¿Pueden los padres ayudar a sus hijos en las tareas escolares?

Algunas ideas para combartir la desmotivación y la frustración de los chicos, a la vez que acompañarlos a desarrollar habilidades socioemocionales que les permitan tener una vida más satisfactoria

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El momento de la tarea
El momento de la tarea (REUTERS/Evgenia Novozhenina)

Desde siempre, las tareas escolares han sido un gran tema en los hogares y el origen de muchas batallas campales. Hoy, más que nunca, vemos chicos desmotivados, que se frustran y reniegan de los deberes. Y si bien es verdad que todo lo relacionado con las estrategias pedagógicas corren por cuenta de la escuela y los docentes, los padres podemos ser magníficos influencers y ayudar a nuestros hijos a aprender y a desarrollar habilidades socio-emocionales que les permitan tener una vida más satisfactoria.

No reemplazamos a los docentes, simplemente, si así lo deseamos y podemos, acompañamos a nuestros hijos en la maravillosa aventura de aprender. Algunas ideas para ayudar a nuestros hijos:

1. Asegurémonos que tengan un espacio para sus deberes. Dentro de nuestras posibilidades que sea siempre el mismo lugar en donde se sientan cómodos. Para evitar que se distraigan o dispersen, hay que organizarles el espacio de trabajo en donde se puedan concentrar sin interrupciones ni distracciones. Que no les falte nada: desde el libro, carpeta, y sus útiles, hasta el vaso de agua. Que no necesiten levantarse. Y además, apagá la tele, la música, sacales el celular y cualquier cosa que pueda distraerlos.

Ideas para acompañar a tus
Ideas para acompañar a tus hijos en la tarea (Getty)

2. Armemos una rutina. Una de las primeras cosas que tenemos que hacer con nuestros hijos, especialmente si son chicos, es la de desarrollar una rutina. Para evitar llantos, berrinches y frustraciones, lo mejor es poner horarios de estudio que hay que respetar. Teniendo en cuenta el horario de clases, ¿a tu hijo le resulta mejor concentrarse de mañana o de tarde? Tratá de armarles sus rutinas en función de qué les funciona mejor a ellos. Las rutinas ordenan, dan familiaridad y generan previsibilidad.

3. Ayudalos a organizarse y priorizar. “¿Qué vas a hacer primero?”, “¿Cuánto vas a avanzar hoy?”, " ¿Necesitás algo en particular para completar esa actividad?”. El tener que organizarse y planificar los ayuda a desarrollar otras habilidades importantes como tomar decisiones o resolver problemas, entre otras. Por otro lado, permitiles comenzar por lo más sencillo, lo que más les gusta o lo que menos les cuesta. De esta manera, comenzarán más abiertos y dispuestos a avanzar.

4. Ayudá a tu hijo a tener una mentalidad positiva acerca de aprender. No le digas “Yo no sirvo para matemática”, o “Yo odiaba inglés cuando iba al colegio” porque podría generar o reforzar la idea de que ellos tampoco pueden. Son nuestras creencias las que nos acercan o alejan de aquello que queremos hacer. Frente al fracaso o al desafío, algunos niños se esfuerzan más. Otros, por el contrario, se frustran y abandonan. Si utilizan un lenguaje negativo, ayudémoslos a reformularlo:

Hijo: ¡Soy malísimo para matemática!

Adulto: Mi amor, no sos malo para matemática. simplemente no te salió el ejercicio.

La palabra clave: todavía.

Hijo: ¡No me sale!

Adulto: No te sale todavía.

(REUTERS/Francois Lenoir)
(REUTERS/Francois Lenoir)

Qué pasa si no quieren, si se resisten, se frustran o se enojan….

1. Responder en vez de reaccionar. Mantener la calma, será sin duda alguna, la clave en todo este asunto. Cuando, como adultos, podemos mantener la calma frente a las cosas que suceden, vamos a poder responder, en vez de reaccionar. Para esto, tendremos que trabajar mucho en nosotros mismos, y esto requiere de perseverancia y autocontrol. Lo que debemos aprender a hacer es a dilatar el intercambio con nuestro hijo mientras estemos alterados para que la crisis no escale.

2. Permitiles tomar decisiones. Cuando para ellos todo es una orden, viene de afuera y de manera arbitraria, los chicos, por lo general, se resisten. El tomar algunas decisiones les va a permitir bajar el nivel de estrés. Por ejemplo, ¿por dónde preferís empezar? ¿Querés hacerlo solo o con algún compañero?

3. Nuestra actitud. La actitud de los padres es crucial ya que va a influenciar cómo se sienten los chicos acerca de ellos mismos- especialmente cuando son más chicos. Si cometen un error, entendamos que el error es de ellos, no nuestro. Resistamos la tentación de corregirlo solo para que entregue algo bien. Una cosa es explicarles para que lo entiendan, pero otra es corregirlo para “no quedar mal”. Cuando los padres ayudan a sus hijos a confiar en ellos, valoran sus logros aunque sean pequeños, y muestran su amor, aun cuando cometen errores, los chicos van a aprender a aceptarse y van a encaminarse a desarrollar la auto confianza. Y no lo olvidemos: el cometer errores es parte del proceso de aprendizaje. Si todos estamos de acuerdo en que aprendemos de nuestros errores, ¿por qué, entonces, tratamos de evitar que nuestros hijos los cometan?

4. Qué se esconde detrás de la falta de motivación. ¿No hacen los deberes porque están desmotivados, porque no les sale, porque no entienden las consignas, porque no les gusta la materia o su docente? Seguramente raspando un poquito podremos encontrar la causa y desde ahí tratar de encontrar alguna solución que permita el cambio de actitud por parte de nuestros hijos.

Students attend homework classes in
Students attend homework classes in the complex of Pestalozzi-Froebel-House during the spread of the coronavirus disease (COVID-19) in Berlin, Germany March 17, 2020. REUTERS/Annegret Hilse

5. Cuidado con el grito. El grito es pan para hoy y hambre para mañana. Al gritar, no solo estamos demostrando que no tenemos control sobre nosotros mismos, sino que, además, solamente logramos que los niños reaccionen por temor, pero no que puedan modificar una conducta negativa. El niño, en vez de acercarse a nosotros, se aleja. Además, el gritar se interpone y no nos permite utilizar el emergente para enseñar o brindar herramientas para la vida. No ayuda a gestionar las emociones. Por el contrario, tiene un efecto negativo sobre la autoestima de los chicos. En vez de gritar, necesitamos conectarnos con nuestros hijos. Si no, cuando tengan más edad, las peleas a los gritos serán una constante en nuestros hogares, y, cuando sean adolescentes, habremos perdido nuestra influencia positiva sobre ellos.

6. El problema del castigo. No olvidemos que el castigo no suele ser pedagógico. Mejor que el castigo es trabajar con consecuencias. En vez de: “¡¿No hiciste los deberes?! ¡No salís en todo el fin de semana!”, sería mejor instalar una regla que diga que “el fin de semana comienza cuando se hicieron los deberes”. De esta forma, los chicos podrán autorregularse y asumir mayor responsabilidad por sus actos.

7. No controlar, sí intervenir. En caso de tener que intervenir, sería bueno que ellos lo vieran como una última alternativa. Es decir, te dejé la libertad de organizarte y planificar a tu manera, pero teniendo en cuenta que tus notas están bajando, o que me avisan del colegio que no estás entregando los deberes, vamos a armar un plan juntos y voy a chequear que lo cumplas. Es decir, intervengo sin controlar.

8. Confiá en tu hijo. Cada vez que un padre, aun con las mejores intenciones, hace por su hijo algo que él podría hacer por sí mismo, está enviando un mensaje silencioso pero muy poderoso: “No confío en vos y por eso tengo que hacerlo yo”. Cuando sobreprotegemos a nuestros hijos creyendo que ellos no pueden por sí mismos, los despojamos del poder de decidir, de utilizar su razonamiento, de poder tomar decisiones. En vez de ayudarlos a crecer, los hacemos más chiquitos, y los niños terminan con más inseguridades, miedos, angustias, e incapaces de avanzar por sí solos. Sí te guio, sí te ayudo, sí te explico, pero no lo hago por vos. Resolverles la vida a nuestros hijos no es ayudarlos, es incapacitarlos. Es no permitirles convertirse en ellos mismos.

9. La frustración. Y no nos olvidemos de lo que más nos preocupa: la frustración que les genera no poder hacer las cosas que tienen que hacer. Como padres nos gusta saber que podemos manejar las cosas que suceden en casa, y queremos aliviar a nuestros hijos de la pesada mochila de la frustración. Sin embargo, tenemos que darles permiso para sentirse inseguros, confundidos y hasta frustrados. La infancia es el momento de la vida en el que los chicos deben aprender a equivocarse y a aprender de los errores. De lo contrario, serán adultos sin perseverancia y no creerán en sus habilidades y sus capacidades para tener éxito.

10. El estrés. No nos olvidemos que los chicos también se estresan. Necesitan socializar con sus amigos y hacer actividad física para liberar el estrés acumulado.

mother and her daughter quarreled
mother and her daughter quarreled

¿Cómo manejamos la frustración?

1. Validá la frustración de tu hijo. Ninguna emoción es mala mientras podamos interpretarla como información y hacer algo al respecto. Sí debemos preocuparnos si esta emoción se prolonga en el tiempo (vivir con miedo, por ejemplo).

2. Debemos enseñarles que la frustración no es lo mismo que el fracaso, sino una señal que el aprendizaje está por ocurrir.

3. Cuando veas que tu hijo se está por frustrar, pará: es momento de una pausa. Cuando sientas que estás a punto de explotar o que tu hijo va a explotar, hay que tomarse un recreo y moverse: ir a caminar, hacer algún ejercicio físico, subir y bajar escaleras, o lo que los ayude a volver al eje. No alimenten el fuego de la ira.

4. Tiempo de calma: es un tiempo que le brindamos al niño cuando necesita volver a su eje. No se trata de sacarlo “a pensar”, sino a calmarse. Los chicos necesitan practicar el volver a su eje cuando tienen emociones fuertes. Aprender a volver a estar en calma después de un terremoto emocional (ira, frustración, bronca) es una herramienta que utilizarán toda su vida.

5. Acercate, cuando haya pasado, y hablá acerca de lo que pasó y piensen cómo pueden manejar esa situación de frustración mejor la próxima vez que ocurra.

¡Los NO!

1. NO a hacer los deberes por ellos.

2. NO a distraerlos mientras están trabajando.

3. NO a hacer los deberes cada día en un lugar diferente. Debemos generar una estructura.

4. NO a la hora que quieran. Los hábitos son importantes.

5. NO a perder la paciencia.

Estamos todos cansados y abrumados por la realidad. Cumplir con la ardua misión de ser padres no es fácil en estos tiempos. Existe una gran diferencia entre criar y educar. Educar implica más tiempo, más paciencia, y más estar en el aquí y ahora. Es luchar nuestras propias batallas como adultos para poder estar calmados, enfocados y conectados en el momento de tener que corregir conductas en los niños. Es tratar de no herirlos, de no lastimarlos, de estar presentes y de amarlos incondicionalmente. Difícil, pero no imposible.

Laura Lewin es autora, capacitadora y especialista en educación. Es oradora TEDx y ha escrito numerosos libros, entre los cuales podemos destacar “Fuertes y Felices- el manual que no te entregaron cuando tuviste hijos” (Editorial Bonum). Facebook: @LauraLewinOnline - Instagram: @lauralewinonline

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