El próximo viernes se cumplirán ocho meses desde la última vez que la inmensa mayoría de los alumnos argentinos fue a la escuela. Solo el 1% de la matrícula nacional hoy asiste a clases presenciales o, en su defecto, actividades de revinculación. Con el ciclo lectivo pronto a cerrarse, a los padres lo que más les preocupa es la salud emocional de sus hijos.
En una encuesta que respondieron adultos de todo el país, se les pidió ordenar los motivos de más a menos importantes a la hora de pensar en la vuelta de los chicos a la escuela. Por amplio margen, la salud emocional resultó la más seleccionada, después de tanto tiempo de encierro y temor al contagio. La segunda va en la misma dirección: que los chicos puedan relacionarse con sus compañeros.
La opción de “recuperar los aprendizajes perdidos” recién aparece en tercer lugar. Le sigue que los alumnos puedan reestablecer el vínculo presencial con sus docentes y, en la última ubicación, que los padres tengan tiempo para trabajar.
Los datos surgen de una consulta que recaba las voces de las familias que participaron del Encuentro Nacional de Familias por la Educación, realizado la semana pasada, con casi 4000 inscriptos. Participaron padres de las 24 jurisdicciones del país, con hijos en todos los niveles escolares, tanto de escuelas públicas como privadas.
“Fue un proceso lograr acomodarse, y ver cómo los niños tuvieron frustraciones y miedos. El más chico lloraba sin saber qué pasaba cuando quería ir al jardín a festejar su cumpleaños. Como padres tuvimos que hablar, tenerles paciencia para hacerles comprender la realidad que estamos viviendo”, contó María José Barrera, de Santiago del Estero, madre de tres niños en edad escolar.
El análisis de las respuestas de las familias estuvo a cargo Mariano Narodowski, profesor de la Universidad Di Tella y académico asociado de Argentinos por la Educación. El relevamiento dejó en claro que la mayoría de los padres (el 78,3%) pretende que se atiendan las particularidades de cada municipio a la hora de reanudar las clases presenciales y no que se vea al país como un todo uniforme. Es decir, que se reabran las escuelas en aquellos departamentos donde la situación sanitaria lo permita. En el peor de los casos, con asistencia alternada y trabajando con grupos reducidos.
Sobre qué necesitan para acompañar a sus hijos, hubo disparidad de respuestas. La necesidad de más dispositivos como otro celular o una notebook personal (48,5%), mejor conexión a internet en casa (46,8%), y apoyo docente para padres (46,3%) aparecen entre las más recurrentes.
Erika Nera, una madre chaqueña, vivió en carne propia la desigualdad educativa. Su hija asiste a una escuela en su pueblo, donde los chicos reciben el almuerzo y la merienda. Con la suspensión de las clases presenciales, tardaron varias semanas en acomodarse. Al principio recibieron material por WhatsApp, luego pasaron a una plataforma virtual, con poca frecuencia, conexiones semana por medio.
Cuando habló con unos amigos que vivían en Resistencia, le contaron que sus hijos tenían clases virtuales todos los días, con vínculo sincrónico con los docentes por Zoom. "Al oír esto, Eugenia, mi hija, me preguntó enojada “¿Por qué tengo que vivir en este pueblo? Yo también quiero aprender como los demás y no puedo”, recordó durante el encuentro de padres.
Allí coincidieron en que las familias tienen poca voz. Casi todos los adultos (92,6) se sienten poco representados al momento de la toma decisiones que afecta a la educación de sus hijos. Plantean que deberían existir más instancias de participación donde puedan manifestar su opinión.
Ante la consulta de qué cambiarían de la educación argentina, entre los puntos más urgentes las familias mencionaron la formación y la carrera de los docentes (38,8%), la conectividad de los alumnos (32,1%) y los contenidos del currículum (32,7%).
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