El aula es mucho más que un espacio con un grupo de personas involucradas en el proceso de enseñar y aprender. Además de alumnos, un docente y otros elementos, hay conexiones humanas y neurológicas que poco tienen que ver con el contenido en sí, pero que mucho tienen que ver con los objetivos de enseñanza y los procesos de aprendizaje. Existe una red de relaciones interconectadas que operan en forma invisible y crean --o no-- las condiciones para que enseñar y aprender sea posible.
Debemos prestarle atención a los vínculos dentro del aula ya que todos, docentes y alumnos, conforman una comunidad en donde todos se relacionan con todos.
Para aprender, los chicos necesitan de cierta serenidad. Esta serenidad surge del sentirse seguro y, por sobre todas las cosas, del respeto que se respira en el aula. Un alumno herido (que cree que no puede, que tiene miedo a que lo humillen, etc.) no podrá aprender si antes no lo sanamos. Esta sanación tiene que ver con el afecto y el vínculo; con poseer la sensibilidad necesaria para acercarnos y acompañarlo. Es decir, para brindarle seguridad.
Si bien en el pasado la educación estaba basada en la memorización y repetición de conceptos, hoy lo que se busca en el aula son alumnos que puedan pensar por sí mismos, relacionar y crear pensamientos de orden superior. Es decir, desarrollar el pensamiento crítico, el pensamiento creativo y la resolución de problemas. En este sentido, un clima sano en el aula, de confianza y respeto son vitales.
El docente de antaño basaba el manejo del aula en el autoritarismo. Podía imponer su autoridad, seguramente por su edad o su cargo. Hoy, eso ya no funciona. El docente debe ganarse el respeto de sus alumnos a través de su idoneidad, su credibilidad, y el vínculo que genera con ellos. Si no, podrá enseñar, pero eso no garantiza que los alumnos aprendan.
Cuando un docente se irrita, se impacienta o se frustra ante un niño que “no entiende”, ¿lo hace poniéndose en el lugar de ese alumno? Los chicos procesan la información de una manera diferente a como lo hace un adulto. Cuando comprendemos que los niños son niños, y decidimos acompañarlos, guiarlos y apoyarlos en el camino del aprendizaje, logramos vincularnos con ellos desde un lugar positivo y amoroso, lo que los ayuda a relajarse y a seguir intentándolo. Por el contrario, cuando se sienten amenazados, extremadamente nerviosos, u observados de manera crítica, se desconectan y no logran llegar a su mayor potencial creativo.
Tener un alumno sentado en un aula no es garantía de que vaya a aprender. Para que lo haga, necesitamos generar las condiciones necesarias y comprender que el cerebro cognitivo de nuestros alumnos se enciende en un lugar seguro, en donde se sientan tranquilos y protegidos desde lo emocional. Y para esto, una vez más, el vínculo es clave.
Aulas sanas
Un aula sana significa que el alumno se siente seguro para poder levantar su mano, para cometer un error, para expresar una opinión sin temer a la crítica, u opinión desfavorable del otro. Por lo tanto, como docentes, debemos poner foco en generar aulas sanas. Sin seguridad emocional, no hay aprendizaje.
Un aula sana es un espacio de aprendizaje en donde ningún alumno puede interferir con el aprendizaje de otro. Es un espacio en donde hay ausencia de amenaza; esto significa que nadie tiene miedo de hacer una pregunta, levantar una mano o responder por miedo aser criticado o humillado. Es un lugar en donde se naturaliza, des- dramatiza y se capitaliza el cometer errores, al entender que cometer errores es parte del proceso de aprendizaje. Un aula sana es un lugar en donde nada malo puede pasar. En un aula sana, el docente es custodio de la autoestima de sus alumnos.
Algunas ideas:
- Amigos de algunos, pero compañeros de todos: debemos trabajar la identidad del grupo, que entiendan el concepto de comunidad, en donde el respeto y la sana convivencia sean valores que se puedan ver en el día a día.
- Trabajar aspectos socio-emocionales: el saber escucharse, respetarse, la responsabilidad individual y social, ayudar al otro, la empatía, etc, son habilidades tan importantes como cualquier competencia cognitiva.
- Trabajar las reglas y procedimientos del aula,par auna major convivencia.
- Asegurar una relación de muto respeto y confianza entre alumnos y docente.
- Poner atención para erradicar cualquier actitud que pueda hacer avergonzar a un alumno.
- Generar un espacio libre de críticas en donde se aliente la reflexión y las preguntas.
- Evitar utilizar límites de tiempo irreales para completar tareas, o evaluaciones, que puedan generar una sensación de angustia.
- Poner el foco en el proceso, no sólo en completar las tareas. Es decir, darles más tiempo, si fuese necesario, para que produzcan resultados de mayor calidad.
- Ofrecer la posibilidad re-hacer las cosas para enfocarse en la curva del aprendizaje y no en el producto final.
- Hacer pausas durante el dictado de la clase para chequear que los alumnos hayan comprendido el contenido.
- Hacer pequeñas pausas activas cuando la atención decae.
- No dar actividades sin asegurarse que los alumnos comprendan las indicaciones y tengan los recursos necesarios.
- Cuidar la asignación de lugares para sentarse de tal forma que no hayan marcadas asimetrías de poderes.
- Recordar que la postura, la voz, el tono y las palabras del docente envían mensajes muy poderosos.
- Escanear continuamente el aula para verificar que nadie se sienta perdido o frustrado y actuar rápidamente en consecuencia.
- Contemplar situaciones adversas en el hogar.
No van a importar los recursos que uses, ni el tema que quieras enseñar, si el clima del aula no es el apropiado, podrás enseñar, pero tus alumnos no van a aprender tanto como podrían . Que enseñes, no significa que aprendan.
Laura Lewin es autora, capacitadora y especialista en educación. Es oradora TEDx y ha escrito numerosos libros, entre los cuales podemos destacar su más reciente libro, La Nueva Educación, de editorial Santillana (2020). Facebook: @LauraLewinOnline. Instagram: @lauralewinonline.
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