Promediando el 2020, cuando ya se presagiaba un cierre escolar extenso, se instaló la necesidad de articular ese ciclo lectivo con el siguiente, con el de 2021. En teoría, los contenidos que no se habían podido dar por la emergencia sanitaria se recuperarían. Ahora, con el nuevo año escolar ya puesto en marcha en todo el país, la pregunta que surge es si es realmente posible, en este contexto de presencialidad limitada, de poco tiempo en las aulas, compensar los aprendizajes postergados. O, por el contrario, si lo que pasará es que se sigan relegando saberes.
Para 2021 en casi toda la Argentina, se adoptó una modalidad combinada. Es decir, algunos días de clases presenciales combinado con otros días de tareas en el hogar. Sucede que dentro de esa modalidad se abre un abanico amplio de realidades. Dependiendo de la cantidad de contagios, de la voluntad del gobierno provincial, de los espacios y la matrícula de las escuelas, hay alumnos que van todos los días al colegio aunque sea media jornada, mientras que hay otros que concurren una o dos veces por semana.
“La idea de ‘toda la presencialidad posible’ prometida en 2021 quedó muy debajo de las expectativas sociales. Hoy la presencialidad es la excepción”, le dijo a Infobae Mónica Marquina, doctora en educación e integrante de la Fundación Alem. “Si bien casi todas las provincias comenzaron las clases, lo que sigue abundando es la educación remota. Menos de un tercio del país tiene entre 2 y 4 horas diarias de educación presencial, con casos severamente críticos como Formosa, Chaco, Neuquén, Chubut o Santa Cruz”, agregó.
Para la especialista, es “muy difícil” que las escuelas puedan programar un año diferente. “Hoy las escuelas están tratando de cumplir protocolos imposibles de convivir con una necesaria propuesta pedagógica diferente, que integre la gran heterogeneidad de experiencias que tuvieron los chicos en 2020. Yo creo que estamos lejos de lograr ese objetivo, por más que figure en los acuerdos formales. Ni siquiera se sabe, a dos o tres semanas de comienzo de clases, cuántos chicos realmente iniciaron las clases. No sabemos cómo varió ese millón y medio de casos de abandono que se habían detectado en octubre”, señaló.
Una de las máximas preocupaciones era justamente cuántos alumnos iban a abandonar el sistema educativo después un año con las escuelas cerradas. A día de hoy, no hay datos oficiales de deserción que pemitirían ir a buscar a esos chicos. Incluso cabe preguntarse si en medio de experiencias tan dispares, de frecuencias tan distintas de presencialidad, no se abre un nuevo escenario de desigualdad en el sistema.
“Viendo como están dándose los acontecimientos hoy, pensar en la recuperación e integración de contenidos, en base a propuestas necesariamente innovadoras, es un objetivo muy lejano al que se podrá llegar luego de sortear problemas concretos: falta de docentes en el aula, protocolos imposibles de cumplir, edificios por reparar, desconocimiento del número de abandono de estudiantes, familias convulsionadas ante la complejidad de cumplir con los horarios de presencialidad de los diferentes hijos. Estos problemas concretos eran fáciles de anticipar, pero estamos siempre detrás de los acontecimientos”, considera Marquina.
Por su parte, Sandra Ziegler, directora de la Maestría en Ciencias Sociales con orientación en Educación de FLACSO, cree que es “inviable” llevar adelante dos planes de estudios, el de 2020 y 2021, en solo un año. Para ello, habla de no tomarlos como una sumatoria, sino de integrarlos.
“El año escolar plantea el gran desafío de trabajar recuperando los saberes del ciclo anterior y los de este. La forma de trabajo tiene que incluir la selección de aquellos saberes que son irrenunciables y prioritarios de cada año. Los programas de estudio siempre tienen contenidos que son nodales y otros periféricos. Por lo tanto, se requiere de una selección”, advirtió.
Ziegler mencionó que en pedagogía ya existe una fuerte experiencia acumulada en la aceleración de aprendizajes, que será una fuente importante de consulta. “La clave es colocar el foco en los saberes fundamentales y determinar cuáles han sido los aprendizajes logrados y los pendientes, para a partir de esas valoraciones programar el año escolar”, añadió.
Irene Kit, presidenta de la Asociación Civil Educación para Todos, planteó la necesidad de sincerar el momento que atraviesa hoy el sistema educativo. “Tenemos un desafío que tal como está planteado es irresoluble. Recuperar contenidos no trabajados en 2020 y recorrer lo previsto en planes previos para 2021, con una presencialidad que en el mejor de los casos alcance el 50%, es una expresión voluntarista, que elude asumir las realidades múltiples de la escolarización atravesada por la pandemia”, remarcó.
De acuerdo a su mirada, no se puede homogeneizar la enorme variedad de experiencias de educación a distancia que hubo el año pasado, desde las clases sincrónicas a través de Zoom hasta los cuadernillos, desde la conectividad, desde el acompañamiento o no de los padres. “Los planes vigentes consideran una cantidad de contenidos, a cargo de docentes profesionales, en el contexto de un grupo de estudiantes, y con algunos recursos didácticos accesibles. Eso no sucedió en 2020 y no sucederá en 2021″.
Por ello, llamó a valorar los aprendizajes que se dieron “en la vida real”, por fuera de la currícula. “Se apoya poco a los docentes para que puedan apelar a esos aprendizajes, sistematizarlos, consolidarlos y convertirlos en base para otros saberes. El mensaje que reciben los docentes es que hay que “apretar " el tiempo y compactar contenidos, para cumplir con ese plan de estudio. Si se retrocede en la apertura, la situación no tiene vías de salida”.
Intensificar en los últimos años
Para Kit, no todos los cursos deben ser abordados de la misma manera. En especial, los últimos dos años de secundaria. Allí cree que se les debería brindar una propuesta intensificada, con mayor cantidad de días en el aula. Caso contrario, se despreciaría el valor del título.
En el resto de los grados, se debería encontrar el balance justo entre la lista de contenidos a dictar y el desarrollo de las capacidades de pensamiento y aprendizaje. “Podemos reducir y priorizar contenidos, pero no podemos darnos el lujo de reducir y excluir capacidades complejas como la comprensión lectora y la producción escrita, la comprensión matemática de situaciones de la vida real, las habilidades de pensamiento científico como la observación, la comparación, la experimentación, el análisis de efectos, la capacidad de organizarse para el trabajo con otros, la capacidad de reflexionar sobre el propio desempeño”.
“Todas estas capacidades requieren contenidos para desplegarse, no se hacen en el aire. Pero, lamentablemente, sí podemos atravesar muchos contenidos y que ese trabajo no deje casi huella en el desarrollo de capacidades”, reflexionó y cerró: “El tiempo presencial tiene que ser un tiempo pleno de enseñanza, en grupo de estudiantes y con liderazgo docente para recrear un espacio desafiante, motivador y provechoso de aprendizaje”.
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