Desde marzo, el sistema educativo pasó a transitar un camino intermedio entre las clases a distancia del año pasado y la presencialidad plena pre-pandemia. El formato bimodal, de asistencia a las aulas intermitente, se instaló en casi todo el país con intensidad dispar. Ahora, ¿cómo transcurre esa modalidad en un país con la desigualdad y la pobreza de la Argentina?
Un nuevo estudio observó que las clases por videoconferencia (Zoom, Meet, entre otras herramientas) representan una experiencia marginal al igual que el uso de plataformas educativas. En la gran mayoría de los casos, la educación remota los días de no asistencia a la escuela, se produce con tareas vía WhatsApp o materiales impresos. En el mejor de los casos. Porque la mitad de las familias dice que no hay continuidad pedagógica todos los días que los chicos se quedan en casa.
Los datos surgen de un informe del Observatorio de Argentinos por la Educación, con autoría de Melina Furman (Universidad de San Andrés), Víctor Volman y Federico Braga. El documento indaga en las características de la vuelta a clases en 2021 a partir de un relevamiento representativo de las primarias públicas del país.
Si bien a partir del pasaje al confinamiento estricto casi todos los gobernadores decidieron cerrar las escuelas, desde marzo rige la bimodalidad, un formato inédito hasta entonces, cuyo cumplimiento no llega a ser efectivo. Tan solo la mitad de las escuelas primarias estatales (48,8%) propone actividades pedagógicas a sus alumnos todos los días en los que no hay presencialidad, mientras que el 25,6% no lo hace. Un 15% respondió que algunos días sí hay tareas y otros días no.
Mientras los docentes están en las aulas, la mitad del curso sigue desde sus hogares. Por lo cual, la continuidad sincrónica, sumada a las dificultades tecnológicas, se hace cuesta arriba. Tan solo un 19,6% de las escuelas utilizó clases sincrónicas por videollamadas, mientras que solo el 8,0% optó por utilizar una plataforma educativa (Google Classroom, Moodle, entre otras).
En la Argentina la virtualidad es más bien excepcional. Las clases -o actividades- remotas se realizan a través de materiales impresos (34,1%) y envío de archivos digitales (28,8%). El 47,6% de las familias señaló que los alumnos destinan entre dos y cuatro horas diarias a actividades escolares, mientras que el 39,0% dedica menos de dos horas. “Estos datos de carácter exploratorio sugieren que un gran número de estudiantes destina menos tiempo a sus estudios en la modalidad virtual que en la presencial”, advierte el informe.
“Aún tenemos una brecha de acceso a la tecnología que debemos saldar para que los niños puedan acceder a la educación virtual. Una de cada cuatro familias no tiene acceso a internet ni computadora para estudiar desde casa. Sabemos que en 2020 las desigualdades educativas que ya teníamos se ampliaron mucho”, señaló Furman, coautora del informe.
Por su parte, Irene Kit, pedagoga y presidenta de la Asociación Civil Educación para Todos, planteó: “Con materiales impresos, Whatsapp o clases sincrónicas, hay dos grandes desafíos para el sistema educativo. El primero es cómo lograr conectar con los intereses y motivaciones de los y las estudiantes para aprender. El segundo es cómo utilizar todos los recursos disponibles para ir dando devolución y retroalimentación a los y las estudiantes. Sin este diálogo entre docentes, estudiantes y familias, la cosecha será muy magra. Hay mucha voluntad tanto en docentes como en familias, y se requiere un gran liderazgo técnico y político para proponer cursos de acción viables y potentes para el aprendizaje”.
Los padres, disconformes con los aprendizajes
Para los padres, la educación remota no es suficiente. Más de la mitad cree que aprenden poco. El 52,7% de las familias dicen estar disconformes ya que consideran que su hijo aprendió menos que en la modalidad presencial. Solo el 15,6% de los padres se mostró conforme y marcó que el alumno adquirió los mismos saberes que hubiera incorporado en una modalidad presencial.
A su vez, los padres aguardan por el regreso a una presencialidad plena. Tres de cada cuatro familias relevadas (74,0%) prefieren que, cuando pase la pandemia de COVID-19, la escolaridad vuelva a ser únicamente presencial. A una de cada cuatro le gustaría mantener un formato bimodal, mientras que es mínimo el porcentaje que optaría por una educación únicamente virtual (2,0%).
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