Lo que empezó con entusiasmo por tratarse de una novedad allá por mediados de marzo, poco a poco se convirtió en hastío. Los números demuestran que las clases remotas fueron perdiendo efectividad con el correr de los meses. Tanto el contacto entre docentes y alumnos como el tiempo destinado a las tareas cayeron en el segundo semestre.
Comparado a la primera mitad del año, entre junio y noviembre la comunicación diaria entre estudiantes y maestros se redujo 11 puntos porcentuales. Los contactos se volvieron cada vez más esporádicos, lo que se refleja también en las respuestas de las familias que respondieron que los vínculos cada 15 días pasaron a ser más frecuentes.
Los datos se desprenden de un nuevo informe del Observatorio Argentinos por la Educación, con autoría de Sandra Ziegler (FLACSO), Víctor Volman y Federico Braga. El estudio traza una comparación entre dos relevamientos nacionales a familias con hijos en escuelas primarias: uno realizada en junio y otro en noviembre.
En el primer semestre, según respondieron los adultos, el vínculo con la escuela fue diario en poco más de la mitad de los hogares. En cambio, a partir de junio ese porcentaje cayó hasta el 40 por ciento.
Entre los dos períodos no solo cambió la frecuencia, sino también la razón de los contactos. El intercambio destinado a corregir tareas se incrementó en más de 20 puntos, del mismo modo que subió el interés de los docentes por conocer la situación personal y familiar de cada chico.
A su vez, los datos revelan que el paso de los meses disminuyó en 6,5 puntos porcentuales la proporción de alumnos que destinaron más de 3 horas por día a sus actividades escolares: se pasó de 52,2% a 45,7% entre los dos semestres. Al mismo tiempo, aumentó la proporción de estudiantes que no realizó ninguna tarea de la escuela.
“De los datos del informe se desprende que hubo mayoritariamente un vínculo estable de los docentes con sus alumnos, aunque la frecuencia de contacto y la cantidad de tiempo semanal dedicado a las tareas escolares han disminuido con el transcurso del tiempo”, sostuvo Ziegler, coautora del informe, quien destacó la mayor preocupación de los docentes por la salud emocional de los chicos.
La encuesta la respondió una muestra representativa de familias a través de Internet. Por lo cual los resultados solo son extrapolables a los hogares que cuentan con conectividad y dispositivos. Entre los desconectados los resultados deberían reflejar realidades complejas.
Mariana Chendo, directora de la Licenciatura en Ciencia de la Educación de la Universidad del Salvador, señaló: “Detrás de los números del informe, se escuchan las voces de las familias. Todas coinciden en una sentencia que nos alerta: la distancia y el tiempo traen el olvido. Hay que encontrar los modos institucionales de atender la sentencia, desoírla es condenar al olvido a las infancias argentinas”.
En mayo, el Consejo Federal de Educación decidió eliminar las calificaciones, lo cual llevó a muy poca evaluación de parte de los docentes. Sin embargo, en el segundo semestre, ante el cierre de año, las pruebas fueron más habituales: se duplicó la cantidad de alumnos que rindió algún examen más allá de no llevar una nota numérica.
“En cuanto se vio que la pandemia se prolongaba, se introdujo la evaluación y la recolección de evidencias para una eventual acreditación de aprendizajes hacia el cierre del año escolar. Los docentes y las escuelas fueron coherentes en respetar el proceso de aprendizaje en todas sus dimensiones”, consideró María Cristina Gómez, directora de la Red de Educadores Innovadores.
Ya en junio la preocupación de las familias por los aprendizajes de los chicos era evidente. El 62,7% consideraba que los niños estaban perdiendo aprendizajes a raíz del cierre escolar. En noviembre esa tendencia se incrementó en 4 puntos porcentuales. Ahora, solo el 24,9% piensa que no hubo pérdida de contenidos durante la pandemia.
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