Directivos de instituciones educativas de todo el país hablan acerca de cómo recibieron a sus alumnos en el regreso a las aulas: algunos con alegría y entusiasmo, pero muchos otros con depresión, con trastornos de ansiedad, algunos, inclusive, con trastornos más severos. Esta pandemia afectó emocionalmente a muchísimos chicos.
El protocolo COVID, sin duda, nos permitió un regreso a las aulas. El uso de tapabocas, distanciamiento, lavado regular de manos, ventilación y desinfección de los espacios, permitió, con gran éxito, una vuelta a clases de manera segura. Y justamente ese es el punto: las escuelas, cumpliendo con el protocolo, son lugares seguros.
La escuela es mucho más que el lugar en donde los chicos reciben contenidos. Además de aprender, la escuela es el lugar que tiende puentes, el lugar de las oportunidades, el lugar en donde los chicos crecen; donde resuelven problemas, negocian, se adaptan, se relacionan, se comunican… Es el lugar en donde les cuentan a sus amigos qué les pasa, cómo se sienten. Es el lugar en donde ven a sus amigos y al chico/a que les gusta, el lugar en donde juegan en los recreos; el lugar en donde se relacionan y desarrollan habilidades socio-emocionales esenciales para su vida. Y muchas veces, además, debemos preguntarnos: cuando un chico no está en la escuela, ¿en dónde está? Si está en la calle, estamos complicados.
Los chicos deben estar en la escuela.
El tema de las burbujas, si bien sirvió para un primer acercamiento, genera grandes complicaciones de horarios y rutinas a las familias. ¿Cómo se hace para organizarse con dos, tres o cuatro hijos y sus respectivos horarios? La escuela, lo sabemos, ordena.
Pero, además, está el tema de la carga horaria y el contenido, que claramente se ve disminuido. Pensando en los avances de la ciencia, que ya evalúan un distanciamiento de un metro, ¿no sería hora de repensar los protocolos?
El protocolo actual dice que es necesario un distanciamiento de un metro y medio para reducir el riesgo de contagio, y de ahí la necesidad de reducir los grupos y la necesidad de las burbujas. Pero si ese distanciamiento fuese de un metro, entonces ahí sí, en la mayoría de los casos, podrían caber los chicos en sus salones de clase, todos juntos.
Hay evidencia que apoya este planteo: la Organización Mundial de la Salud ya recomienda un distanciamiento de un metro para las escuelas. Además, existe evidencia en los Estados Unidos, especialmente en Massachusetts, en donde se evaluó el avance de casos de Coronavirus en 242 distritos, y se vio que comparando a aquellas escuelas en donde se exigía un distanciamiento de un metro y medio, con aquellas en donde optaron por un distanciamiento de un metro, no hubo mayores casos de contagio con un menor distanciamiento.
El ejemplo del país del norte es auspicioso, pero claramente Argentina es otro mundo. Se hace imperioso el debate acerca de la infraestructura escolar, y la cantidad de alumnos en las aulas. Si bien reducir el distanciamiento beneficiaría a miles de cursos, en aulas superpobladas, no resolvería nada.
Ya sabemos que los chicos, especialmente los más chicos, no son grandes transmisores del virus. Por supuesto que la clave sigue estando en seguir el protocolo COVID y en el urgente avance de la vacunación para docentes.
Pensando en costos y beneficios, ¿podríamos suponer que mantener a todos los chicos en las escuelas, volviendo a la carga horaria previa a la pandemia, y con todo lo que esto implica cognitiva, emocional, física y socialmente para ellos, además de ayudar a las familias en la organización familiar, avalaría el debate del distanciamiento? Ojalá que sí.
Laura Lewin es autora, capacitadora y oradora TEDx. Ha escrito numerosos libros entre los cuales se destaca su más reciente publicación La Nueva Educación (2020, editorial Santillana).
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