La conciencia sobre la permanencia de la mutación y el cambio nos vuelve flexibles. Nos ayuda a mantener la plasticidad que nos permite adaptarnos a lo nuevo, lo desafiante, lo desconocido. Tal como manifiesta Heráclito (535 - 484 A.C) en su frase, nunca nos bañamos dos veces en el mismo río. No solamente porque el agua corre y las circunstancias cambian, sino porque nosotros no somos las mismas personas de manera permanente. Aprendemos, aprehendemos, y vamos moldeando percepciones e ideas de acuerdo a las experiencias que la vida nos pide transitar.
La pandemia del Covid-19 nos obligó a pensar en nuevas rutinas, procesos diarios que antes no teníamos en cuenta. De manera imperativa nos llevó a afrontar desafíos que estaban completamente fuera de nuestro radar. Se vieron afectadas las dinámicas familiares, sociales y también laborales. Donde lo que antes era la excepción y estaba reservado para algunas industrias, pasó a ser regla: La virtualidad.
La Escuela y cada uno de sus componentes se ven directamente afectados por este nuevo escenario. Estudiantes, docentes y directivos, y también las familias tuvieron que adaptar su mente, gestión diaria, hábitos y espacios a las nuevas herramientas para hacer lo que desde que tenemos uso de razón se hizo con la presencialidad como norma.
La necesidad de adaptarnos en tiempo récord a la virtualidad, no sólo aceleró un proceso que se venía desarrollando de manera paulatina, sino que en muchos casos puso entre la espada y la pared a personas, instituciones y procesos reticentes a ella o que incluso la veían como enemiga de aquello que funciona. En el libro La gestión del cambio (2014), Juan Ferrer dedica un capítulo completo a la resistencia al cambio, y presenta lo que considera son las causas, así como también las herramientas para vencerla.
Dentro del primer grupo de resistencias se encuentran:
- El miedo a perder. La resistencia al cambio aparece cuando tenemos miedo a perder algo. Por ejemplo, la comodidad de una rutina automática donde las piezas ya encastran.
- No entenderlo. Por qué debería transitar por este cambio? Ferrer plantea que una causa de la resistencia es no entender acabadamente para qué o por qué sucede el proceso de cambio.
- Estar contaminados. Muchas veces caemos en la comodidad de adoptar posturas ajenas, sin antes realizar un tamiz crítico propio de la situación. En este punto, el autor se refiere seleccionar consumir únicamente información u opiniones negativas al cambio, sin valorar el contrapeso positivo del mismo.
- Una opinión diferente. En contraposición al punto anterior, esta causa de la resistencia al cambio se manifiesta luego de analizar la situación con la mayor cantidad de información posible. Podemos, simplemente, no estar de acuerdo.
- Personalidad anti-cambios. De acuerdo a lo que plantea Juan Ferrer, existen personas que presentan clara reticencia a aceptar las nuevas condiciones que se presentan, porque sienten incomodidad con los cambios en general.
Entonces, ¿qué hacer?
Ferrer dice que, teniendo en cuenta las siguientes pautas, se pueden bajar los niveles de resistencia:
- Informar de manera permanente. La información objetiva y completa, quita lugar a las apreciaciones personales, a los juicios apresurados y a la incertidumbre. Saber cuál es el próximo paso, o cuáles son las acciones a seguir, otorga a las personas la tranquilidad de saber que el camino está en cierta forma allanado. Directivos de instituciones educativas que informan a sus docentes de manera clara y precisa, generan un efecto cascada que replica en docentes, estudiantes y padres.
- Formación. La adaptación a la virtualidad implicó, en muchos casos, adoptar herramientas que nos permitan continuar con el día a día en la nueva normalidad. Es importante que, quienes se ven forzados a trabajar y estudiar bajo la modalidad remota, cuenten con el apoyo de capacitación sobre las herramientas que utilizarán para ello.
- Escuchar. Reconocer las necesidades, inquietudes, preocupaciones y sugerencias de las personas implicadas en el proceso permite nutrir esa base de información que necesitaremos compartir. También brinda la oportunidad para conocer prácticas, herramientas o puntos de vista que otras personas puedan aportar a nuestro proceso de cambio.
- Hacer a las personas partícipes: Cuando podemos lograr el involucramiento de los participantes del proceso, vemos una baja en la resistencia. Esto se debe a que las personas toman como propio el proceso de cambio participando en su diseño, dejando de lado la sensación de que se les es impuesto.
- Apoyar el proceso. La posibilidad de sentir que quienes lideran el cambio son conscientes de las necesidades emocionales de las personas implicadas, marca una diferencia sustancial. Este punto se conecta con la necesidad de escuchar y hacer a las personas partícipes. El apoyo moral y reconocimiento del esfuerzo baja considerablemente las barreras de la resistencia al cambio.
Estas sencillas herramientas de identificación de la resistencia y gestión del cambio pueden ayudar a directivos, docentes, estudiantes y familias a transitar las etapas que nos incomodan de una manera más racional y concreta disminuyendo la ansiedad, el estrés y la sobrecarga mental a la que nos vemos sometidos.
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