Pese al trabajo a la distancia de los docentes, durante ya cinco meses los padres debieron asumir un rol protagónico en la educación formal de sus hijos. Los relevamientos lo demuestran. En primaria, casi todos -el 95,6% de los chicos- necesita ayuda de un adulto para hacer sus tareas.
Así se desprende de un nuevo informe del Observatorio Argentinos por la Educación, que consultó a una muestra representativa de padres a nivel nacional. La encuesta revela una dedicación importante de parte de los alumnos, pero que en general necesita del acompañamiento de los adultos.
El 52,2% de los alumnos de escuelas primarias destina más de 3 horas por día a sus actividades escolares. Incluso uno de cada diez dedica más de 6 horas diarias. Solo un 2% de las familias señala que sus chicos no realizan deberes.
Muchas de esas actividades se completan con un adulto al lado al que los chicos pueden consultar. Incluso 4 de cada 10 necesitan un acompañamiento “constante” para poder avanzar en sus ejercicios. Tan solo el 4,4% de los estudiantes puede resolver las tareas por su propia cuenta, sin ayuda de sus padres.
“Esto genera una demanda familiar adicional a la requerida normalmente, y supone una distribución desigual de oportunidades: los hogares con mayor posibilidad de invertir tiempo, con espacios más amplios en la vivienda y con adultos de mayor nivel educativo tienen mayor capacidad de acompañar que aquellos hogares hacinados y con adultos con menor nivel educacional”, remarca el informe, con autoría de Mariano Narodowski, Víctor Volman y Federico Braga.
Por el relevamiento que hizo el propio Ministerio de Educación nacional se conoce que la continuidad pedagógica a distancia depende casi siempre de las madres. En 9 de cada 10 hogares son las mujeres las que ayudan a sus hijos con los deberes. La saturación se refleja sobre todo en las madres ya que, en general, también tienen a cargo las tareas domésticas.
“Que los alumnos necesiten en su gran mayoría apoyo de los adultos para hacer su tarea escolar da cuenta de un modelo pedagógico que otorga escasa autonomía a los estudiantes. Cuando el docente construye su propuesta virtual sigue armando una actividad que lo supone a él o a un adulto como soporte. Los chicos no han adquirido el hábito de la autonomía cuando trabajaban presencialmente y además la tarea que se les encomienda en la virtualidad se adapta a esta concepción de dependencia del alumno del maestro o adulto. Nuestra escuela no está aprovechando las posibilidades del mundo digital”, planteó Guillermina Tiramonti, investigadora de Flacso.
Por su parte, Flavio Buccino, maestro y especialista en gestión educativa, señaló: “Cualquier propuesta de transformación deberá tener como centro el uso del tiempo -algo que la tradición educativa ya venía discutiendo- pero también el espacio físico escolar, variable que nos ha sido arrebatada casi por completo durante esta pandemia. Volver atrás será difícil. Ir hacia otro modelo nos obligará a repensar hogar y escuela, como tiempos y espacios que no solo son claramente diferentes sino que, desde el inicio mismo de la escuela han sido y serán tiempos y espacios también en contradicción”.
En general, se da un intercambio fluido entre docentes y alumnos. 6 de cada 10 familias señalan que los chicos reciben “siempre” una devolución por sus tareas, mientras otro 28% manifiesta que la retroalimentación se da “a veces”. Se observa mayor presencia de las escuelas de doble jornada también pese a la distancia. Las correcciones son 10 puntos porcentuales más frecuente que en las de jornada simple.
Tal como se acordó en el Consejo Federal de Educación, no se calificó a los alumnos durante este período. Solo uno de cada diez alumnos tuvo una prueba, pero entre ellos el 75% fue con notas conceptuales. Salvo mínimas excepciones, ningún chico recibió una nota numérica en la primera mitad del año.
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