Desde el imaginario colectivo, asociamos el aprendizaje de una lengua extranjera con una herramienta que abrirá las puertas de un futuro algo incierto. Pero ese futuro parece lejano y la clase es hoy. O eso creíamos, hasta que nos sorprendió una pandemia y nuestros supuestos se vinieron abajo, como un barrilete en días sin viento.
Hacer que nuestras clases cobren sentido inmediato no es sencillo. Remontar un barrilete no es algo tan fácil. Sin embargo, hay algunas estrategias para crear las condiciones climáticas del aula -la virtual o la que sea- para que ese barrilete remonte. Todos pueden aportar en este espacio de cocreación: la clase de lenguas extranjeras como un laboratorio de habilidades del siglo XXI.
La comunicación hoy es inmediata y está a la vuelta de cualquier “esquina” de una red social en la que los estudiantes pueden interactuar. Aprovechemos esos espacios con actividades mediadas por tecnologías que involucren esta habilidad, en el marco de una segunda lengua.
El trabajo colaborativo cobra más sentido en un mundo que cambia rápidamente y con contextos más complejos, que incluyen interacciones con ciudadanos de cualquier parte del mundo. Podemos estimularlo en la clase de lenguas extranjeras asignando roles y tareas claras a cada estudiante, para que se valoren los aportes individuales.
El pensamiento crítico permite resolver problemas y discernir información de opinión. En la clase de lenguas extranjeras, “todo es un problema”, en cierta medida, ya que los estudiantes deben buscar estrategias de comprensión que también les serán útiles en otros espacios. La posibilidad de presentar diferentes formas de decir una misma cosa o diferentes soluciones para un mismo problema es sumamente enriquecedora. ¿Qué mejor contexto para considerarla que cuando se aprende una lengua extranjera?
La creatividad remite a pensar “fuera de la caja”, a usar la imaginación y el pensamiento lateral. Se la suele concebir como algo que “se tiene o no”, pero esta habilidad se puede desarrollar a través de la resolución de problemas y, sobre todo, se la puede estimular a través de la motivación intrínseca, que siempre debería guiar el vuelo de nuestras clases. Indaguemos entonces qué quisieran hacer nuestros estudiantes con lo que tenemos que aprender hoy.
En síntesis, tenemos en el aula de lenguas extranjeras todos los elementos para utilizar y desarrollar estas habilidades críticas. No perdamos esas oportunidades, ya que la preparación para el futuro también puede ayudar a transitar el presente. Y si hay una pandemia y no se puede salir, brindemos a nuestros estudiantes un espacio donde podamos crear un clima favorable. Un laboratorio en el cual las habilidades del siglo XXI no se queden en lo teórico y donde, con apenas una brisa, todos los barriletes empiecen a remontar.
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