La actualidad del mundo tiene a la vista como el sentido hegemónico. Si su preminencia se verifica ya desde el siglo XVII y la revolución científica —donde las metáforas visuales son clave: la Ilustración, el Iluminismo, la ciencia como la luz en la oscuridad—, hoy las pantallas lo han impuesto por encima del resto: tanto así que cuando hablamos de dispositivos como el celular nos quedamos con la palabra pantalla y dejamos de lado el hecho que sean táctiles.
En escala de importancia podría ponerse al oído en segundo término. Irónica o curiosamente, el Covid ha restituido la importancia de otros dos sentidos: la pérdida del gusto y el olfato es síntoma de la enfermedad.
Mucho se ha escrito del gusto —aunque el refrán diga lo contrario—, pero el olfato no tenía, hasta ahora, el estudio que se merece. Odorama (Taurus) es una investigación fascinante de Federico Kukso en la que, a través de los olores en diferentes momentos de la historia, permite acceder a nuevas apreciaciones sobre el inicio del universo, la evolución, el diálogo de los hombres con la salud y la divinidad, la diversidad cultural, la exploración del futuro.
La propuesta del libro rompe con una idea que parecería completamente definida, que el olfato interviene poco en nuestra vida, que los olores no tienen grandes diferenciaciones. En ese sentido, es habitual pensar en los millones de colores que abundan en la naturaleza, pero ante los olores sólo consideramos que hay una paleta más bien reducida.
Analizar los olores es una manera de interpretar los cambios en la gastronomía, la higiene, la urbanización: detrás de cada olor hay una historia. Separado en “Olores de ayer”, “Olores de hoy” y “Olores de mañana”, el libro pone de manifiesto la relevancia del olor como sentido de la intimidad y que, a la vez, es una marca de identidad cultural: más allá de estar programados para reconocer ciertos olores como el de la comida en descomposición, ya en la primera infancia se nos enseña cuáles son los olores ricos y cuáles los feos.
Desde la leche de almendras de Cleopatra hasta el perfume de Marilyn Monroe, pasando por los grandes mercados perfumistas de Persia, Venecia y París, la historia demuestra que la manera en que los hombres decidimos oler es una preocupación mucho más profunda de lo que se cree. La femme fatal que nos seduce con su perfume, el aroma del horno que nos abre el apetito, el perfume de los duraznos, el olor de la lluvia y el del pasto recién cortado. El olor, como construcción social, transmite información.
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