Después de nueve meses, todos los chicos del séptimo grado A de la Escuela N°11 “Antonio Bucich” de La Boca coincidieron en un mismo patio. En las últimas semanas habían tenido algunas actividades de revinculación, pero siempre en grupos reducidos, en burbujas de no más de nueve alumnos. El reencuentro de todo el curso se dio en una ocasión especial: el acto de colación, la entrega de diplomas y medallas que marcó el salto a la secundaria.
Claro que no fue un acto normal. Cuando llegaron a la escuela, tanto chicos como padres se toparon con los primeros indicios de esa nueva normalidad, que ya deja de resultar extraña. A todos se les controló la temperatura y todos debieron pisar un pedal que arrojaba alcohol en gel.
En la amplia galería techada de la escuela, los bancos estaban dispuestos en triángulo. Adelante el chico; atrás sus papás. Entre cada triángulo se guardó una distancia de al menos un metro. “La idea es que no quede nadie afuera. Dos adultos acompañando es la recomendación, pero hay cierta flexibilidad. La intención es que nadie se pierda esta fiesta. Los chicos terminan un ciclo en medio de un año en el que casi no se vieron”, explicó a Infobae Daniel Damico, director de la escuela.
Hace poco menos de un mes, el ministerio de Educación porteño distribuyó entre las escuelas un instructivo para desarrollar los actos de egresados en forma presencial. La circular incluye las distintas pautas a cumplir: se recomienda celebrar en espacios al aire libre con un máximo de 100 personas, se pide que el acto se extienda por no más de 90 minutos, tapabocas obligatorio en todo momento, que los diplomas y medallas los retire cada alumno sin pasar por otra mano y un largo etcétera.
“En principio íbamos a hacer el acto en forma virtual, pero los padres y los chicos esperaban tener un encuentro presencial”, señaló el director. Por eso, para cumplir con el distanciamiento, optaron por dividir la fiesta por grados. A la mañana organizaron el acto de séptimo A y a la tarde el de séptimo B.
El 80% de los alumnos viven cerca de la escuela, en La Boca, Barracas o San Telmo. El 20 por ciento restante se acerca desde la provincia de Buenos Aires, desde Dock Sud, Villa Maciel o Avellaneda. En general, sus padres viven de changas y sus madres trabajan como personal doméstico.
“Son chicos que necesitan estar acá. Muchas de las familias perdieron su ingreso durante la pandemia. La escuela es un refugio para los chicos, un respiro para salir un rato de sus casas y estar con sus compañeros”, comentó Damico.
Para los chicos en el último curso el año fue muy especial. Les trastocó todos sus ritos. No pudieron organizar una fiesta de egresados, mucho menos pensar en un viaje, con suerte llegaron a mandar a hacer un buzo. “Fue un año significativo, muy diferente. Es muy difícil que se vuelva a dar un año como este. Nosotros valoramos lo que tiene que ver con la unión: los padres, los abuelos nos ayudaron desde sus casas a seguir enseñando. Hoy al menos podemos dar un cierre a los siete años que atravesaron los chicos en esta casa”, expresó uno de los docentes que condujo la ceremonia.
Después de que sonara el himno nacional, se puso en marcha el acto. Por primera vez, no hubo abanderados. Por protocolo, ninguno de los chicos pudo cargar con la bandera, aunque el maestro nombró a los tres alumnos que por sus desempeños debieron haber llevado los símbolos patrios -Cristian, Juan Cruz, Valentino-. Los chicos se pusieron de pie recibieron un aplauso ruidoso de los asistentes.
“Este año fue muy difícil. Me complicó como mamá porque tengo varios chicos en edad escolar. Ellos pedían volver a la escuela, extrañaban mucho. Esto es muy emocionante para ellos. Reencontrarse con todos sus compañeros después de tanto tiempo, al menos verlos un ratito”, dijo Alejandra, mamá de uno de los egresados.
Con sus guardapolvos blancos, los chicos fueron pasando a medida que decían sus nombres. Iban acompañados de uno de sus padres porque después de recibir el certificado de finalización de primaria y el diploma, eran ellos los que les colgaban la medalla. Con un telón negro con la inscripción “Egresados 2020” de fondo, posaban para la foto y volvían a sus asientos a, otra vez, mantener la distancia.
“Fue un aprendizaje para todos este año. Costó pero se pudo sobrellevar. Es un cierre de ciclo muy distinto al que hubiéramos querido. Se termina una una etapa importante para ellos. Haber tenido que estar distanciados, con barbijos, sin abrazos… No es lo mismo, pero al menos se pudo tener un cierre presencial”, comentó Celina, otra de las madres que participó del acto.
Antes de cerrar el festejo, se leyó una carta de la señorita Delia: “El futuro no esta en manos del destino. Ustedes formarán su propio destino”, decía el mensaje. Transcurridos unos 40 minutos, cuando ya era momento de salir de la escuela, se retiraron del establecimiento con la misma distancia con la que ingresaron, una familia a la vez. Ya afuera, algunos padres les tiraron espuma a los chicos, que querían estirar el momento para estar un rato más con sus amigos.
Fotos: Maximiliano Luna
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