La pandemia puso patas arriba el sistema educativo. Sin mediar preámbulos, todos sus niveles debieron migrar por completo a la modalidad remota. En las universidades, donde la continuidad pedagógica es más factible, ganaron terreno los campus virtuales, que hasta entonces tenían un uso marginal en el mejor de los casos. Ya transcurrido más de un cuatrimestre, asoma otra tecnología que insinuaba con recalar en el campo educativo, con sus adeptos y detractores: la inteligencia artificial.
A fines del año pasado, el IAE Business School, la escuela de negocios de la Universidad Austral, probó el primer “aula inteligente” del país en alianza con la empresa Practia. La intención era que desde el ciclo lectivo 2020 se empezara a implementar oficialmente. Ya tenían colocadas las cámaras para leer los gestos de los alumnos, pero la suspensión de las clases presenciales obligó a repensar el sistema. La universidad ahora prepara el robot para utilizarlo en la virtualidad.
“El robot es más útil incluso en Zoom. En las clases virtuales es desesperante no saber lo que pasa del otro lado. Cuando tenés 20 alumnos, podés llegar a ver las caras siempre y cuando no estés compartiendo pantalla. Pero si pasa esa cantidad, ya ni siquiera existe esa posibilidad. Lo que era el aula se convirtió en una verdadera ‘caja negra’ para el docente, que encuentra muchas dificultades para empatizar con lo que ocurre con los alumnos”, dijo a Infobae Roberto Vassolo, profesor del IAE, que llevó adelante la clase en la que se probó el sistema.
El sistema se sirve de las cámaras web de los estudiantes. Saca una foto tras otra en la búsqueda de capturar emociones y las procesa en la nube a través de inteligencia artificial. Identifica patrones y gestos que los vincula con sensaciones puntuales. Hasta el momento, el profesor tiene acceso al registro de cada minuto una vez finalizada la clase, aunque la idea es que reciba la actualización al momento de las reacciones de sus alumnos.
Como se puede ver en el gráfico, predomina el amarillo, la expresión neutral. Vassolo explica que el robot solo capta “emociones fuertes”. En el análisis posterior pudieron correlacionar las actitudes con distintos momentos de la clase, que giró en torno al futuro de la economía. Se puede ver tristeza ante un augurio pesimista y felicidad ante un chiste.
El robot se encuentra en fase de prueba. Un detalle no menor que le quieren añadir antes de oficializarlo es la posibilidad de identificar cuando un alumno está prestando atención a la clase virtual o, por ejemplo, mirando un video o chateando en WhatsApp. “En caso contrario, puede haber emociones que no respondan al aula”, señaló el profesor.
-En general, ¿cree que los profesores cambiarían de estrategia al momento a partir de los datos que reciben del sistema?
-Honestamente no lo sé. Es algo que vamos a ir descubriendo con el tiempo. El desafío es más pedagógico que técnico. Creemos que enriquece el proceso de aprendizaje contar con información de los alumnos. Los profesores solemos tener un sesgo cognitivo hacia lo intelectual cuando en realidad el aprendizaje real tiene mucho más que ver con lo emocional.
-¿Los alumnos no lo ven como un sistema invasivo?
-En un principio, la información se recopila agregada de todo el aula, pero el robot también está en condiciones de arrojar datos desagregados de cada alumno. Mucha gente se asusta ante eso, pero a mí como alumno me encantaría saber cuál es mi respuesta emocional en una clase. De cualquier manera, los estudiantes que no deseen usar el sistema podrán plantearlo. Se van a firmar consentimientos antes de comenzar cada materia.
La primera prueba fue exitosa, pero en la segunda hubo una falla con el servidor que distorsionó los resultados. En los próximos días volverán a testear el robot y si logran solucionar el error, en octubre empezarán a implementar el sistema en una materia para después escalarlo a programas completos a distancia. “El Zoom vino para quedarse, incluso cuando pase la pandemia. Nuestro foco está en entenderlo y comprender la respuesta de los alumnos”, afirmó.
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