El 12 de agosto la Universidad de Buenos Aires cumplirá 200 años de vida. La pandemia impedirá un festejo masivo en cada facultad, pero a cinco meses de la fecha, la UBA reunirá mañana viernes al presidente Alberto Fernández, al gobernador Axel Kicillof y al jefe de gobierno Horacio Rodríguez Larreta en la Manzana de las Luces, la primera sede de la casa de estudios. Lo que fue una foto recurrente en tiempos de extensión de la cuarentena, se reeditará después de que la coyuntura política los distanciara.
El rector Alberto Barbieri no quiere que el foco político opaque el bicentenario, pero sí reconoce en una entrevista con Infobae la potencia de la UBA para volver a reunir a los dirigentes. “La UBA siempre fue así, históricamente. Los tres son graduados de la casa. Esto significa como mensaje lo que visualizaron los fundadores que, con ideas diferentes, pudieron conciliar la necesidad de una universidad que formara a los líderes de la nueva nación. Es una foto que tiene que ver con nuestro origen”.
-¿Qué momento histórico diría que atraviesa hoy la UBA, en medio de un contexto nacional tan complejo?
-A lo largo de toda su historia, la UBA fue siempre de la mano con lo que le pasaba a la Argentina. Nunca estuvo ajena. Pasó los mejores momentos -de crecimiento y esplendor- a los más oscuros -intervenciones de golpes militares- que se ensañaron con la UBA justamente porque era la antítesis del autoritarismo. Hoy estamos viviendo un momento de crecimiento científico, académico, de gran consideración a nivel internacional, acompañando la volatilidad de los procesos políticos de nuestro país. Nuestro lema es “200 años formando futuro”. Siempre la universidad estuvo adelante. Aspiramos a ser lo que los argentinos necesitan para el siglo XXI, un lugar de encuentro de diferentes posiciones, donde podamos hacer que nos pongamos de acuerdo en algunas cuestiones básicas.
-Saltar la famosa grieta…
-La universidad es pluralidad. A nosotros no nos asusta debatir. En el país hace falta esto hace mucho tiempo. En los últimos años se agravó la situación. Dado que tenemos tanto consenso social, queremos ser uno de los motores, más que de unión, de convergencia de los argentinos. Definir políticas de mediano y largo plazo en cuestiones estratégicas para que venga quien venga no tengamos que empezar de nuevo. Si no, cada cuatro años tenemos que volver a pensar qué hacer. No se puede manejar una organización tan compleja como la UBA sin una perspectiva de por lo menos 30 o 40 años. Algunos dirán que es un entrenamiento buenísimo para adaptarse. Yo prefiero previsibilidad y después rendir cuentas. Nadie tiene miedo en la universidad de rendir cuentas. Con lo poco que tenemos nos va muy bien.
-Con esta realidad, ¿cuán complejo es competir a nivel regional con otras universidades?
-Nosotros en educación superior no consideramos la palabra competencia. Eso será para las privadas.
-Pero como universidad buscan los mejores resultados, los mejores profesores.
-Sí, pero se da una complementación con otras universidades de la región. Nuestro presupuesto no llega a 400 millones de dólares al año y la Universidad de San Pablo o la UNAM tienen 4 mil millones de dólares. Esto es imposible sostenerlo en el tiempo.
-¿En qué aspectos puntuales ven las mayores dificultades?
-En lograr desarrollar ciencia: necesitás una planificación de mediano y largo plazo, tener becarios, investigadores que no sean atraídos por otros lugares del mundo que les pagan mucho mejor. En sostener los mejores profesores: todavía es un orgullo ser docente de la UBA. Muchos vienen por amor a la universidad más que por lo que ganan. En también tener la infraestructura más actualizada.
-¿Ahí ven que corren con desventaja?
-Totalmente. Nosotros todavía tenemos como gran ventaja la capacidad humana. Es el diferencial de la universidad. Lo demás es muy difícil. Como argentinos tenemos que ver que en esta sociedad del conocimiento, la educación, la ciencia y la tecnología es un valor central que genera un círculo virtuoso que derrama positivamente en los otros sectores. La universidad nunca es un gasto; es una inversión.
-¿Qué le pasa cuando escucha a jóvenes que dicen que la salida es Ezeiza?
-Uno ante la adversidad puede reaccionar de diferentes maneras. A veces el contexto y la información con la que los bombardean los lleva a creer que está la panacea universal en otra parte del mundo. Los que tuvimos la suerte de viajar vemos que no todo es color de rosas. Si bien es cierto que nuestro país tiene muchas dificultades, yo les inculcé a mis hijos un sentimiento y compromiso hacia el país, para mejorar las cosas. Es sistemático en Argentina. Los que tenemos más de 60 años los vivimos varias veces: creer que lo mejor está afuera y al cabo de unos años todo el mundo vuelve.
Siete años de gestión
Barbieri inició su séptimo año al frente de la UBA. A fines de 2017 fue reelecto por amplia mayoría y su mandato se extenderá hasta 2022. Comanda la universidad más grande de Latinoamérica: un gigante de 13 facultades, cada una con su respectiva autonomía, 103 carreras, 300 mil estudiantes y 30 mil profesores.
-Mi carrera profesional me preparó para esta tarea porque mi especialidad es la gestión. Hace más de 40 años soy docente de la universidad. Conozco el mundo universitario, fui decano, fui vicerrector. Fue todo un proceso que me llevó a entender esta organización compleja. Cuanto mayor es la descentralización, más se necesita la coordinación.
-Se suele criticar que la UBA está “muy politizada”, pero ustedes lo ven como un valor.
-El que critica eso no entiende qué es la universidad. La política es la esencia de la democracia. Nosotros formamos ciudadanos con pensamiento crítico, que tienen que debatir. La juventud a veces lo hace en forma acalorada. Bienvenido que así sea. Algunos mecanismos más violentos a mí no me gustan, pero de lo que jamás vamos a renegar es de la participación.
-Si tiene que seleccionar un logro que lo ponga especialmente orgulloso de estos siete años, ¿cuál sería?
-La Escuela Técnica de Lugano. Creamos una escuela preuniversitaria para chicos en un barrio vulnerable, con un modelo de sorteo, sin examen de ingreso. Estamos sacando la primera camada que se recibe este año: técnicos en mecatrónica y técnicos en robótica, con primer nivel de calidad, incluso han obtenido premios internacionales. Todos van a hacer estudios universitarios. Ahí se demuestra que una educación de calidad dada con sentido de inclusión y pertenencia, con un sistema moderno de seguimiento académico, da sus frutos.
-¿Y una cuenta pendiente?
-Hay muchas. Me gustaría lograr mayor interacción entre el mundo científico y el productivo, con acciones más concretas que firmas de convenios, que hemos hecho muchas. Necesitamos más apoyo de políticas permanentes que fomenten la inversión del sector privado.
-Me dijo que en el país faltan políticas de Estado. ¿En la universidad las hay?
-Nosotros sí tenemos políticas de Estado. Te voy a dar un ejemplo muy concreto: en 2015 me puse a trabajar fuertemente con Miguel Galuccio, entonces presidente de YPF, en que la Argentina necesitaba más ingenieros en petróleo. Creamos la carrera que todavía no existía. Empezamos a armar los paneles de estudio, a relacionarnos con los principales centros del mundo. Hoy, cuando sale el ranking por áreas de conocimiento, estamos 44 del mundo, la mejor de Latinoamérica. Es una apuesta a una carrera estratégica con futuro y necesaria para nuestro país.
-¿Cómo se direcciona a los jóvenes hacia esas carreras clave?
-Promocionándolas, mostrándoselas durante la secundaria, explicando cuál es la salida laboral, dando becas. No somos la única universidad que lo hace, pero todo es esfuerzo a pulmón. Ahora se está volviendo a priorizar, pero no podemos tener baches cada cuatro años.
-En términos de acceso, la universidad argentina, la UBA entre ellas, supera por mucho a otros país de la región, pero eso no se traduce en más graduados por habitantes. ¿A qué se debe?
-Eso es discutible. Acá algunos que escribieron un librito de 3 hojas creen que alcanza con hacer una comparación cuantitativa con otros sistemas de países que nada tienen que ver. Te voy a dar datos de la Universidad de Buenos Aires: en promedio se recibe el 64% de los estudiantes de las 103 carreras. Es una media a nivel internacional de primer nivel.
-Ese 64% no se recibe necesariamente en el tiempo teórico de la carrera.
-Ese porcentaje se recibe en un tiempo normal, que está atado a cada carrera, a si el estudiante trabaja o no. Algunos especialistas piden por un examen de ingreso. Uno cuando hace un sistema de educación lo tiene que hacer lo más inclusivo posible; no para excluir. Nosotros tenemos el Ciclo Básico Común (CBC) que es un modo de nivelar a los alumnos que llegan de la secundaria.
-¿No termina habiendo un filtro adentro?
-No, porque si nosotros tomáramos un examen de ingreso, a lo mejor entraría un 30% de los que ingresan al CBC. Mientras que hoy llega al primer año de la carrera el 60%. Eso significa que el CBC es integrador y sirve para la apertura al mundo universitario. Y no solo hay ver la cantidad, sino la calidad de los graduados. A veces comparamos un Mercedes Benz con una bicicleta usada. Nosotros tratamos de sacar Mercedes Benz.
-¿Y quiénes sacan bicicletas usadas?
-Al que le quepa el sayo que se lo ponga. La realidad es que no es comparable. Son injustas las críticas a la educación pública.
-¿Hace falta dar una discusión para hacer más cortas las carreras o usted no lo ve necesario?
-Creo que eso tiene que ver con la calidad de universitarios que uno quiera. Nosotros hemos modificado más del 70% de los planes de estudio. A veces se habla de acortar carreras porque nos comparamos con Estados Unidos o Europa, donde los títulos de grado son breves y van al posgrado para la especialización. También tiene que ver con que cobran más caro el posgrado y recién ahí te dan el título habilitante. Nosotros con el grado ya tenemos título habilitante y es gratuito.
-¿No generaría un sistema más dinámico, de especialización?
-No lo veo así. Lo que hay que ver es la calidad del graduado y el producto final. Nosotros tenemos una base muy fuerte para migrar a diferentes especializaciones a partir de cualquier título de grado que no tienen otros. Por ejemplo, si te recibís de contador público, tenés una base para especializaciones más cortas y rápidas, y podés ejercer la profesión.
-El año pasado fue muy especial. ¿En qué medida pudieron sostener los estándares de calidad sin presencialidad?
-Todas las universidades del país y del mundo sufrieron la pandemia. Pertenecemos a redes en las que participan el MIT, Cambridge, la Sorbona, y el problema no solo es nuestro, sino de la educación superior a nivel mundial. Lo que se hizo fue dar educación de emergencia. La tecnología es un elemento que ayuda al proceso de enseñanza-aprendizaje, pero la educación superior es presencial. Si se sostiene en el tiempo la falta de presencialidad, por supuesto que va a hacer mella en la calidad. La nuestra y la de todas las universidades. No solo es un conocimiento teórico, sino poder debatir con el profesor, con los compañeros, caminar los pasillos.
-¿Qué nivel de presencialidad esperan para este año?
-Creo que va a ser un año que va a ir tendiendo a la normalidad. Ya ahora todas las materias prácticas se pueden dar con protocolos. Lo demás sigue en forma virtual, pero iremos avanzando en exámenes presenciales. Con el operativo de vacunación, en la segunda mitad del año seguramente iremos aumentando la presencialidad.
FOTOS: Nicolás Stulberg
SEGUIR LEYENDO: