Transcurridos dos meses y medio desde el cierre repentino de las escuelas, en la provincia de Buenos Aires todavía hay miles de chicos que siguen sin clases presenciales. Si bien el conurbano retomó la presencialidad alternada, 59 municipios del interior continúan a distancia.
El contraste en muchos de esos distritos es evidente: mientras las escuelas están cerradas, restaurantes, bares, cines, teatros e incluso el turismo funciona con la normalidad que permite la pandemia. Buena parte de esos alumnos estuvieron todo el año pasado sin poder asistir a las aulas (solo a una minoría se le permitió retomar parcialmente la presencialidad) y los días de pérdida se acumulan.
“Lo insólito es que las restricciones se toman solo para la educación, que es la actividad donde hay más protocolos. Esto hoy es sinónimo de chicos en las calles, plazas, en casas de amigos o en otras actividades donde no hay control”, le dijo a Infobae Teresita Sioli, parte de Padres Organizados Lincoln.
Lincoln es justamente uno de los 59 municipios del interior bonaerense que sigue en fase 2. Durante 2020, cuenta, el partido que tiene 45 mil habitantes estuvo seis meses libre de COVID-19. Sin ningún caso y las escuelas solo se abrieron a fines de octubre. Lo mismo pasó en otros distritos como Puán, Ameghino o General Pinto. Hoy Lincoln tiene 359 casos activos, de los cuales 297 se concentran en la ciudad. En los pueblos aledaños, donde no se registran contagios, tampoco se les permite tener presencialidad escolar. Allí la conexión es, en el mejor de los casos, inestable.
El gobierno de Axel Kicillof se rige por lo que consigna el DNU presidencial. Toma dos parámetros para establecer los niveles de riesgo. En los distritos de más de 300 mil habitantes, la incidencia debe ser menor a 500 casos cada 100 mil personas durante los últimos 14 días. Y, a su vez, la ocupación de camas de terapia intensiva debe ser menor al 80%. Sucede que en los partidos más chicos esos criterios se adaptan a la población y, en el medio, los pueblos pagan por los casos que registran las ciudades cabeceras.
“Hay pueblos como Carlos Salas, Bermúdez, Bayauca, Triunvirato, por mencionar algunos, que tuvieron como mucho 60 casos durante toda la pandemia, contabilizando las 4 localidades. Hoy no tienen ni un caso, y aun así, las escuelas permanecen cerradas. A la vez, hay escuelas rurales con matrículas de 5 o 6 alumnos sin clases. En todos los casos hay muchísimas docentes vacunadas con las 2 dosis”, comentó Sioli, que también observa cierta resistencia de los padres a manifestarse por temor a represalias. “Convocamos a un bocinazo y caminata en la plaza y algunos sugerían ir con máscaras para no ser reconocidos”, graficó.
Cecilia Rodriguez es propietaria del Jardín Pinocho de Chacabuco y ve cómo el paso de los meses hace que los chicos se alejen de la institución. “En el nivel inicial y maternal es muy difícil lograr la continuidad a distancia. Necesitamos del contacto. Muchos padres dejaron de pagar la cuota y nuestra situación económica es cada vez más difícil. Entendemos que el intendente está solicitando el paso a fase 3, pero no sabemos por qué aún no se pudo hacer. Sabemos que la situación sanitaria es compleja, pero la presencialidad cuidada es posible. Los casos no se dan dentro de las escuelas”, remarcó.
En Tornquist viven 23 mil personas, que no entienden por qué aún están en fase 3. En realidad sí hay una explicación oficial: el intendente les dijo que la Provincia no los actualiza porque toma como parámetro el último censo, que data de 2010 y, en ese entonces, Tornquist tenía 10 mil habitantes menos. Esa diferencia altera el cálculo de casos por habitantes.
Villa Ventana, un pueblo de 3 mil habitantes en Tornquist, expone el reflejo grotesco de la situación. “Acá todos vivimos del turismo. Lo necesitamos y por suerte está funcionando este año. Pero mientras las escuelas están cerradas, los fines de semana se ve gente que no vive aquí paseando y alojada en las cabañas”, contó Eliana Emparan, que reside en el pueblo.
En Junín tampoco se habilitó el regreso a las aulas. Juan Pablo Corbanini, integrante de la administración del Jardín Santa Isabel, da cuenta de una contradicción en el distrito: “Acá no solo están abiertos los cines, teatros y restaurantes, sino que a partir de un decreto municipal se dio la posibilidad de abrir las guarderías o centros recreativos mientras que los jardines -que aseguramos el cumplimiento de los protocolos- seguimos cerrados. Las familias dejan de abonar los jardines maternales para llevarlos a estos lugares, que en muchos casos implica que se rompan las burbujas”.
La Asociación de Institutos de Enseñanza Privada de la Provincia de Buenos Aires (AIEPBA), que nuclea a colegios y jardines bonaerenses, inició un reclamo formal. Solicitaron a través de una carta a la Directora General de Cultura y Educación, Agustina Vila, la “urgente vuelta a la presencialidad” en los distritos del interior. Del mismo modo, pidieron la revisión de las 4 horas de tope de permanencia en las aulas, que rige en el conurbano y los municipios en fase 2. “Después de la pérdida del año pasado, necesitamos que los chicos recuperen la jornada completa”, dicen.
Los padres de 9 de Julio saben -se los confirmó el propio comité de emergencia- que en las escuelas no se produjo ningún contagio. De hecho, desde que suspendieron la presencialidad escolar, los casos aumentaron en vez de disminuir. Por si fuera poco, cuatro localidades del interior del municipio -Quiroga, El provincial, Dennehy y Carlos María Naón- presentan cero casos. “Están abiertas las heladerías, los bares, los restaurantes. Todos salen, incluidos los chicos. Al único lugar donde no pueden ir es a la escuela”.
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