El viernes 13 de marzo hubo clases presenciales en todas las escuelas argentinas. El lunes 16 -tres días después- se cerraron todos los colegios del país. La educación a distancia se convirtió en realidad en cuestión de horas, de forma repentina y sin planificación. Ya pasaron casi dos meses desde la suspensión de clases y se empiezan a conocer los primeros relevamientos, que reflejan enormes diferencias de percepción entre lo que observan los docentes, los alumnos y los padres.
“Hay una asimetría muy marcada”, confirmó el tecnólogo y emprendedor Santiago Bilinkis, quien impulsa una encuesta. “Al principio, la gran mayoría de padres estaba muy disgustada por diferentes razones. Estaba el que criticaba que daban mucha tarea pero poca explicación; el que decía que se suspendían muchas horas de clase; el que se quejaba porque creía que no había que pagar la cuota... Y del otro lado, conociendo el mundo docente, veía un nivel de agotamiento y de sobrecarga laboral infinito”.
La encuesta apenas lleva 24 horas desde su lanzamiento y ya la contestaron más de 4.500 personas. Hay tres miradas distintas: padres, docentes y alumnos, con preguntas casi idénticas. “Lo más interesante va a salir del contraste de lo que cada uno de los actores del sistema educativo está viendo", dijo Bilinkis en diálogo con Lanata sin filtro (Radio Mitre).
El especialista en tecnología aclaró que la encuesta tiene un sesgo al ser libre y por internet, que se trata solo de una aproximación. Las conclusiones preliminares muestran que más del 90% está recibiendo alguna forma de clase remota.
Sin embargo, la expectativa de los padres es que los chicos sigan teniendo clase a la misma hora todos los días, pero por videoconferencia. Eso no pasa por dos razones: porque no es el medio que les resulta más cómodo a los docentes y, sobre todo, en los hogares donde hay tecnología, en la mayoría de los casos la computadora es compartida. Entonces no funciona un horario rígido.
"El mayor hallazgo es que obligatoriamente cambió por completo la metodología de evaluación. A mí la evaluación a libro cerrado donde se reproducen datos fácticos de memoria siempre me pareció una porquería. Ahora esto no se puede hacer. No hay forma de garantizar que los chicos no tengan un libro o internet a mano. Casi todas las evaluaciones son monografías individuales o en grupo o pruebas a libro abierto. Creo que, a pesar de que es obligado por las circunstancias, es un avance fenomenal”, consideró Bilinkis.
Más allá de que valoró los avances que se llevaron a cabo, el especialista planteó que “cualquier programa se implemente sin planificación previa va a tener problemas importantes”. “La autocrítica que tendríamos que hacer es por qué no hicimos esto antes de que nos lo imponga un virus. Mi mayor alegría es que se va a instalar una capacidad que va a quedar. Es muy interesante todo lo que los docentes aprendieron en estos dos meses".
Ante la consulta, continuó, el 70% dice que no querría volver a enseñar tal cual lo hacía antes de la pandemia, que van a incorporar herramientas que adquirieron en este tiempo. Más allá de eso, muchos maestros plantean que, en este momento, su prioridad número es la contención.
El mayor limitante que mencionan, tanto los docentes como los chicos, no está en la tecnología sino en el espacio donde trabajar en la casa. En la medida que se incluya celulares, no aparece la falta de dispositivos como el mayor inconveniente. Claro, los contenidos deben adaptarse a la navegabilidad de un smartphone.
“El rol de organizador social y alimentario son el mayor problema para una transformación de este tipo. Si los padres tuvieran que ir a trabajar presencialmente, te encontrás con una situación imposible. Es decir, yo no me imagino que después de esto los chicos tomen clases en las casas, pero sí me imagino mayor carga multimedia. Cuando un docente aprende a grabar videos, cambia completamente la dinámica aunque se mantenga la presencialidad”, cerró Bilinkis.
Seguí leyendo: