Si bien es muy temprano para evaluar los daños que nos deja el coronavirus en el campo de la educación, sabemos que esta pandemia traerá consecuencias impredecibles en millones de niños. Por un lado, se incrementó la brecha de desigualdad dejando a muchos chicos con un desánimo frente al futuro, además de angustia y enojo.
Mucho otros, que sí continuaron sus trayectorias académicas de manera virtual, tuvieron una sobreestimulación tecnológica, lo que ya está produciendo fallas en el desarrollo cognitivo, como la falta de concentración, de memoria, falta de curiosidad y poca tolerancia al aburrimiento, entre otros, lo que claramente afecta el aprendizaje. Y en el medio de estos extremos, situaciones dispares. Claramente, hay un vacío de conocimiento que será difícil de recuperar, lo que implica un grado de estrés importante tanto para alumnos como para docentes.
Por otro lado, millones de chicos, en estos últimos meses, se conectaron más con pantallas que con personas, durmieron mal, se alimentaron mal y se movieron menos, con las consecuencias lógicas que todo esto genera, también en el desarrollo cognitivo.
Cuando nos estresamos, nuestro organismo libera cortisol, una de las hormonas del estrés. En tiempos de pandemia, es muy posible que muchos de nosotros tengamos altos niveles de cortisol en nuestro organismo de manera constante, lo que puede producir depresión y angustia. Y esto no les es ajeno a los niños y adolescentes.
Desde problemas económicos en la familia, la pérdida de algún familiar, no haber podido ver a sus amigos, sentir que han quedado rezagados en sus estudios, entre otras situaciones propias de estos tiempos, hacen que los chicos estén en una situación de vulnerabilidad emocional muy grande.
Y el estrés sigue en la escuela: ¿nos estarán cuidando?, ¿estoy demasiado cerca de mi compañero?, ¿es seguro ir al baño?, ¿puedo darle una hoja a mi compañero?, ¿y si por venir al colegio contagio a mi familia?, ¿y si no me acuerdo de nada?
Y ni hablar de los adolescentes, los grandes olvidados de esta pandemia, muchos de los cuales se sienten invisibles.
Con este nivel de estrés en nuestros alumnos ¿se puede aprender?
Claramente, aprendizaje y un alto nivel de estrés no son compatibles. Sin seguridad emocional, no hay aprendizaje. Por eso, como docentes, debemos poner foco en cómo generar las mejores condiciones para enseñar y aprender.
Estas vacaciones de invierno nos presentan una gran oportunidad para recuperarnos y cargar baterías. Y al volver a la escuela, algunas ideas:
1) Cuidá el bienestar emocional de tus alumnos
Nunca ha habido un mejor momento para enseñarles a los chicos la importancia de la inteligencia emocional. La Inteligencia emocional incluye las habilidades de reconocer, entender y utilizar las emociones, de relacionarse con otras personas, de adaptarse a los cambios, de resolver problemas de naturaleza personal e interpersonal, y de afrontar eficientemente las demandas y desafíos de la vida diaria. Hablar de lo que les pasa ayuda a los niños a manejar mejor lo que les pasa.
Además, se ha comprobado que el hecho de hablar sobre las propias emociones tiene un efecto sedante sobre el sistema nervioso. También sería importante, para contribuir con la baja del cortisol, desalentar la excesiva exposición a la televisión y medios que pudieran, a través del conteo de fallecimientos y noticias angustiantes, generar un mayor nivel de angustia o estrés. En los tiempos actuales en los que los niños están tan sobre-estimulados con la tecnología, enseñarles a calmar la mente y centrar la atención afectará positivamente a su salud y bienestar, mejorarán sus relaciones personales y sus trayectorias académicas.
2) Berrinches y frustración
Muchas veces, el estrés genera una tormenta de emociones difícil de gestionar para los chicos. Toda falta de conducta es un pedido de auxilio del niño. Hay una necesidad de él que no está siendo escuchada. Cuando un niño demanda atención, necesita atención. Es importante validar las emociones de los chicos y ayudarlos a entenderlas y manejarlas. Cuando un niño tiene un berrinche, es importante saber que en el medio de la rabieta, o del enojo, los chicos no pueden escucharnos con claridad: están en el medio de un secuestro emocional que no les permite pensar racionalmente. Por eso, primero tenemos que ayudarlos, lentamente, a desacelerar esa montaña rusa emocional, a través de acciones tales como:
- Lavarse la cara
- Respirar hondo
- Contar hasta 10 muy lentamente
- Correr
- Bailar
- Poner música
- Jugar con masa
- Tomar agua
- Ir a caminar
- Pensar en algo lindo.
- Apretar una pelotita anti estrés.
Una buena estrategia para chicos de cualquier edad, es la de Cinco Respiraciones: con el dedo índice de la otra mano, deben dibujar el contorno de la mano abierta. Cada vez que suben por un dedo inspiran y cuando bajan, exhalan. Lo que este ejercicio tiene de simple, lo tiene de poderoso.
Ahora sí, cuando están calmados, podemos hablar con ellos, ver qué originó esa tormenta emocional y brindarles herramientas para que, si esto vuelve a ocurrir, sepan qué pueden hacer para manejar una nueva situación de alguna manera más saludable y positiva.
3) Planificar clases interesantes
Al permitirles a los chicos enfocarse en temas interesantes y estrategias pedagógicas que los involucre cognitiva y mentalmente, los ayudamos a alejar sus pensamientos de aquellos temas que generan estrés. Para lograr el interés de los alumnos, debemos pensar en estrategias basadas en la interacción, trabajar por proyectos, resolución de problemas, etc. La idea es que quieran participar de la clase y no que deban participar de la misma.
4) Promové el arte, como una manera de potenciar la creatividad
El arte le abre la puerta al aprendizaje. Incorporar el arte en la educación es fundamental para promover el desarrollo social, cognitivo y emocional de los chicos, a la vez de acercarlos a actividades placenteras- tan importante en estos tiempos.
Ahora bien, esto no significa una hora de arte o música en la semana; significa hacerlo de manera transversal. A través del arte los chicos desarrollan habilidades muy importantes como la creatividad, la confianza, la resolución de problemas, la perseverancia, la atención, la comunicación no verbal, la colaboración, la dedicación, la responsabilidad, entre otras.
5) Alentá el trabajo social
Después de tantos meses de aislamiento para tantos chicos, las actividades que requieren de un trabajo en pares o en grupos, cuidando el protocolo, los ayudan a superar sentimientos de soledad. El socializar y hacer ejercicio son dos de las cosas que más ayudan a los chicos a deshacerse del exceso de cortisol en sus organismos.
6) Sí al ejercicio
Además de reducir los niveles de cortisol, el movimiento mejora las habilidades de resolución de problemas, de atención, de memoria, reduce el estrés, la ansiedad y la depresión.
También lleva oxígeno al cerebro, protege las neuronas, y segrega neurotransmisores como la noradrenalina, la dopamina y la serotonina, todos asociados con el bienestar, y que ayudan a mantener el estado de ánimo. Por otro lado, y no menos importante, el ejercicio distrae.
7) No descuides lo básico: el sueño, la alimentación y el ejercicio
Como docentes no podemos descuidar aquellos aspectos que, sin duda, colaboran con el desarrollo integral de los chicos. Después de meses de falta de rutinas, volver a los hábitos saludables nos da cierta familiaridad y estructura. Desde la escuela podemos colaborar con las familias acerca de cómo promover aquellas reglas que promueven el desarrollo de hábitos saludables. Estas reglas están asociadas con la salud física, la nutrición, y el sueño.
Los niños necesitan desarrollar rutinas y estructuras incluyendo cepillado de dientes, horarios y tipos de alimentación, horarios de sueño, etc., especialmente cuando en muchos chicos, durante la pandemia, estas rutinas parecen haberse dejado de lado.
La responsabilidad del colegio en la educación emocional de sus alumnos es fundamental e ineludible y comienza en primer lugar por una disposición positiva por parte de los directivos, para luego apuntar a la necesidad de una capacitación permanente de los docentes, así como también apoyar a los padres a través de la Escuela de Padres. Para realizar la importantísima tarea de desarrollar habilidades emocionales en niños y jóvenes, se requiere de interés y buena disposición.
En estos momentos de tanta zozobra, producto de esta feroz pandemia, debemos ayudar a nuestros niños a sanar. Recién ahí podemos comenzar a pensar en que aprendan.
Laura Lewin es autora, capacitadora y especialista en educación. Es oradora TEDx y ha escrito numerosos libros, entre los cuales podemos destacar Que enseñes no Significa que Aprendas (Ed. Bonum), y su más reciente libro, La Nueva Educación, de editorial Santillana (2020). Facebook: @LauraLewinOnline - Instagram: @lauralewinonline
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