En términos educativos, los grandes perjudicados de la cuarentena fueron los chicos pobres. Los estudios revelan lo que se sospechaba en marzo, cuando se suspendieron las clases presenciales en todo el país, incluso sin imaginar que el cierre sería tan prolongado. Casi nueve meses después, hay más certezas respecto de la profundización de la desigualdad que generó la pandemia.
Un nuevo informe de la Universidad Católica Argentina (UCA) muestra que un 2,2% de los estudiantes no mantuvo ningún contacto con sus docentes durante el aislamiento obligatorio. La probabilidad de haber quedado afuera de las clases remotas aumenta a medida que el estrato socioeconómico de los hogares disminuye. En las capas más bajas, llega al 5%.
No obstante, en la UCA advierten que es una medida “conservadora”. “La infantilización de la pobreza es un fenómeno que venimos observando hace mucho tiempo. En el campo educativo esta medición presentó muchos desafíos porque los chicos asistieron de un modo muy particular a la escuela. Por eso, es difícil estimar con exactitud cuál es el porcentaje de chicos que estuvieron fuera de la escuela. Es posible que sean más”, explicó a Infobae Ianina Tuñón, investigadora responsable del Observatorio de la Deuda Social Argentina.
Lo que sí exhibe el informe, que surgió de una encuesta representativa a hogares de todo el país, es la profunda desigualdad social que la suspensión de las clases presenciales en primer lugar visibilizó y luego ensanchó.
Los datos son elocuentes: mientras en el estrato socioeconómico más alto el 72% de los alumnos pudo seguir con sus clases a través de plataformas educativas, solo uno de cada diez pudo ingresar a un aula virtual entre los chicos más pobres. Es decir, los estudiantes más aventajados tuvieron seis veces más chances de conectarse por plataformas que los más perjudicados. Las redes sociales, con WhatsApp y Facebook a la cabeza, fueron la principal herramienta de continuidad en las capas socioeconómicas más bajas.
“Los grandes perjudicados fueron una vez más los sectores marginales. La escuela es una tecnología en la que se propicia el proceso de enseñanza y aprendizaje. La casa no es ese mismo lugar y mucho menos las casas de los sectores más pobres. Allí no hay conectividad, faltan dispositivos, los padres tienen poca capacidad de acompañar y hay estresores como la falta de trabajo o de poder reunir el dinero suficiente para que la familia se alimente”, planteó Tuñón.
Si bien este año logró reducirse la falta de conectividad en los hogares (pasó del 50% al 33,4%), el déficit persiste en el estrato bajo marginal y aún alcanza al 54,1% de los chicos. Peor aún, desde 2014 se registra una merma en el acceso a computadoras: casi la mitad de los alumnos no dispone de una PC.
De igual modo, según Tuñón, para los sectores sociales más marginados pasa a ser “anecdótico” cómo se conectaron. “Es un año en el que dudo que se pueda rescatar mucho en términos de aprendizajes en lectoescritura o matemática. La Unicef estima una poda del 95% en el capital humano de los sectores más vulnerables”, señaló.
En la misma línea, la especialista agregó: “No solamente es muy complejo de subsanar, sino que también hay muchísimos indicadores de desarrollo humano afectados. Con el aislamiento se procuraron salvar vidas, pero la poda de capital humano a largo plazo afecta las tasas de mortalidad. Se sabe que mientras más bajo es el nivel educativo mayor es la mortalidad infantil. Estamos hipotecando el futuro de esas poblaciones y condenándolos a la reproducción de la pobreza”.
La UCA hizo una estimación del déficit educativo que tendrá lugar en 2021. Es decir, qué porcentaje del total de la población en edad para cada nivel habrá abandonado la escuela o, en su defecto, asistirá con sobreedad. Entre 2019 y 2021, calcularon un salto del déficit del 31,9 al 35,7 por ciento en la secundaria, del 8,7 al 12 por ciento en la primaria y del 26,1 al 32 por ciento en inicial.
No es casualidad que el nivel inicial, entre los 3 y 5 años, sea el que proyecte más abandono. Durante la cuarentena, por la necesidad de contacto físico, fue el nivel que demostró mayor dificultad: el 3,9% de los niños no tuvo ningún vínculo con sus maestros y tan solo el 19,3% se conectó a través de una plataforma.
De la mano de la posibilidad de seguir con clases a distancia, surge la respuesta por la reapertura escolar. Casi el 50% de los estudiantes residen en hogares cuyos adultos tienen expectativas de que regresen pronto a las aulas. El 39% no tiene expectativas y casi el 11% no tiene opinión formada. En los estratos sociales más altos la expectativa de regreso es menor ya que los chicos pudieron seguir con clases remotas.
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