Para muchos intelectuales del siglo XX el fútbol fue un espejo extraño. A unos les devolvía la imagen de la explotación y el nuevo “opio de los pueblos”; otros, en cambio, creían ver un reflejo verídico de la sociedad.
Albert Camus llegó a decir que el fútbol fue lo que más le enseñó “sobre la moral y las obligaciones de los hombres”. Eduardo Galeano escribió uno de los libros hermosos que se hayan publicado jamás sobre este deporte: El fútbol a sol y a sombra. Martín Caparrós —que publicó el emocionante Boquita— escribió junto a Juan Villoro El mundo es redondo. Ni qué decir de escritores como Fontanarrosa, Soriano y Sacheri, para mencionar sólo a tres, que cimentaron su carrera con grandes textos sobre el fútbol.
Siempre se dijo que Borges le tenía rechazo. Hay una cantidad de frases —reales y apócrifas— con las que hacía evidente su desagrado: “El fútbol es popular porque la estupidez es popular”, “A quién le interesa ver a 22 hombres de pantalón corto corriendo tras un balón”, “Fui una vez a ver un partido de fútbol y fue suficiente, me bastó para siempre”. El rechazo del fútbol por Borges era tan notable, que hace algunos años —casi veinte, en realidad—, Andrés Neuman ironizó en la novela Una vez Argentina un cruce entre Borges y Maradona: mientras uno preguntaba qué escribía, el otro quería saber en qué equipo jugaba.
Es muy sabido que Borges dio una conferencia en el mismo momento en que se jugaba el primer partido del Mundial 78. Matías Bauso lo cuenta en el imponente 78. Una historia oral del Mundial. Borges daba una conferencia sobre la inmortalidad y alguien puso un televisor —sin volumen— a su lado hasta que el público pidió que lo sacaran. Hay una foto de la revista La Semana en la que se ve a dos hombres llevarse la tele. “Borges lo hizo absolutamente a propósito”, decía Bauso en una entrevista para Infobae, “sabía que está el televisor pero no le importaba: él hablaba de la inmortalidad”.
Pero si a Borges le desagradaba el fútbol, ¿qué hay de cierto en esta afirmación que dice que era de San Lorenzo? Podría decirse que mucho y nada. El libro Cuentos cuervos (Planeta) incluye textos de, entre otros, Fabián Casas, Diego Paszkowski, Enzo Maqueira, Damián Ríos, Horacio Convertini, Luciana de Luca y, por supuesto, Osvaldo Soriano. Y tiene además un acápite de Borges: “Yo soy de San Lorenzo, ¿sabe? Me han dicho que siempre pierde”.
Esa afirmación, que circuló por redes y generó un pequeño debate entre lectores, corresponde a un diálogo registrado en el libro Conversaciones de Jorge Luis Borges con Antonio Carrizo (Fondo de Cultura Económica), pero hay que leerla en el contexto.
Entre 1937 y 1945, Borges trabajó en la Biblioteca Miguel Cané —Carlos Calvo y Av. La Plata, pleno barrio de Boedo— y allí le preguntaron de qué cuadro era. “¿Cómo de qué cuadro? ¿Qué quiere decir eso?”. Luego me explicaron que un cuadro era un club de fútbol, que en Buenos Aires había muchos cuadros, que la gente simpatizaba con uno o con otro, y que ahí todos eran de San Lorenzo. ‘Bueno, yo también voy a ser de San Lorenzo ahora que ustedes me han explicado la cosa, con tal de que no me hagan ir al fútbol’”.
Esa respuesta irónica, típicamente borgiana, al tiempo que cierra la posibilidad de ver a un Borges futbolero, da alguna pistas interesantes para abordar: la elección por un club “perdedor” cuyo nombre recuerda a una batalla de la Independencia y que pertenece al barrio de Boedo, siendo que él era de Florida. Hay quienes dirán que, pese a que no le gustaba el fútbol, Borges fue hincha de San Lorenzo. Otros que, justamente porque era hincha de San Lorenzo no le gustaba el fútbol.
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