Hay un equívoco muy grande en torno a Borges: la idea de pensarlo como un autor árido, tortuoso, difícil, críptico. Lo cierto es que Borges es un autor que tiene la intención de ser leído y que esas frases que parecen indescifrables son, en general, detalles para darle una verosimilitud al relato que cuenta.
Laura Rosato, directora del Centro de Estudios Jorge Luis Borges, que depende de la Biblioteca Nacional y una apasionada lectora del autor de “Ficciones” y “El Aleph”. En diálogo con Ticmas, Rosato presentó algunas sugerencias para anclar la lectura de Borges a la realidad de los estudiantes:
Cuarentena. “Imagino que la vida cotidiana de Borges se parecía más a nuestra cuarentena. Todo ese mundo imaginario que construyó de niño y de adolescente lo hizo en base a la lectura. No sólo de lo que leía en la biblioteca del padre, sino también en las bibliotecas por las que circulaba y en las charlas con los amigos de sus padres. Borges estaba muy nutrido por la literatura y este momento nuestro es un buen momento para pensar la alternativa”.
La lectura popular. “Hoy Borges sería considerado un lector inconsistente. No tuvo una escolaridad formal por varias razones; una de ellas fue el viaje que la familia hizo a Europa por razones de salud del padre, y ahí estaban cuando los atrapó la Primera Guerra. Terminó el bachillerato en Ginebra, pero siempre tuvo una educación informal y se fue formando con sus lecturas. Su forma de leer es, como decía Beatriz Sarlo en un texto que escribió para la Biblioteca, como un alfil. Se movía en diagonal; no leía de principio a fin, sino que iba salteando por lo que le gustaba. Él decía que había que dejar los libros que no te gustaban; puedo no estar de acuerdo con eso, porque hay libros que hay que leer con esfuerzo y despacito. Pero si se compara la biblioteca de Borges con la de Bioy, por ejemplo, que es una biblioteca de clase alta, la de Borges es una biblioteca que se formó con el placer de leer. Su genialidad consiste en que a partir de las lecturas populares y de divulgación científica, que no tienen que ver con la ‘alta cultura’, él hace una obra increíble que tiene la capacidad de amalgamar y sintetizar lo clásico”.
Una lectura apasionada. “Borges genera pasión: directores de cine, científicos, filósofos, todos se apasionaron con Borges. A medida que pasa el tiempo se van diluyendo los prejuicios que hubo sobre su literatura, un poco a partir de sus posiciones políticas. Lo que hay que saber de sus cuentos es que él explica todo: Borges no quiere dejar afuera al lector. Lo que no explica es decorativo, es pintoresco. Es raro, porque las cosas que le dan verosimilitud al texto son nombres de autores o cosas raras como siete formas de mencionar a Buda. Eso podría generar una distancia con el lector; yo creo que no. Los adolescentes están acostumbrados a leer cosas extrañas. Son ‘polilingües’. Hay que confiar en eso”.
Un cuento para trabajar en clase. “‘La casa de Asterión’: tal vez no es el mejor cuento de Borges, pero tiene sorpresa y la dosis justa de la literatura de Borges. Es como un muestrario. ‘Hombre de la esquina rosada’ es la variante criollista. Y, así como se trabaja ‘La noche boca arriba’, de Cortázar, se puede trabajar ‘El sur’: son versiones de una misma pesadilla. Con niños se puede leer ‘El libro de los seres imaginarios’. Creo que hay que desprejuiciar la lectura de Borges. Borges es un entretenedor”. La lectura desprejuiciada. “Lo primero que leí de Borges fue ‘El Aleph’. Lo leí cuando tenía 13 años. Después mi papá, que era peronista a muerte, me regaló mi primer libro de Borges. Me dijo: ‘Es un gorila tremendo pero escribe como nadie’. Agradezco mucho el desprejuicio de mi padre a la hora de la literatura. Me impactó muchísimo la primera escena de ‘El Aleph’, cuando Borges cuenta la muerte de Beatriz Viterbo y habla de la aparición de una nueva publicidad de cigarrillo en los carteles de Retiro o de Constitución. Mucho tiempo después, cuando falleció mi papá, recuerdo que un día puse la mesa y puse un plato menos y me acordé de esa escena. El plato que faltaba era la indicación de que el mundo había cambiado para siempre. Borges no se expresa con términos románticos y, sin embargo, cuando escribe esas emociones, lo hace de una manera tan profunda que uno las recuerda en el momento en que se enfrenta a las situaciones dolorosas de la vida”.
Entrevista publicada en el blog de Ticmas.
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