¿Al alumno, al docente, a su familia?
Cuando hablamos de familias involucradas nos referimos a cualquier actividad que realiza un padre, madre o tutor para ayudar a sus hijos a aprender y a transitar la etapa escolar con éxito. Esto incluye motivar, inspirar o ayudar a los chicos a avanzar a través del desarrollo de habilidades, como el manejo del tiempo, el aprender a priorizar, a planificar, a hacerse responsable, a mostrar compromiso, entre otras.
Los padres o tutores construyen el pilar sobre el cual se apoyan los valores. El respeto es clave para aprender. Si una familia critica el trabajo de un docente delante de sus hijos, ¿cómo hace ese alumno para aprender de alguien que no está legitimado en el cargo por su familia, alguien que no se ha ganado su respeto? Si una familia no trabaja aspectos básicos con sus hijos, como el compromiso, la responsabilidad o el respeto, ¿significa que asume que eso le corresponde a escuela?
Si un alumno escucha desde siempre que “no sirve para nada”, que “es tan malo para las matemáticas como lo fue su padre”, ¿cuánto trabajo debe enfrentar la escuela para revertir esas creencias? ¿Y qué pasa cuando la escuela ni siquiera es consciente del ambiente tóxico de donde proviene un niño? La institución debe enseñarles a los alumnos, pero a las familias también. Es imperioso que se generen talleres para padres, en los cuales se comparta información relevante sobre educación y crianza, que se los consulte para tomar las mejores decisiones sobre sus hijos.
Algunas familias preferirán compartir tiempo en casa con sus hijos, ayudando o guiando con las tareas, leyendo o visitando museos, mientras otras tendrán un rol más activo en la escuela formando parte de alguna comisión o proyecto. Sea cuál sea el caso, cuando las familias trabajan junto con la escuela, los alumnos reciben apoyo y más y mejores recursos para alcanzar sus objetivos. Pero para que sea fructífera, esa colaboración entre escuela y familia debe ser genuina, responsable y sostenida en el tiempo.
Tu escuela, ¿es amigable para las familias? ¿En caso afirmativo, en qué te basás para sostener esta afirmación?
Algunas ideas para involucrar a las familias:
1. Comunicación, comunicación, comunicación. ¿Cómo están trabajando en tu escuela con las redes sociales y los medios de comunicación? ¿Los utilizan para informar, inspirar, involucrar, mostrar resultados? ¿Están captando a las diferentes generaciones de padres llegando a ellos a través de diferentes medios como Lives en Instagram, Instagram stories, Facebook, Twitter, LinkedIn, mails, blogs, gacetillas, o cualquier otro recurso que tienda un puente entre escuela y familia? Las comunicaciones que se envían a través de las plataformas, cuadernos de comunicaciones o mails, ¿se hacen de manera respetuosa, cálida y cuidadosa?
2. El respeto genera confianza. ¿Están ustedes mostrando su experiencia y profesionalismo a través de talleres para padres, programas más integrales, como Escuela para padres, charlas, artículos en diferentes medios, participación en congresos, entre otros medios?
3. Mejorá tus puntos de contacto con las familias. Las clases abiertas, celebraciones, actos, reuniones de padres y toda oportunidad de encontramos con las familias, brindan la oportunidad de dar una impresión que, a su vez, genera una respuesta. El punto de contacto es el momento en el cual familia y escuela se encuentran. Puede ser un directivo que saluda a una madre o a un padre en la puerta de la escuela, en un acto patrio, o a través de un llamado telefónico. Este punto de encuentro genera un impacto. Por ejemplo, una madre que se encuentra de casualidad con un directivo se llevará una imagen de ese encuentro fortuito y tal vez sea el último encuentro fortuito en mucho tiempo. ¡Tal vez no se vuelve a cruzar a ese directivo en meses! Cada punto de encuentro debe ser memorable, porque inevitablemente genera una impresión, un impacto, una percepción.
4. Ofrece recetas para el éxito. Para que una familia lea el blog de la escuela debe encontrar contenido interesante. Podés ofrecer una sección en tu blog que se llame “Recetas para el éxito” en la cual se compartan ideas para conseguir ciertos logros, destinados a leerse en familia, por ejemplo “Diez consejos para aprobar un examen internacional”, “Diez consejos para diseñar un CV”, “Diez consejos para resolver un problema matemático de manera rápida y divertida”.
5. Escuela para padres. Ningún chico viene con un manual bajo el brazo. Cuando les ofrecemos a las familias información de calidad, el interés en este tipo de charlas crece exponencialmente. (Si lo has intentado y no han sido exitosas, por favor, examina el orador, el tema, el momento, la audiencia a la que estaba dirigido el taller, o el medio de comunicación utilizado para difundir). Algunos temas que se pueden incluir son: cómo estimular el desarrollo emocional de nuestros hijos; cómo incentivar el interés de los chicos, los adolescentes y el abuso de sustancias, entre otros.
6. Compartir recursos. Podemos, desde la biblioteca o cooperadora de la escuela, poner a disposición de las familias juegos de mesa, libros, o links de materiales de interés para desarrollar habilidades. También podemos poner a disposición a algún tutor o tutora para enviar consignas para aquellos alumnos que necesiten más apoyo o quieran profundizar algún tema.
7. Deberes cooperativos. Los deberes deben suscitar interés para que los alumnos quieran hacerlos. Un twist es asignar algunas tareas opcionales para trabajar con los hijos.
8. Llamadas sorpresa. Debemos, como dijimos, acercarnos a las familias para compartir noticias gratas. Muchos padres, cuando ven en sus celulares una llamada del colegio, sienten que se les hunde el corazón. Y con razón: la mayoría de las veces este llamado es para informar acerca de un tema de salud de los chicos (tiene fiebre, le duele el oído), un accidente en la escuela, o problemas de actitud. Podemos reforzar el vínculo sorprendiendo a las familias con un llamado para comentar un logro o algo positivo.
9. Facilitar los encuentros. A algunos padres, madres o tutores de los chicos les cuesta acercarse a las escuelas. Algunos, porque los directivos nos los reciben o generan una distancia, otros porque no lo han desarrollado como hábito o creen que, si hubiese un problema, los llamarían. Independientemente de las razones, abrir canales de comunicación para que los padres puedan conectarse con los docentes, equipos interdisciplinarios y directivos es esencial para lograr el nivel de confianza que buscamos.
10. El día después. Podemos implementar reuniones para discutir un programa complementario que se ajuste a las necesidades académicas o laborales futuras de los chicos. Este programa puede incluir charlas con profesionales, materias electivas, realizar parte del año escolar en alguna escuela en el interior o exterior, o cualquier actividad que relacione a la escuela con el futuro de los alumnos.
Para que una familia quiera involucrarse en la educación de los chicos, debe ser consciente de que su acompañamiento es clave para lograr el éxito académico de sus hijos, y sentir que es bienvenida y que la escuela los invita a participar.
La ciencia ha descubierto que los gansos no son nada gansos. ¿Sabés por qué los gansos vuelan juntos? Vuelan formando una “V” porque cada pájaro al batir sus alas, produce un movimiento en el aire que ayuda al ganso que va detrás de él. Volando en V, todo el grupo aumenta al menos un 70% su capacidad de volar. Aprovechemos, como estas aves, el esfuerzo de cada uno y volemos juntos para llegar más lejos.
Laura Lewin es autora, capacitadora y especialista en educación. Es oradora TEDx y ha escrito numerosos libros, entre los cuales podemos destacar Que Enseñes no Significa que Aprendan (Ed. Bonum) y su más reciente libro, La Nueva Educación, de editorial Santillana (2020). Facebook: @LauraLewinOnline. Instagram: @lauralewinonline
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